BarcelonaSería demasiado presuntuoso decir que La Ludwig Band es el grupo que necesitaba la música catalana. En cambio, quien haya ido a un concierto de este grupo surgido de la más gloriosa nada seguramente estará convencido de que La Ludwig Band es justamente lo que necesitaba para que esa noche fuera única y especial. Tienen todo lo necesario, y a l vez: las canciones, la interpretación y la puesta en escena. Son Pau Riba con la E Street Band, Sisa con la Plateria y Bob Dylan en bañador encaramado en un acorde mayor. Después de los discos Al límit de la tonalitadt (2020) y La mateixa sort (2021), después de canciones como S'ha mort l'home més vell d'Espolla y El fill del rei y de más de un centenar de conciertos, La Ludwig Band publica este viernes el álbum Gràcies per venir, editado conjuntamente por The Indian Runners y Cerámicas Guzmán, el sello de los Manel. Hace unos meses ya habían avanzado alguna pieza, como las espectaculares El meu amor se n'ha anat de vacances y Manela, no vull currar per vostè, que ahora llegan acompañadas de otras canciones igualmente sólidas.
Para hablar de todo ello, la cita es en Barcelona, en la Guingueta del Parque de Joan Miró, lugar de encuentro elegido, dicen, porque es el punto equidistante de los domicilios de los seis componentes del grupo: Gabriel Bosch (guitarra), Quim Carandell (voz y guitarra), Roger Cassola (batería), Pau Esteve (teclados), Andreu Galofré (bajo) y Lluc Valverde (clarinete y saxo). La Ludwig Band se explica entre una primera pregunta, sobre asumir las expectativas, y la última, sobre espolear/abuchear al público, como hicieron en el Mercat de Música Viva de Vic.
Más ilusión que responsabilidad
"Hemos pasado una época de ir por el mundo sin acabar de vernos"
"Encararemos la publicación con ganas e ilusión", dice Andreu Galofré. Con más ganas que responsabilidad, dadas las expectativas generadas en los últimos meses? "Sí, totalmente –añade Quim Carandell–. Veníamos de un año de hacer cien conciertos, después hicimos teatro y en abril fuimos a grabar el disco que en junio debía estar terminado. Fue una época bastante intensa, de trabajar mucho, de dormir muy poco y de ir por el mundo sin acabar de vernos. Ahora vamos recuperando un poco el contacto con la realidad poco a poco, y hemos llegado ahora a la semana de la verdad mucho más tranquilos e ilusionados". Hay tranquilidad por el trabajo bien hecho. "El otro día estuve jugando a hacer una comparación con el disco anterior, canción a canción, y ganaba el nuevo, porque El meu amor se n'ha anat de vacances gana en Judicis en menor, claramente", asegura Carandell.
Bruce Springsteen
"Siempre ha estado allí, como referencia, como ídolo"
Los adelantamientos que han publicado antes de la salida del disco hacían pensar que Bob Dylan había abandonado el universo de La Ludwig Band y que su sitio lo había ocupado Bruce Springsteen, sobre todo en canciones como Contraban, construida alrededor del riff de Glory days. "El Bruce siempre ha estado allí, como referencia, como ídolo", admite Pau Esteve. "Nos gusta mucho. Es un buen compositor de pop-rock, y tiene un directo muy potente. A nosotros también nos gusta que el público cante con nosotros", dice Galofré. Además, La Ludwig Band exprime la magia del teclado y el saxo. "Ya somos eso, una versión reducida de la E Street Band, ya la hora de arreglar las canciones muchas sonavas como Bruce", explica Roger Cassola. "Springsteen es un cantautor con banda, que es lo que somos nosotros –dice Carandell–. Era inevitable reflejarnos en él y la Street Band más allá del estilo y de la caja del batería, de Max Weinberg, que es una poco la novedad de este disco, ir a buscar la caja de Max. Pero, aparte de eso, nos interesa como modelo de gestión de un proyecto artístico".
