Sexo, inteligencia y humor: Miranda July baja al abismo más profundo de la feminidad

Con esta cuarta novela, la directora de cine y performer Miranda July –cincuenta años recién cumplidos– ha superado una especie de barrera simbólica que se había erigido nel mezzo del camino della sua vita y ha entrado en el reino de los Grandes Escritores. Pero no lo ha hecho vestida de señora distinguida, sino que se ha puesto a cuatro patas y se ha follado todo lo que se le ponía delante: chicos, señoras mayores y chicas, en cantidad. Se ha ensuciado, ha bajado al abismo más profundo de la feminidad y ha emergido renovada, como la protagonista de esta novela: "Pudo haber sido siempre así, como en esta habitación: imperfecta, sin género, juguetona, sin vergüenza. Tenía todo lo que necesitaba en los bolsillos, un alma completa".

Pero antes de llegar a ese punto de equilibrio tan envidiable pasan un montón de cosas. Son más de cuatrocientas páginas de risas y lágrimas y de escenas increíblemente eróticas: cuyo material están hechas algunas es lo menos sexy que pueda imaginarse, pero en manos de una escritora en estado de gracia se convierte en dinamita pura. July ha escrito una road movie que es más bien uno Viaje en torno a mi cuarto, porque todo pivota en torno a una habitación polvorienta de motel de carretera en las afueras de Los Ángeles, que de alguna manera refracta energía vital y sexual en todas direcciones. Allí es donde la protagonista, una mujer de cuarenta y cinco años, casada y madre, cuestiona todas las evidencias, lugares comunes y seguridades que le han llevado hasta ese momento vital, ya partir de ahí todo empieza a rodar abajo, desde su dignidad hasta el nivel de hormonas sexuales. La desvergüenza, el humor, la inteligencia y la sensibilidad de July convierten la vida de la protagonista en un carrusel de despropósitos y aciertos que arrastran la lectura.

La protagonista bajo la que se camufla Miranda July es una artista "medio famosa" que vive en Los Ángeles y desayuna un té macha cada mañana antes de ir a yoga. Pero una visita rutinaria a la ginecóloga la pone al borde del precipicio de la perimenopausia, justo cuando se acababa de inventar que se sentía mayor y menopáusica para justificar que no quería acostarse con el marido. ¿El motivo real? Un chico espectacular que ha conocido en una gasolinera y que le está llevando de cabeza. Por él y con él hará las locuras y los actos íntimos más increíbles (sin llegar al sexo tradicionalmente entendido) y, tras él, entrará en una suerte de refundación personal que tiene más coraje de lo que puede parecer. ¿Quién soy? ¿Hacia dónde voy? ¿En qué cuneta queda enterrada una mujer heterosexual una vez que ya no puede reproducirse? Son preguntas que no pocas mujeres se han hecho al llegar al momento en que la regla se va sin dejar a nadie de sustituto. Y son preguntas que July afronta con audacia, oficio y mucho sentido del humor.

Si las novelas de hombres perdidos en alguna década suelen supurar autoindulgencia por doquier, A cuatro patas y otros que están empezando a escribir las mujeres de lo que siempre hemos llamado "media edad" sobre esta misma sensación de pérdida son infinitamente más crueles e irónicas con las protagonistas, rehuyen la autoflagelación y, aún más importante, exploran todo lo que hay alrededor de la protagonista y su generación: los hombres de la generación posterior, enganche y las personas del futuro, encarnados en un hiji al que la madre no quiere imponer género, las mujeres que han elegido otras opciones sexuales que han circulado al margen de la heterosexualidad dominante y las personas de mayor edad, que también tienen mucho que decir sobre el sexo: bravo por Miranda July, porque convertir un tema casi tabú en un plato en el centro de la mesa mainstream no está al alcance de cualquiera.