BarcelonaLa trombonista Alba Pujals (Terrassa, 1992) es uno de esos talentos que otros músicos nunca se cansan de recomendar. La lista de proyectos en los que está implicada y los artistas con los que ha tocado es lo bastante elocuente: The Bop Collective, Lluc Casares Septet, Barcelona Arte Orchestra, Hip Horns, The Penguins (y Reggae per Xics), The Gramophone Allstars, New Cool Collective, C. Tangana... Formada en la Escuela Oriol Martorell, la Esmuc, el conservatorio de Ámsterdam y la Juilliard School de Nueva York, Alba Pujals actúa este sábado 27 de enero en el Ponent Roots Fest de Lleida al frente del quinteto que lidera y con el que ha publicado el álbum Apologia (2023) y el EP Two slides. Vol. 1 (compartido con la trombonista y cantante Rita Payés).
No está nada mal la actividad que tienes. Y además, lideras un quinteto.
— Sí. Y a veces, si son conciertos en verano en festivales, lo presento como sexteto porque da la posibilidad de añadir otro color. Es como hacer entrar a otro jugador en el equipo. Sin embargo, también me gusta el desafío de intentar hacer cosas que podrían tener muchos colores con un quinteto.
¿Cómo es la experiencia como alumna y como docente en una escuela pública de enseñanza musical integrada como la Oriol Martorell?
— Ya desde primaria es muy importante que estés en una clase donde tus compañeros quieran lo mismo que tú quieres. Porque a veces en una escuela convencional, sea pública o privada, cada niño hace extraescolares distintas, y el que toca el violín es el rarote. En cambio, en una escuela como la Oriol Martorell los mismos compañeros con los que juegas en el patio son los que tocan contigo. Y esto es muy importante, porque hay esa cosa de querer tocar como el compañero, de mejorar, de querer que nos pongan juntos en el conjunto de cámara.
¿De tu promoción en la Esmuc había mucha gente que venía de Oriol Martorell?
— Sí, cada vez ha aumentado. Sí es verdad que cuando yo estudiaba en Oriol Martorell solo era una línea. En cuarto de ESO éramos unos 14 estudiantes, lo que también está muy bien para la parte que no es artística. Ahora hay dos líneas, pero ojalá pudiera hacerse algo parecido en todas las escuelas, que no sea solo con el arte, sino quizá con las ciencias.
Hace poco, en el ARA, tanto el pianista Manel Camp cómo el cantante Salvador Sobral alababan la calidad de los músicos catalanes.
— Supongo que la globalización ha hecho que mejoren muchos aspectos y uno de ellos es el acceso que hemos tenido a otras músicas. Y los profesores son músicos que han viajado mucho y se han formado más. Todo esto hace que haya muy buenos alumnos y muy buena calidad. También tienen que ver cambios más profundos. Ahora más o menos puedes dedicarte a lo que quieras, cuando antes te dedicabas a lo que hacía tu familia. Bien, en mi caso mi familia son músicos...
Profesionalmente, era tu madre la que se dedicaba a la música, ¿no?
— Sí, profesionalmente, mi madre y mi tía, pero mi abuelo tocaba el clarinete y el saxo y hacía coblas. Lo que ocurre es que él trabajaba en una fábrica, porque tocando no habría podido subir a cuatro hijas.
¿Y cómo escogiste el trombón?
— Desde pequeña quería tocar la flauta, cantar y ser directora de orquesta. No sé por qué, pero tenía muchas ansias de meterme en el mundo laboral de la música. Me regalaron una flauta, pero con 3 o 4 años era demasiado pequeña para estudiarla y esperé unos años hasta que un día me matricularon en la escuela de Rubí. Ese día ocurrió algo raro. Mi madre me dijo: "Alba, escucha algo... ¿No querrías tocar el trombón?". Y yo desesperada: como es que no lo entiende, que quiero la flauta, ya lo sabéis. Lo que ocurría es que ese curso comenzaba una profesora nueva de trombón y todavía no tenía alumnos. Y decidieron dejarme hacer trombón y flauta.
¿Cuántos años tenías?
— 8 años. Y en el EP que he hecho con Rita Payés, ambas trombonistas, hay un tema que canta ella y en el que yo toco la flauta. De vez en cuando aún lo cojo para cambiar un poco la sonoridad.
¿Con Rita Payés hace mucho que os conocéis?
