El Cuarteto Casals culmina otro gran proyecto
Concierto memorable para cerrar la integral de los cuartetos de Shostakóvoch en L'Auditori
Cuarteto Casals
- El Auditorio, Sala Oriol Martorell. 15 de mayo de 2024
Hace unas semanas hablábamos del gran proyecto del Palau de la Música con la culminación de la integral de las sonatas para piano de Franz Schubert a cargo de Paul Lewis. Ahora podemos hablar de otro gran proyecto, el que han llevado a cabo esta temporada los miembros integrantes del Quartet Casals con los quince cuartetos de Dmitri Shostakovich (1906-1975). Cuatro meses antes de la inauguración de la nueva temporada del Liceu con la ópera Lady Macbeth de Mtsensk, la última velada con los dos últimos cuartetos del compositor ruso ha supuesto un broche de oro a un ciclo extraordinario –que lamentablemente no hemos podido seguir completamente– a cargo de Abel y Arnau Tomàs, Vera Martínez Mehner y Jonathan Brown, los cuatro integrantes del Cuarteto Casals.
El expresionismo lacerante de Shostakovich se muestra en su obra de cámara y, muy especialmente, en los últimos cuartetos. Un espíritu rasgado, como bien plasmó Julian Barnes en la novela El ruido del tiempo y que es un claro ejemplo del control de los totalitarismos sobre los artistas. Sin embargo, Shostakovich siempre mostró su ideología y sus sentimientos, fuera desde el sarcasmo o desde el llanto contenido y sangriento.
Concierto memorable –ya es redundante, cuando se trata de los Casals– en la Sala Oriol Martorell de L'Auditori, con mucha expectación y concentración por parte de los espectadores, atentos a los mil y un matices que los miembros del cuarteto supieron extraer de ambas obras. Como es habitual en ellos, hay que decirlo.
El protagonismo del violonchelo en el penúltimo cuarteto (op. 142) no fue óbice para que la viola y los dos violines impusieran su autoritaria presencia en la obra, con su elegíaco Adagio, que constituye uno de los lamentos más sinceros de toda la historia de cámara del siglo XX.
Finalmente, el cuarteto número 15 op. 144 fue interpretado desde la contención, a lo largo de cuarenta minutos de música ininterrumpida, y siempre al servicio del tempo Adagio que reclama Shostakovich. El Cuarteto Casals actuó de forma magistral al servicio del discurso de tensiones y distensiones entre el movimiento inicial y el epílogo, con momentos sencillamente hipnóticos como el nocturno o la marcha fúnebre (cuarto y quinto movimientos).