Cine

‘Libertad’, una amistad imposible y el brillante debut de Clara Roquet

La directora retrata la relación entre una familia migrante y una burguesa

BarcelonaEl Alzheimer de la abuela es la excusa que convoca a toda la familia Vidal a la torre con vistas en la costa donde han pasado los mejores veranos de su vida. Son unas vacaciones con regusto de despedida, entre la añoranza y las ganas de pasar página de una carga familiar que es pesada y dolorosa. Es a este espacio confortable al que llega Libertad, la hija de Rosana, la muchacha de toda la vida, una mujer que vive para trabajar y que dejó a la niña en Colombia para cuidar de los hijos de unos desconocidos en el primer mundo. La relación entre Libertad y Nora, la hija de la familia burguesa, personifica en dos adolescentes el choque de dos universos que habrían sido paralelos. Este es el núcleo de Libertad, el deslumbrante debut en la dirección de la osonense Clara Roquet (Malla, 1988). La película se estrenó –con un año de retraso por la pandemia– en la Semana de la Crítica del Festival de Canes y, después de pasar por la Seminci y L'Alternativa, llega este viernes a los cines.

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Libertad une dos hilos narrativos. Por un lado es un coming of age a partir de una amistad femenina, una película que retrata la admiración de Nora por su nueva amiga –mucho más lanzada, vivida y atrevida– y el despertar en la edad adulta. Es el verano de su primer cigarrillo, la primera atracción romántica y el primer desengaño con unos padres imperfectos. “Es cuando te das cuenta de que los adultos no tienen todas las respuestas. Ellos también llevan su propia carga”, dice Clara Roquet. 

Emoción sin paternalismo

Pero Libertad también es una película política, que aborda la lucha de clases desde la brecha más incómoda para los cánones burgueses occidentales: el del servicio doméstico. “Son dos niñas que han tenido experiencias vitales completamente diferentes, una privilegiada y la otra no, y se dan cuenta de esto a lo largo de ese verano”, resume Roquet. Libertad es una figura entrañable mientras se mantenga dócil dentro del patrón de migrante agradecida, pero pronto se convierte en una amenaza para una familia acomodada que quiere criar a la hija entre algodones. “Intenté cambiar la historia que siempre se explica del inmigrante que quiere venir. Ella no quiere estar aquí –explica Roquet, que quería rehuir sobre todo el paternalismo–. Libertad no es un personaje agradable o simpático. Siempre le decía a la actriz: "Libertad no pide perdón". No quería caer nunca en la emoción fácil”. 

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Esta es una historia de amores desplazados, de personajes que creen que no los quien quien los tendría que querer. “Quería hacer un cruzamiento de identidades. Porque con los cuidados pasa muchas veces que se confunde la persona que trabaja para ti a cambio de dinero y el hecho de esperar que dé una parte de afecto de su vida personal”, explica Roquet. Pocos retratos tan explícitos sobre las mujeres que comen en la cocina. Ni la inocencia de Nora servirá de palanca para superar los prejuicios y estructuras de clase. “Si no tomas conciencia del propio privilegio es muy difícil hacerte responsable de la posición que ocupas en el mundo”, dice la directora.

A pesar de que este es el primer largometraje que firma Roquet, antes ha estrenado los cortos premiados El adiós y Les bones nenes, y ha sido coguionista con Carles Marques-Marcet de 10.000km y Els dies que vindran, de Petra con Jaime Rosales y de Costa Brava, Lebanon con Mounia Akl. “Libertad es una historia muy personal, basada en mis experiencias –dice, para explicar por qué ha dado el salto–. Si no, tampoco sabía si alguien lo querría hacer”. 

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La directora admite que hace dos años optó por rodar toda la película en castellano para poder acceder a más financiación. Libertad es una película con un presupuesto por encima de la media de los films rodados en catalán. Más que levantar la película, su gran reto era acertar con el reparto. Además de unas espléndidas Nora Navas, Vicky Peña y Carol Hurtado, las dos actrices jóvenes son el tesoro de la película. Maria Morera (vista ya en La vida sense la Sara Amat) y la debutante Nicolle García (a quien cazaron mientras patinaba por Medellín) aportan un aplomo y una verdad difíciles de encontrar. "Este amor adolescente tiene mucho de romántico, es casi como un Romeo y Julieta. Y a la vez es un juego de espejos entre las relaciones de madres e hijas, sobre los traumas que se pasan de generación en generación, y cómo las unen o las separan", concluye Roquet.