BarcelonaRaimon (Xàtiva, 1940) sigue compartiendo vivencias y reflexiones. Después del dietario Personal y transferible (Empúries, 2023), con anotaciones de los años 1982 y 1983, ahora publica Pincha de tiempo (Empúries), sobre una época de dudas y angustias diversas.
El Raimon de hoy (83 años) dobla en edad al Raimon de Pincha de tiempo, escrito entre 1984 y 1988.
— 83? ¿No eran 38?
Temo que no, pero tranquilo, que aparenta 80 [ríen]. ¿Qué siente por aquel Raimon?
— Era una persona abierta al mundo, curiosa y ávida por saber cosas, actitud que todavía tengo.
¿Escribía el dietario para hacer dedos o por auténtica necesidad de explicarse a usted mismo?
— Al principio fue para aprender catalán. Porque para mí, desde la escuela de cagones, todo fue en castellano. Llegó un momento en que digo: “Tengo que aprender mi lengua”, ya medida que quieres escribir, necesitas la palabra, vas y buscas.
¿Cómo sería esa ignorancia que reconoce que no sabe cómo escribió Al vientoen catalán.
— Porque era lo que hablábamos, era la lengua viva.
En el dietario está la presencia constante de Annalisa. Dice: “¿Qué habría sido mi vida sin ella? No quiero ni pensarlo. Qué suerte he tenido”.
— Pues ahora, igual. Lo puedo seguir diciendo sin lugar a dudas.
¿Ella también lo dice?
— Sí, también [ríe]. Quizá no sea tan expresiva, pero también lo dice.
Por eso se asusta mucho cuando a ella le extirpan dos tumores malignos, uno en cada pecho, en febrero de 1983.
— Annalisa ha sido muy castigada de enfermedades y hemos pasado momentos muy feos.
Hasta el punto de que hay un momento que dice: “Llego a pensar en el suicidio de ambos”.
— Sí, claro, porque si se iba ella, me iba yo con ella, por supuesto. Esto lo tenemos claro. Hemos vivido juntos, juntos. Nos casamos en 1966 y esto lo tenemos claro ambos, lo tenemos apalabrado.
Nunca habla de sentir la ausencia de hijos.
— No, ambos llegamos a la conclusión de que no teníamos ningún interés en tener a nadie más, porque nos complicaría las cosas. Nosotros hemos tenido una vida muy viajera y ambulante. Dime cuántos cantantes en catalán han hecho dos giras en Japón, han cantado en Estados Unidos, Francia, Alemania, Suiza, Gran Bretaña, México, Venezuela…
Lo sorprendente es que un gigante de la música está lleno de dudas. Algunas citas: “No puedo más trabajar en estas condiciones. Si no se ve ningún cambio, tendré que ir pensando en otro oficio”; “Necesito saber dónde estoy”; “Estoy harto de hacer de Raimon, y de dudar de seguir cantando en un país que me malentiende casi siempre desde que empecé”. Claro, nosotros pensamos que siempre le hemos conocido igual.
— [Ríe] Yo he tenido esa sensación de no ser entendido, por ejemplo, cuando he cantado Ausiàs March.
Pero si Velas y vientos ha sido aclamada.
— Sí, pero me decían: “No se entiende nada. «Haciendo caminos dudosos por el mar». Pero, tío, ¿qué te ha pasado? Acabarás para que nadie te entienda”. Y, después, ser Raimon te obliga a hacer cosas que quizás no te gustan. El nombre tiene una dimensión cívica y social, y entonces cada uno se hace su criterio sobre qué es Raimon, y Raimon no tiene el mismo criterio que tiene esa persona sobre Raimon. Y esto es incómodo. Yo he dejado de ganar mucho dinero, porque los partidos políticos querían que yo fuera a cantar a sus actos, y eso lo pagan bien, y siempre he dicho que no.
¿También decía que no a los suyos?
— Sí, sí, nada tiene que ver una cosa con la otra.
Hombre, son los suyos.
— No, yo no tengo míos.
¿Usted no era comunista?
— Y de las JONS [ríen]. No, yo he sido mucho criterio propio. He sido mucho del Partido Comunista italiano, que no era nada estricto ni rígido. Aquí estaba el PSUC, que era más que un club, pero nunca he estado en ningún partido político. Esto posiblemente viene de mi padre, que era anarcosindicalista. Era duro constatar que la izquierda era inactual. No hemos tenido suerte.
Con su madre, cada Primero de Mayo cantaban La Internacional por teléfono.
— Una vez desde Nueva York, con la versión popular que decía: “Llega los de la cuchara, abajo los del tenedor, que mueran todos los fascistas, viva el brazo trabajador”.
Lo sacó de quicio Paco Umbral cuando escribió: “A Bob Dylan le hizo la Guerra de Vietnam y al Raimon lo hizo Franco”.
— Es la típica estupidez del Umbral, que escribió muchas. ¡Qué cojones me ha hecho a mí Franco! Todo lo contrario. Mi padre en prisión, un hermano de mi madre fusilado... ¡Eso es lo que Franco me hizo a mí! Y va éste y dice que si no hubiera habido dictadura, las canciones de Raimon no habrían existido. Si yo hubiera hecho sólo Digamos no, todavía. Pero también había hecho desde Espriu hasta Ausiàs March. Pura ignorancia.
Quedó muy tocado cuando murió Espriu.
— ¡Por supuesto! Espriu para nosotros fue como una especie de segundo padre catalán. Era el prototipo de la persona educadísima de Barcelona, amable y dispuesta. Con él pasamos momentos muy divertidos, porque tenía un gran sentido del humor.
Usted plegó hace siete años, en mayo de 2017.
— Madre mía, siete años. Me lo pensé muy bien, porque no quería seguir sin tener las capacidades de siempre. Era lo que dicen los italianos, finire in bellezza.
¿Ha cogido la guitarra?
— Poco, muy poco.
¿Y ha escrito alguna canción?
— No, canciones no. Algún poema sí, pero no son buenos, no me acaban de hacer el peso.
¿Qué querría decir ahora en sus versos?
— Tengo 83 años. Y a partir de que hemos puesto el 8 delante lo hemos notado. Y este punto de jubilación te aparta sin querer de cosas que has hecho de forma habitual hace sólo 4 o 5 años. Quiero decir que ya estás más allá que aquí. Ha sido una vida complicada, pero hemos ido juntos siempre a todas partes con Annalisa y he cantado en catalán por más de medio mundo, lo que no era pensable... Estoy contento de haber hecho esto.