Ópera

El ‘Nabucco’ de Verdi, ópera en estado puro en Peralada

Nicola Luisotti dirige con una energía desbordante la orquesta y coro del Teatro Real

Marta Porter
y Marta Porter

'Nabucco'

Festival de Peralada. 30 de julio

Verdi renació este sábado con aquella fuerza demoledora que te deja clavado en la silla. El Nabucco que escuchamos en el Auditori de Peralada fue fascinante. Asistimos a una gran noche operística, de aquellas en las que todos los elementos confluyen para hacer buena música. Incluso el hecho de que la ópera fuera en versión concierto y que ni siquiera hubiera subtítulos ayudaron a dirigir la atención hacia la música.

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Con una orquesta y coro del Teatro Real dirigidos por Nicola Luisotti en estado de gracia –venían de hacer quince funciones en Madrid– y unos cantantes al más puro estilo verdiano, empezando por la grandísima soprano Anna Pirozzi al no menos buen barítono George Pétean, el drama estaba servido. Desde los primeros compases de la apertura, Nicola Luisotti dirigió con una energía desbordante, un tiempo fluido y una dedicación a los matices que hicieron salir todos los colores y timbres posibles de la orquesta y el coro.

Pirozzi, gran estrella

Anna Pirozzi fue la gran estrella de la noche. Con una voz de una potencia excepcional, se mostró como una grandísima Abigaille, haciendo honor a uno de los personajes más exigentes vocalmente de todo el repertorio operístico, con unos agudos imposibles codeados con unos graves extremos. Su voz, de una belleza tímbrica que recuerda a las grandes voces verdianas del pasado, le permite pasar de soprano lírica, con fluidez, agilidades en la coloratura y pianos audibles en todo el auditorio, a soprano dramática de primera categoría en volumen y extensión, imponiéndose por encima de la orquesta y la gran masa coral.

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A su lado, el barítono George Pétean se impuso como un gran barítono verdiano, con una voz generosa y fluida al servicio de un protagonista que es capaz de mostrarnos los estados de ánimo de su rol que transita, desde la soberbia hasta la compasión. Su dúo con Pirozzi al inicio del tercer acto fue antológico. El tercer gran triunfador de la noche fue el bajo ruso Alexander Vinogradov como Zaccaria, con un registro potente que va de las notas baritonales a las de bajo profundo con un canto cálido y un fraseo especialmente bonito.

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El tenor Mario Rojas, de voz bonita y expresiva, quedó bastante aguado entre tanta voz verdiana, a pesar de que su papel tampoco es demasiado preponderante, así como la mezzosoprano Silvia Tro Santafé, que tiene un instrumento manejable y bello, pero a quien le falta un punto de potencia en medio de tanta energía. Simon Lim. Fabián Lara y Maribel Ortega fueron unos correctos secundarios.

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Un coro poderoso

El último gran protagonista de la velada fue el coro del Teatro Real, una masa de cerca de ochenta personas que en las manos de su director, Andrés Máspero, se ha convertido en un instrumento sólido, muy engordado y de una fuerza interpretativa descomunal. En Nabucco, Verdi utiliza el corazón como un personaje más, el pueblo asirio y hebreo, opresor y oprimido, que con su Va pensiero se ha convertido en icono de las luchas políticas y la pieza más emblemática de la obra. El Coro del Real se mostró poderoso y muy empastado a la vez que Nicola Luisotti extraía un Va pensiero lleno de matices y cambios de dinámica.