Un Everest musical
Kenneth Weiss protagoniza un broche de oro en el ciclo Palau Bach
Kenneth Weiss
- 'Larte de la fuga'
- Pequeño Palacio de la Música. 5 de junio de 2025
Hay obras que, como decía Riccardo Muti en relación a la Misa solemnios de Beethoven, cuando se interpretan suponen para el artista que las aborda ascender a un Everest musical. Es lo que ocurre, por ejemplo, con los dos libros deEl clave bien templado o con los catorce contrapuntos que integran El arte de la fuga de Johann Sebastian Bach. Ambas son obras enciclopédicas, que compendían la grandeza del compositor, su ética y su estética, además de su ciencia musical. Quizás debido a esta concepción tan técnica –no exenta de sensibilidad–, que las convierte en piezas austeras y ascéticas (inherentes, por otra parte, al luteranismo insobornable de Bach), se programen poco. En consecuencia, poder escucharlas enteras en directo supone un privilegio para el espectador.
Hay que decir, además, que la tarde-noche del jueves el Petit Palau ofreció una de esas imágenes que hacen gozo y que resultan raras en este espacio adyacente a la sala modernista del Palau de la Música: estaba prácticamente lleno. Y no sonó ningún móvil (¡alabanzas sean elevadas a los recintos sin cobertura!) y la poca tos hizo acto de presencia de manera contenida y educada, y tan sólo cuando Kenneth Weiss se secaba el sudor entre fuga y fuga.
Lo cierto es que el clavecinista norteamericano desplegó un virtuosismo indiscutible, pero que también dejaba ver una refinada sensibilidad, si bien El arte de la fuga –por las razones que esgrimíamos más arriba– no busca la expresión dramática, sino exhibir la destreza de Bach en el contrapunto y en el diálogo entre temas y contratemas, así como la originalidad de las fugas. Sin embargo, se adivinaba en manos de Weiss un acento expresivo y de medida contención emocional en la exposición de las célebres cuatro notas del último canon en contrapunto (si bemol, la, don y si natural) y que simbolizan, como es sabido, las cuatro letras del apellido BACH.
Las variaciones al final del concierto supusieron un broche de oro en el ciclo Palau Bach. Se había generado un clima intimista (con espectadores dispuestos en torno al clavicémbalo) que el público supo agradecer. Y Weiss tuvo el detalle de señalar la partitura, a la que cabe aplaudir sin discusión.