Crítica literaria

Las pérdidas densas y precisas de Elizabeth Bishop

Ediciones de 1984 publica la 'Poesía completa' de una autora severamente autoexigente y muy difícil de traducir

Poesía completa Elizabeth Bishop

  • Traducción: Jordi Fité
  • Ediciones de 1984
  • 544 páginas. 25 euros

Es muy famosa la definición que Maurice Dennis, artista y crítico de arte, cultivador y teórico plástico del simbolismo colorista de los Nabís en la Francia efervescente de finales del siglo XIX y principios del XX, hizo de la pintura: "La pintura, antes de ser un caballo, un desnudo femenino o cualquier otro motivo, es esencialmente una superficie plana con colores". Los poemas de la estadounidense Elizabeth Bishop (Worcester, 1911-Boston, 1979) me han hecho pensar en la definición de Dennis. Son palabras y más palabras, versos y más versos, que se despliegan sobre la página con una mezcla tan escrupulosa de meticulosidad y densidad que a menudo cuesta incluso ver o entender cuáles son los temas de los poemas. Vemos los colores, no el caballo ni el desnudo femenino.

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Tal y como explica Anna Gual en el prólogo del presente volumen de Poesía completa, Bishop fue toda la vida una escritora lenta y severamente autoexigente: no sólo podía pasarse años trabajando en un poema sino que además vivía dramáticamente los largos períodos de improductividad que le asaltaban. En este sentido, cuesta no leer poemas como El mapa o Más de 2.000 ilustraciones y una total concordancia como una disputa de Bishop contra ella misma y contra sus ganas de mostrarse y al mismo tiempo su necesidad de esconderse. No es un juego de palabras. El procedimiento poético de Bishop, sobre todo cuando se concreta en poemas largos que funcionan como descripciones líricas del elemento mencionado en el título (el estado de Florida en el poema Florida, una fría primavera en el poema Una fría primavera),hace pensar en una versión extrema del correlato objetivo eliotiano, la técnica que permite al poeta expresarse impersonalmente.

La necesidad de borrar malos recuerdos

Las ocultaciones, los secretos no confesados, los traumas guardados con cerradura y llave, fueron una constante en la vida de Bishop. Su padre murió cuando ella sólo tenía ocho meses, su madre fue permanentemente ingresada en un hospital psiquiátrico cuando ella tenía cinco años (nunca la volvió a ver) y un tío con el que convivió durante años abusó de ella sexualmente cuando todavía era una niña. La necesidad de borrar los malos recuerdos –de enterrar el cúmulo de heridas que la conformaban– la abocó al alcohol, una adicción que nunca pudo quitarse de encima. Por si fuera poco, Bishop también era lesbiana, o bisexual, en unos tiempos en que serlo y que se supiera podía complicarte mucho la vida. En un artículo excelente publicado en 2017 en la revista New Yorker, la crítica cultural Claudia Roth Pierpont explicaba que la gloria póstuma de Bishop, que ya en vida recibió numerosas distinciones, en parte se debía a que salieron a la luz sus relaciones lésbicas. De repente, fue reivindicable en el contexto de los estudios culturales de los 80. Roth Pierpont advierte, sin embargo, que la poesía de Bishop no invita a hacer lecturas biografistas. No significa que su vida no sea en los poemas. Quiere decir que no existe de una manera literal y mecánicamente adivinable. Y quiere decir que su rica dicción, pero esquiva e indirecta, puede ser tan personal como la claridad más frontal.

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Autora en vida de sólo cuatro libros de poemas –el presente volumen incluye a la mayoría de inéditos publicados póstumamente–, Bishop es una poeta muy difícil de traducir, porque en el inglés original su poesía es a la vez muy conceptual, muy musical y muy plástica. El ritmo y las rimas, los sentidos precisos pero de una expresividad ambivalente, la fuerza gráfica de algunas imágenes que convoca, forma un entramado retórico de una laboriosidad tan intrincada que dificulta trasvasarla al catalán. Sin embargo, la labor de Jordi Fité es bien meritoria.

El volumen contiene algunos poemas memorables. Destaco dos: Un arte, que se puede leer como una celebración autoirónica del aprendizaje del arte de la pérdida (perder claves, el tiempo, casas, un amor), y Crusoe en Inglaterra, que remite al poema El viaje de los reyes de Oriente de TS Eliot. Ambos poemas funcionan como el recuerdo y la evocación de un hecho inexplicable que marca un punto de inflexión y hace que todo pierda sentido ya la vez gane, en el caso de Eliot por el descubrimiento de la fe verdadera, en el caso de Bishop por el descubrimiento de algo (una emoción), un emoción, auténtica. No estoy del todo seguro, sin embargo. De nuevo veo más los colores que el motivo. Pero, ¡qué colores!

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