Música

El espíritu de las noches de Zeleste revive en la catedral de Barcelona

Músicos como Carme Canela, Carlos Benavent, Yumitus, Joan Colomo y Ludwig Band participan en el homenaje a la legendaria sala de la calle Argenteria

BarcelonaUn tramo final apoteósico ha hecho memorable el homenaje a la sala Zeleste programado en la avenida de la Catedral de Barcelona dentro de las fiestas de la Mercè. En el recuerdo, Víctor Jou (1939-2023), impulsor de aquel oasis contracultural junto a Santa María del Mar que en los años setenta fue epicentro de la música layetana y tierra de promisión para Sisa, Pau Riba, Gato Pérez, la Orquesta Platería, la Orquesta Mirasol, Toti Soler, Música Urbana y la Compañía Eléctrica Dharma. Todos han tenido espacio en este homenaje, menos Dharma, un lapsus incomprensible por parte de la organización dado que es el único grupo que se ha mantenido en activo desde la fundación de Zeleste en 1973.

El formato del concierto era poco contracultural, pero sí muy atractivo, con el Gran Ensemble del Conservatorio del Liceu, una formación con amplias secciones de cuerda y viento, dirigido por Toni Vaquer y Sergi Vergés, y en la que están implicados músicos de clásica y de moderna. Una formación, por cierto, que no habría cabido en el escenario del Zeleste original. Además, en cada canción han participado invitados de diferentes generaciones: algunos protagonistas de aquellas noches de gloria en la calle Argenteria, como Carles Benavent y Joan Albert Amargós (Música Urbana), Xavier Batllés y Dave Pybus (Orquesta Mirasol), Manel Joseph y Pep Torres (Orquesta Platería), Carme Canela y Rafalito Salazar; y otros más jóvenes pero de algún modo herederos de ese espíritu, como La Ludwig Band y Joan Colomo.

Cargando
No hay anuncios

Vaquer, que dedicó el concierto al "pueblo palestino", se encargó de los arreglos de la primera parte, que comenzó con Joan Colomo comiéndose el primer verso de Cualquier noche puede salir el sol. "No le había apuntado pensando que me lo sabía", ha dicho el músico del Montseny, que enseguida ha reconducido la situación. Sin embargo, cuerdas y metales no recién ligados en la adaptación de la canción de Sisa. Mejor ha caminado Tono de re, de la Orquesta Mirasol, con Batllés y Pybus en el escenario, aunque el arreglo de Vaquer, que es un músico excelente, quizás ha forzado demasiado la máquina del jazz-fusión y ha arrinconado el sonido de la mandolina de Batllés. Por último, la cosa ha fluido perfectamente a partir de Fuente, de Música Urbana, y sobre todo cuando han llegado los arreglos de Vergés, que han jugado más a favor de las canciones, quizás porque no ha perseguido grandes parafernalias y seguramente porque eran canciones en el sentido más estricto. Aquí es cuando ha brillado la voz maravillosa de Carme Canela, la maestra de tantas vocalistas del país: primero, con Mario Mas en la guitarra, ha despegado elEpigrama de Salvat-Papasseit que musicó a Toti Soler, y después ha cantado el bolero Granito de sal que le dedicó Gato Pérez, de quien también se ha revisitado La curva del morro y Gitanitos y morenos, una con Rafalito Salazar como voz solista y la otra con Yumitus.

Cargando
No hay anuncios

Vergés, salsero y rumbero por naturaleza (formó parte de la Platería), ha hecho que la orquesta desplegara toda su capacidad bailable con los temas del Gato Pérez, y también con Ligia Elena, la canción de Rubén Blades que la Platería popularizó en las carpas catalanas. Pese a que Manel Joseph ya no tiene la voz que pide semejante pieza, el público se ha animado a bailar y la versión ha conseguido el objetivo perseguido. Además de las dos maravillas de Carme Canela, el otro gran momento de la noche ha llegado con el homenaje a Pau Riba, "un cinturón negro de hippie", tal y como le ha recordado Vergés. El reto lo ha entomado La Ludwig Band, herederos declarados del genio de Yo la doña y el sapo, y "unos tíos que tienen mucha temple", según Vergés. El cantante del grupo, Quim Carandell, ha puesto todo el corazón en Rosa de abril (el amor se pone) y Cuando Mercè está contenta, que han sonado con el toque de rock necesario. Con la avenida de la Catedral rendida, el concierto ha acabado con todos los invitados en el escenario para interpretar una adaptación de Se fuerza la máquina, de Gato Pérez, que Vaquer ha sabido llevar por distintos colores, de la rumba al jazz, manteniendo el espíritu bailable y dando espacio a las coristas del ensemble.