Cabe decir que la huella de Springsteen no siempre juega a favor del grupo, que ha dejado de lado composiciones como Judicis en menor, una magnífica canción del disco anterior ausente en el repertorio de los conciertos. "La intentábamos construir mucho desde abajo, y el directo funciona mucho mejor sin preliminares", apunta Carandell. "Es más fácil hacer rock'n'roll", completa Esteve. Entran entonces en un debate sobre las canciones que Springsteen tampoco sabe hacer funcionar en directo. "Bruce las toca solo mientras el resto de la banda lo mira", dice Cassola. "Piensa que siempre le queda fatal Waiting on a sunny day", opina Carandell. "¿Y cuál era la que tocó cuando decidimos ir a buscar las birras?", pide uno. "The rising", responden el resto, recordando los conciertos de Springsteen de abril en el Estadi Olímpic Lluís Companys.
¿Y Bob Dylan?
La influencia del disco 'Blonde on blonde'
Springsteen está bien presente en Contraban y otras canciones como Per allà Lesseps –"una mezcla de Hungry heart y Tenth avenue freeze-out", asegura Cassola–, pero Bob Dylan no se ha ido de vacaciones. Su influencia, concretamente la del disco Blonde on blonde, es casi estructural. En El dia que et perdoni, otro de los monumentos del disco, la referencia es Sad eyed lady of the lowlands, informa Cassola, y "el sonido de órgano de Like a rolling stone [del álbum Highway 61 revisited]", completa Esteve. En otros casos, la huella de Dylan es más profunda: la Maria de la springsteeniana Contraban, que conecta con la Marta del primer disco, "es un personaje completamente inventado, pero la estructura de la letra está muy copiada de Visions of Johanna", dice Carandell. Lo que no pudieron hacer fue tocar en la Rambla cuando Bob Dylan actuó en el Liceu, tal y como habían prometido en Twitter. "Descubrimos que no es tan fácil dar un concierto en la calle", admite Esteve.
Referentes antiguos para públicos de hoy
"Lo más importante es la canción"
¿Por qué un público formado por menores de 30 años disfruta tanto en conciertos de La Ludwig Band que invocan referentes como Bob Dylan, Bruce Springsteen, Pau Riba, Sisa? "Es que lo importante es la canción, que trasciende estéticas y estilos. Es evidente que los padres de algunas de nuestras canciones son de los sesenta y los setenta, pero nosotros no estamos haciendo música de los setenta, sino del 2023", dice Cazuela. Quizá la clave sea que uno de los aciertos de La Ludwig Band es hacer que la mayoría de las influencias sean transparentes y que a la vez amplifiquen la singularidad del grupo. O cómo gestionar la familiaridad y la originalidad. Un buen ejemplo es Manela, no vull currar per vostè, enriquecida con bongo y trompeta por lo que todo es como Sisa cantando con la Orquesta Plateria.
Los Manel
¿La referencia inevitable?
A menudo se ha comparado a La Ludwig Band con Manel. "Y nos lo preguntaban todo el rato", dice Carandell, que siempre había intentado deshacerse de esa sombra... hasta que deciden coeditar Gràcies per venir con el sello de los Manel, Cerámicas Guzmán. "Es una buena coedición y con los Indian Runners se han hecho amigos y se han ayudado mucho. Estamos muy contentos de cómo ha ido todo", asegura Galofré. "Nos ayudan en todo lo que no es musical: la promoción, el calendario de publicación, la organización, encontrar entrevistas...", dice Carandell.
El yo poético
"Ay, Dios mío, a Quim le habrá pasado algo"
A diferencia de los discos anteriores, en los que los protagonistas de las canciones eran personajes (unos milicianos enamorados, un temporero albanés, un pirata o el hijo de un rey), en Gracias por venir las letras de Carandell son más "autorreferenciales". "Escuchando el disco, puedes imaginarnos mucho más a nosotros haciendo nuestras cosas que cuando cantábamos Quan les hores no portaven enlloc, que claramente no iba sobre nosotros", explica Carandell. Aunque el letrista dice que en ningún caso era la intención, hay canciones como Has tornat a venir, Judes y El gronxador que parece que hablen del grupo, sobre todo por versos como "Ens anàvem a menjar el món. / D'això, amic, no en tinc cap dubte" y "La fortuna és una nòria / i la sort un gronxador". "A todo el mundo le ha venido por ahí, supongo que porque el cliché del músico hablando sobre sí mismo es un clásico –responde Carandell–. Con El gronxador no quería hacer una canción sobre los vaivenes de la fama, sino sobre los vaivenes de la vida en general".
