Fin de fiesta, inicio de fiesta, con el homenaje a Alicia de Larrocha, una artista mayúscula
Maria João Pires, Joaquín Achúcarro, Marta Zabaleta y Alba Ventura recuerdan a la gran dama del piano en el Palau de la Música
Homenaje a Alicia de Larrocha
Marta Zabaleta y Alba Ventura, Maria João Pires y Joaquín Achúcarro
Coincidiendo con el fin de las fiestas de la Mercè, ha empezado lo que debería ser otra fiesta musical en nuestra casa: el conjunto de actos conmemorativos en recuerdo de la pianista Alicia de Larrocha (1923-2009), a los que sumaremos pronto los correspondientes a otra música catalana de alcance internacional, la soprano Victoria de los Ángeles (1923-2005).
El arco artístico de De Larrocha abraza setenta y cuatro años de carrera como intérprete (de 1929 a 2003), sin olvidar su faceta pedagógica en la Academia Marshall. Por eso, el concierto del lunes por la noche tenía una significación especial con los cuatro intérpretes presentes en el escenario del Palau de la Música: dos discípulas (Marta Zabaleta y Alba Ventura) y dos colegas y amigos, Maria João Pires y Joaquín Achúcarro.
Alicia de Larrocha actuó en el Palau de la Música en noventa y cuatro ocasiones desde su debut en el auditorio modernista en 1930 hasta 2002. Y sus paredes más que centenarias atestiguan el paso de una artista mayúscula, tan mayor en sus interpretaciones como humilde en la persona. Y su legado quedó demostrado en las intervenciones de Zabaleta y de Ventura, ilustres herederas de la maestría de esa gran dama del piano.
El concierto arrancó con dos pequeñas composiciones de la misma De Larrocha, antes de dar paso al repertorio habitual de la pianista: Albéniz, Granados, Soler, el Debussy de la Suite bergamasque, tres preludios de Rajmáninov y dos estudios de Skriabin.
En conjunto, la velada tuvo, por un lado, las justas y medidas dosis de emotividad gracias a los parlamentos de Joan Vives; por otra, la calidad indiscutible de tres generaciones de intérpretes, que el casi nonagenario Joaquín Achúcarro culminó con los dos bloques dedicados a los compositores rusos (Rajmáninov y Skriabin).
El póquer de ases que ocupaba el escenario demostró que el legado de Alicia de Larrocha tiene asegurada la continuidad, aunque se tienda a añorar veladas irrepetibles con la presencia de la inigualable pianista barcelonesa que, aunque era octogenaria cuando murió, nos dejó demasiado pronto y cuando, seguro, aún tenía muchas cosas que decir delante de un piano.