Paolo Sorrentino: "Maradona me salvó la vida"
BarcelonaLa última película de Paolo Sorrentino no examina las contradicciones de una jet set decadente o las intrigas vaticanas de un joven Papa, sino que relata la historia de cómo la vida le cambió de la noche a la mañana cuando era adolescente. Fue la mano de Dios, que ya se puede ver en los cines y pronto se estrenará en Netflix, es una carta de amor a su familia, un retrato exuberante de un Nápoles enfiebrado por el fichaje de Maradona y una trágica historia de pérdida y reencuentro con uno mismo. La película más sincera y emocionante del director de Lagran belleza.
Ha llevado esta historia dentro durante muchos años. ¿Cuándo decidió convertirla en película y por qué?
Me decidí al ver Roma, de Alfonso Cuarón. Fue toda una revelación y me señaló el camino para hacer mi película y la manera perfecta de explicar una historia tan personal y privada. ¿Y por qué? Por muchas razones. Quiero que mis hijos sepan por qué soy como soy, por qué estoy tan lleno de defectos y por qué recurro tanto a la ironía para esconderlos, como hacen mis padres en la larga escena de la comida familiar. También lo he rodado porque ya llevo 35 años en un diálogo interno sobre mis dolores más íntimos y se me ocurrió que quizás haciendo la película se movían las aguas un poco y cambiaba algo.
Es todo un canto a su ciudad, Nápoles.
— Se lo debo todo, es donde pasé la primera mitad de mi vida. Durante mucho tiempo pensé que el mundo era Nápoles. De hecho, los napolitanos que viven en la ciudad todavía lo piensan, que el mundo es Nápoles, y lo que pasa fuera no les importa mucho. En parte es por eso que me fui de la ciudad: lo mismo que te ayuda cuando eres un niño después te puede acabar limitando.
¿El fútbol le ha salvado de las tragedias de la vida?
— Más que el fútbol, Maradona. Cuando murió yo estaba haciendo el montaje, y la película es un homenaje a Maradona pero también un acto de gratitud, porque realmente creo que me salvó la vida. Y mi única pena es que él no haya podido ver la película.
¿Y cuál fue el impacto de Maradona en Nápoles?
— Transformó la ciudad. Antes de la llegada de Maradona, Nápoles vivía un momento difícil: había sufrido un terremoto, estaba muy empobrecida, había una guerra de bandas de la Camorra y la gente casi no salía de casa. El fichaje de Maradona fue como una liberación comparable a la llegada de los americanos durante la Segunda Guerra Mundial. Más que una persona, él era un icono religioso. Maradona no llegaba a los sitios, se aparecía en ellos. Como su presentación al estadio, cuando salió de una especie de cueva oscura y se apareció en medio del campo. Por eso la gente no lo reconocía cuando lo veía por la ciudad, porque conducía coches pequeños y todo el mundo se lo imaginaba en un BMW, no un Fiat Panda.
También reivindica el poder curador del cine. En la película se cita a Fellini, que decía que "las películas no son importantes, pero ayudan a vivir".
— En el fondo, el fútbol y el cine son lo mismo, una historia de hora y media que no sabes como acabará. Los dos ofrecen algo paralelo a la realidad. Mucha gente necesita el fútbol para evadirse, y el cine también es un refugio en tiempos difíciles. No acepto que el cine se esté muriendo o que el fútbol ya no sea lo que era antes, quizás porque intento prolongar mi adolescencia y me niego a pensar que el fútbol no es igual que en mi adolescencia. Ni el cine ni el fútbol morirán nunca porque seguimos necesitando creer que otro mundo es posible.
Fellini aparece en una escena de la película pero no se le ve, solo se le oye. ¿Por qué?
— Porque yo tampoco lo llegué a ver, solo lo oí hablar. La presencia de Fellini en la película está basada en la realidad: mi hermano fue a un cásting de una película suya que se hizo en uno de aquellos grandes palacios antiguos. Fellini vino a buscar extras en Nápoles y es por eso que forma parte de la película, no es que lo quisiera homenajear especialmente.
En Fue la mano de Dios no hay escenas y composiciones tan barrocas como en sus otras películas.
— Sí, es un film más sencillo y pequeño, hecho de recuerdos y sentimientos. Por eso, instintivamente, opté por una puesta en escena menos compleja. Quería hablar de una manera directa de los sentimientos de los personajes, sin filtros. Y por eso hace falta un estilo no muy elaborado. Con Fue la mano de Dios he descubierto que puedo explicar historias de una manera sencilla.