Nuevamente, rencor y mala leche son invitadas a las canciones de La Ludwig Band. De hecho, el yo poético parece especialmente cabreado en El dia que et perdoni. "Pero tengo la sensación de que está menos enfadado que antes. De hecho, está mucho mejor", asegura Carandell. ¿Y qué piensa el resto del grupo de las letras? "Cuando las sientes dices: ay, Dios mío, a Quim le habrá pasado algo. Pero tampoco le preguntamos demasiado el origen de las canciones", dice Galofré. En cualquier caso, es muy remarcable la originalidad poética de un letrista que canta cosas como "estamos hartos de historias de Julietes y Tristán" o "no val rimar vida con mentida". "Hay mucho rigor con la rima y la métrica, que es algo que me gusta mucho", admite Carandell.
El alcohol
"Es el disco que más sobrios hemos grabado"
"Invitadme a un cubata", "estaba borracho y aburrido", "cuando te coja las llamadas de borracho arrepentido", "habíamos bebido más de la cuenta", "llena dos copas de vino"... En la mitad de las canciones del disco hay alguna referencia al alcohol. "Sí, es verdad. Hay que decir que es el disco, y eso es empíricamente probado, que más sobrios hemos grabado. Y más sobrios, quiero decir, completamente sobres todo el rato", informa Carandell. "Pero eso no quiere decir que en los demás fuéramos borrachos", matiza Galofré. "Bueno, en el segundo disco grabé un solo de guitarra a las tres de la madrugada que...", recuerda Carandell. "El otro día los Tyets dijeron algo espantoso, que no necesitan hablar de drogas para ser guays, que para hacer la música que hacen no hace falta hablar de drogas y de putas", dice Lluc Valverde. "Pacto entre caballeros, de Sabina, es la nueva canción que debemos copiar", sentencia el cantante, que más adelante trata de ser más conciliador: "Aunque no hablan de alcohol, los Tyes son gente simpática".
Lo menos convencional que han hecho en directo
Una tarde con Gabriel Rufián y Yolanda Díaz
Los conciertos de La Ludwig Band son poco convencionales de índole, de estética aparentemente desgarbada y un vestuario que parece espigado del cajón de los malditos de una compañía de teatro decadente. Cuando les piden por lo menos convencional que les ha pasado en directo, recuerdan el concierto del pasado 14 de septiembre en los jardines del Centro Cultural-Librería Blanquerna, sede de la Delegación del Gobierno en Madrid. "Lo organizaron todo muy bien, con un gran sistema de sonido, buen dinero de la Generalitat, estaba todo incólume, excepto el pequeño detalle de pedir permisos. En el edificio de enfrente, donde se encuentra el Círculo de Bellas Artes, estaban haciendo una convención de algo, y llamaron a la policía", explica Esteve. "Y vinieron muchas lecheras", dice Valverde. "Entre el público estaban Yolanda Díaz y Gabriel Rufián. Aquel evento era algo político por todo esto de la investidura. El caso es que hicimos la última canción sin amplificación, sentados en el escenario, y fue bonito en ese sentido, si no hubiera sido un S'ha mort más, como lo hemos hecho en cien conciertos, y fue diferente", añade Esteve. "Cuando Yolanda se marchó, se quedó el Rufián y aparecieron las lecheras", insiste Valverde.
El público
Animarlo o abuchearlo
"Un concierto no es algo unidireccional que nosotros os vomitemos en la cara y vosotros no se hagan responsables de nada", reprochó Carandell al público del Mercado de Música Viva de Vic. "Es que interactuar funciona para que la gente se anime. Es todo un poco exagerado, ya Quim le gusta. Además, como ocurría en Vic, un público sentado debe tener motivos para pasárselo bien. Estás más predispuesto si estás de pie con una birra en la mano que sentado, y por eso creemos que es guay soliviantarlo un poco", dice Esteve. "No nos conforman con una reacción normal", concluye Carandell. Es una frase que describe perfectamente la ambición de La Ludwig Band.
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