La buena salud de la cámara catalana
El Trio Fortuny despliega todas las virtudes en el Petit Palau de la Música
Trío Fortuny
- Pequeño Palacio de la Música. 15 de mayo de 2025
Es un hecho evidente y sabido que la música de cámara tiene en Cataluña una buena salud, gracias a grupos avalados por la calidad artística de sus componentes. En caso de que nos ocupa, que el Trío Fortuny está formado por tres grandes músicos (Joel Bardolet, Pau Codina y Marc Heredia) es más que una evidencia. Y su segundo concierto como grupo residente de la temporada en el Palau de la Música (en el Petit Palau, para ser más precisos) lo ha confirmado una vez más.
El programa se abría con tres miniaturas de Josep Maria Guix, que suponían el estreno de una obra basada en tres pinturas de Mariano Fortuny: Fragmentos Fortuny, que pasa a ampliar la nómina de piezas musicales basadas en concepciones pictóricas. Yeso juega en estas piezas (Los niños en el salón japonés, Verano en el porticio y Scherzo-Fandango basado en La vicaría del pintor reusense) con el preciosismo de la miniatura, empleando la carta de un lirismo luminoso y con guiños a la gran tradición de los tríos.
La pieza del músico de Reus ("ganchillo" como Fortuny) daba paso a una obra sensacional y que hacía mucho —demasiado— tiempo que quien firma estas líneas no sentía en directo: elArchiduque de Beethoven, es decir el Elijo en sí bemol mayor op. 97 que el músico de Bonn escribió —parece— entre 1811 y 1814. La obra exuda el colosalismo beethoveniano, concentrado en una formación minúscula como la que integran el violín, el violonchelo y el piano. Y fue ahí, en esta auténtica prueba de fuego, donde los miembros del Trío Fortuny desplegaron su potencial fogoso, sin olvidar el refinamiento propio de una obra que, pese a ser gestada en los inicios del Romanticismo, todavía tiene una base de sinuoso clasicismo. El mismo Romanticismo, ahora ya en plenitud, que constituye el fondo y la forma delArabeske, op. 18 que Robert Schumann gestó en 1839 en una página larga, densa e intensa. A lo largo de sus cuatro movimientos, el Trio Fortuny parecía amoldarse a la perfección a las indicaciones que Schumann marca en la partitura en cuanto a dinámicas expresivas: hubo energía contrastada, hubo fuego y hubo buen gusto por el detalle.