Festivales de música en Reino Unido: ¿una burbuja a punto de estallar?
El aumento de costes amenaza a los pequeños y medianos festivales del verano británico, que ha visto desaparecer casi 250 desde el 2019
LondresEn 2024, grandes estrellas de la música como Taylor Swift, Charli XCX y Bruce Springsteen contribuyeron a que la cifra de espectadores en conciertos y festivales del Reino Unido alcanzara los 23,5 millones, generando un impacto económico sin precedentes de 10.000 millones de libras. Según los datos de la asociación UK Music existe un desequilibrio evidente, porque las giras de los gigantes del espectáculo se llevan la gran parte del pastel. Y, más o menos, ocurre lo mismo con los grandes festivales que, queriéndolo o no, amenazan a los pequeños. Porque, quien más quien menos ha oído hablar de Glastonbury, Isle of Wight, Boardmasters, Reading, Leeds y Creamfields. ¿Pero alguien sabe qué es el Elderflower Fields Festival, el Standon Calling Festival o el Waterworks?
Glastonbury y el resto de macrofestivales, así como los grandes nombres de la escena, pueden acabar teniendo un efecto depredador y su éxito (la última edición de Glastonbury ha atraído a casi 200.000 personas) "no es un indicador fiable de la salud de la escena" Universidad de Birmingham especialista en este tipo de eventos. Como en los partidos de fútbol, no es suficiente con llenar los derbis.
La supervivencia del sector y, aún más importante, el acceso de nuevos músicos y bandas al circuito y al gran público necesitan un equilibrio territorial y un circuito estable. Porque en la práctica, como recuerda Pattie, "los pequeños festivales acaban alimentando a los grandes". ¿Una prueba? Lewis Capaldi actuó en el 2019 en el modesto Barn on the Farm, de Gloucester, y en el 2023 ya actuaba en Glastonbury. O Dua Lipa, que se dio a conocer en el pequeño Secret Garden Garden Party en el 2016 y fue cabeza de cartel en Glastonbury en el 2024.
Los pequeños festivales, además, son una parte vital de la red de giras en Reino Unido. Y también un campo de entrenamiento para los equipos de diseñadores de escenarios y de ingenieros de iluminación y sonido. E impulsan la economía de las zonas en las que se celebran. Y, si desaparecen, amenazan de una u otra manera todo un ecosistema que este siglo XXI ha vivido una inflación desmedida. Un dato: cuando John Giddings relanzó en el 2002 el festival de la Isla de Wight, uno de los grandes del país, en el Reino Unido había unos 400. Con el estallido de la pandemia, que contribuyó a pinchar a muchos, se contabilizaban unos 1.500.
Los datos del informe Hometown Glory de la mencionada organización UK Music apuntaban también que el número de "turistas musicales" creció el 23% en relación con el 2023, cuando se registraron 19,2 millones de asistentes. Eras de Taylor Swift, la más lucrativa de la historia, junto con las actuaciones de Sam Fender, Bruce Springsteen, Olivia Rodrigo, Girls Aloud, Chappell Roan, The Killers y Foo Fighters, disparó las recaudaciones. Pero en bolsas muy concretas.
Porque el mismo informe alerta de la crisis que se está incubando. ¿Hay una burbuja, pues, que ya ha empezado a pincharse? El análisis de UK Music también revela que la música en directo sostuvo 72.000 empleos, pero advierte que el sector está bajo gran presión: de hecho, 249 festivales han cerrado desde 2019 y el aumento de costes amenaza la viabilidad de salas y estudios y, también, por supuesto, de festivales. Unos costes que, según la agencia We Are The Fair, de producción de eventos, se han disparado astronómicamente. Sólo un ejemplo: el alquiler de lavabos en 2021 para un festival de dos días con una asistencia de entre 5.000 y 10.000 personas costaba 28.000 libras (32.500 euros) por 250 unidades: en 2024, 54.000. En Glastonbury, este año se destinaron 600.000 libras (696.000 euros) por 4.000 aseos portátiles.
Algunos cierres de festivales han sido sonados. Freddie Fellowes, organizador del Secret Garden Party, en el condado de Cambridge, clausuró definitivamente el evento el año pasado. La razón, afirmaba, es que para sostener costes la entrada debía ponerse a 200 libras (232 euros), un precio muy elevado. Y para cuadrar números siempre hay que tener como aliada la meteorología, lo que permite que todo lo que rodea a un evento –de la venta de merchandising hasta la de cerveza, baterías para móviles, etcétera– alcance las previsiones. Para dejar clara su decepción y despedirse con un gesto impactante, Fellowes ardió el escenario principal en la última noche del Secret Garden Party. Quince años de historia se consumieron entre llamas.
No fue la única víctima del año pasado. De acuerdo con las informaciones facilitadas por la Asociación de Festivales Independientes (AIF), en 2024 se aplazaron, cancelaron o cerraron definitivamente 78 festivales –más del doble de los 36 que desaparecieron en 2023–, y que se añadían a los 96 que se suspendieron sine die a raíz del estallido de la pandemia. Otras de las víctimas del 2024 fueron el alocado Nozstock –aunque ha regresado este 2025– y el Starry Village, un festival ideal para familias.
La AIF, que reúne 142 festivales –desde especializados en rock hasta el indie, el folk, el jazz o la música electrónica–, ya ha contabilizado este año 39 bajas, la última anunciada el 9 de junio, un relativamente reciente nuevo festival, el de Homestead en Somer. Las pérdidas de 2025 representan ya la mitad de los festivales que se perdieron en 2024 y se ha alcanzado casi un mes antes del ecuador de 2025. Si se combinan las desapariciones de los años 2023, 2024 y 2025 con los 96 eventos perdidos a causa de la 2019 ya llega a 249, uno menos teniendo en cuenta la recuperación del Nozstock.
El director general de la AIF, John Rostron, asegura: "La cancelación del Homestead muestra los retos del sector de los festivales independientes. La presión sobre los eventos hace que sea demasiado difícil llevarlos adelante". Rostron pide una "reducción fiscal" ya primeros de junio la asociación presentó una propuesta al gobierno en esa dirección. Piden, entre más ayudas, un recorte del IVA en las entradas en los próximos tres años.