— Bastante puede que hace 10 años. Rita también fue a la Oriol Martorell, aunque no coincidimos porque nos llevamos siete años, pero nos hemos encontrado a menudo tocando. Este tipo de música se basa mucho en la improvisación. Era la música urbana de antes, o la música tradicional del pueblo, y también se aprende poniéndola en práctica en situaciones reales: en conciertos, jam sessions y encuentros con amigos. Con Rita nos hemos conocido así, en las jam sessions, y después hemos coincidido en muchos proyectos.
Lo de Vol.1 significa que el EP tendrá continuidad, y que el trombón será el protagonista, ¿verdad?
— Exacto. Cuando piensas en un grupo de jazz no te viene a la cabeza la imagen de un trombón. Quizás te venga antes la de un saxo o una trompeta, pero el trombón está en el jazz desde el minuto uno; de hecho, es un instrumento que se ve en todos los estilos. Por ejemplo, si piensas en salsa, piensas más en trombón y trompeta que en saxos.
Y en músicos como Willie Colón, el gran arreglista de trombón.
— Sí, totalmente. Supongo que técnicamente, para llegar a tocar bebop o estilos de jazz en los que suenan más notas, era muy difícil tocar el trombón, por lo que cogió un rol más protagonista el saxo. La trompeta se entiende porque al tener un registro más agudo hacía de voz líder y cogía la melodía. Pero el trombón tiene otra particularidad: tiene el registro de la voz humana; sería como un violonchelo en una formación de cámara. Y como solista, también sirve muchísimo. Es como si estuvieras cantando.
Esto lo explicaba Willie Colón, precisamente, cuando arreglaba para la voz Héctor Lavoe.
— Sí, era como si tuviera un corazón. Y hacía unos arreglos increíbles. Volviendo a lo del Vol.1. Este proyecto fue algo que me encargó la Jazz Cava de Terrassa hace años. Me apetecía tocar con Rita y hacer un quinteto con dos trombones, como el que tenían JJ Johnson y Kai Winding, pero que no fuera solo estrictamente jazz. Más adelante me gustaría poder hacerlo con diferentes trombonistas, y quizás dentro de diez años decido planchar todo esto en dos vinilos, o hacer una edición de solo trombones que también servirá para gente que le guste el trombón para descubrir la riqueza del instrumento. Con Rita, cada una tiene su estilo, aunque nos acercamos bastante porque venimos de jazz y somos de aquí, aunque ella es más reconocida quizá por los boleros. Por eso en el disco hacemos este bolero, Me hiciste creer. También hay La voglia, la pazzia, que es una bolsa, que podría definirnos a ambas, porque un jazz-bolsa es muy típico en el jazz.
Y del jazz catalán, muchísimo.
— Sí. Y después tenemos Kai, que es un shuflle instrumental, más de decir: ¡vamos a lucirnos el trombón!
La voglia, la pazzia ¿la conocías de mucho antes?
— Sí. Creo que Toquinho vivía en Italia cuando hizo este tema. Sí la conocía, sí. ¿Pero sabes lo que me hace más ilusión de esto? Cuando grabamos el tema, se lo enseñé a la madre de la mi de pareja, y me dijo que le encantaba que la incluyéramos en el disco. Me gusta mucho poder conectar con gente de otras generaciones con la música. Me siento afortunada.
La coyuntura musical del país hizo que hace quince años, a raíz de la crisis económica, los instrumentos de viento-metal perdieran protagonismo en directo porque los grupos no podían permitirse pagar a los músicos. Luego la tendencia cambió y trompeta, trombón y saxo han ganado peso en los conciertos. ¿Esto te favorece?
— Sí, aunque cuando estás en un escenario como sección de vientos, siempre quedas en un segundo plano. Bueno, no en todos los proyectos, porque en Reggae per Xics, por ejemplo, la sección de vientos está delante y en la misma línea que los cantantes. Y cuando tocamos vemos a los niños y niñas boquiabiertos mirando la sección de vientos, y a menudo vienen con trompetas y saxos de plástico y todo. Por lo general, aquí ha habido un auge de volver a los instrumentos de viento, con grupos como las Balkan Paradise Orchestra. Los conservatorios están llenos, y creo que en el Taller de Músicos de trombones no faltan. Pero también he visto muchas bandas que han empezado con vientos y les han sacado por cuestiones económicas, y piensan que pueden suplantarse con el teclado, pero eso se nota. Yo soy más optimista que pesimista, aunque me queje mucho. También hay mucha gente asustada con la inteligencia artificial, pero los músicos seguiremos haciendo falta y la música en directo y la improvisación tendrán aún más valor.