Literatura

Una novela fascinante sobre los efectos devastadores del colonialismo

Audrey Magee explica, en 'La colonia', la convivencia compleja entre un pintor londinense y los noventa y dos habitantes de una pequeña y rocosa isla irlandesa

'La colonia'

  • Audrey Magee
  • Traducción de Josefina Caball
  • 370 páginas / 22,90 euros

La colonia es una novela fascinante entre el realismo, la sátira y la fábula moral sabre la convivencia compleja entre un pintor londinense y los noventa y dos habitantes de la pequeña y rocosa isla irlandesa donde ha desembarcado el verano de 1979. Candidata al Premio Booker y finalista del Orwell Prize y del Irish Book Award, describe la peripecia del señor Lloyd, un pintor que quiere emular la aventura exótica del gran Gauguin y que está decidido a vivir la experiencia isleña de la forma más auténtica y genuina que pueda. Todo con el objetivo de captar la luz y la calma de la aldea y poder pintar los acantilados que conformarán la gran obra que relance su carrera artística actualmente en decadencia como su matrimonio.

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Pero la repentina aparición de otro extranjero, el lingüista francés Jean-Pierre Masson (conocido por JP), que lleva cuatro años realizando una tesis sobre la singularidad del gaélico irlandés y es un protector feroz —malea la contaminación lingüística del inglés y el bilingüismo consecuente que sufren los habitantes de la isla—, desencadena la tensión no sólo entre los dos forasteros sino entre la propia gente de la isla: "Con el paso del tiempo, el irlandés se convirtió en la lengua de los campesinos, de los pobres, de los que carecían de estudios". Los forasteros serán vecinos de cabaña, acogidos por una familia matriarcal en la que los hombres de la casa han muerto todos en el mar. El tercer personaje interesante de La colonia es James, un adolescente decidido a evitar la vida de pescador que tiene un talento natural para la pintura: se hará amigo de Lloyd gracias al arte. Su madre viuda, Mairéad, de día hará de modelo para Lloyd y de noche se encallará con Masson. Artista de la vida, ella.

Poner las cartas sobre la mesa sin opinar

Desde ese nivel ultralocal y con la isla como símbolo, Magee salta a lo universal con un efecto espejo radicalmente estridente: las noticias que llegan desde Irlanda del Norte, donde la lucha armada entre el IRA y las fuerzas leales al Reino Unido informan que la situación comienza a alcanzar una violencia extrema. La autora aprovecha este telón de fondo para reflexionar sobre los devastadores efectos del colonialismo y del imperialismo, y los prejuicios externos a una comunidad, a una lengua ya una identidad propias. Siguiendo la tradición literaria de Synge, Trevor y Colmo Tóibín, La colonia retrata las vidas irlandesas acorraladas por el peso muerto de la tradición y por la nueva losa de la colonización.

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La prosa de Magee siempre es fluida, con cambios de punto de vista incluso dentro de un mismo párrafo y monólogos interiores de gran intensidad psicológica; también es descriptiva sobre todo en lo que se refiere a la precisión histórica de las circunstancias que llevaron a la muerte de las víctimas de los disturbios de Irlanda del Norte. Por otra parte, la literatura de Audrey Magee es muy distante –y no lo digo en negativo–, lo que recuerda la famosa visión de altura con la que trabajaba Valle-Inclán. La autora no juzga, no opina, sólo pone las cartas sobre la mesa. Y esto es de agradecer en tiempos enfermizos de una moda de autoficción que está destrozando gran parte de la literatura. Esta distancia narrativa, en el caso de Magee, también es emocional: mientras la trama se desarrolla en un pequeño trozo de tierra, con pocos personajes y una acción basada en descripciones de lenguaje y pintura (productos culturales) el ruido de fondo constante son los ataques terroristas y la brutalidad en general (la anticultura).