Una noche de música mayúscula y en mayúsculas que costará olvidar
Noche rusa en la japonesa con la Filarmónica de Tokio en el Palau de la Música
Orquesta Filarmónica de Tokio
- Palacio de la Música. 6 de noviembre de 2025
Tengo que confesar mi escepticismo en el momento de poner los pies en el Palau el jueves por la noche. Porque llegaba con el prejuicio de pensar que escucharía un buen concierto, gracias al buen nivel técnico, incluso al excelente nivel técnico, de la Filarmónica de Tokio. Y poco más: lo tan tópico de la frialdad asiática.
Pero los primeros acuerdos del Concierto para violín de Tchaikovsky me convencieron de que la excelencia técnica se complementaba con una exitosa musicalidad. El gesto preciso pero contenido de todo un veterano como Myung-whun Chung, que dirigió a ambas partes sin partitura, también hacía presagiar grandes cosas. Y, por supuesto, la prestación como solista de Maxim Vengerov me hicieron creer en el más allá.
El concierto del compositor ruso fluyó con los justos contrastes expresivos que pide la partitura. Y el virtuosismo de Vengerov superó todas las expectativas, complementado con un discurso de gran coherencia. Y el bis (sempiterno Bach), ¡de ensueño!
La segunda parte nos reservaba el plato fuerte que siempre es La consagración de la primavera. De nuevo, la batuta enérgica pero nada expansiva ni histriónica de Chung supo sacar de la orquesta nipona un sonido de máxima contundencia pero de cero estridencia. Virulenta en los staccati de la cuerda a las Danzas de las adolescentes y alucinando a la Danza de la tierra. Las primeras frases del fagot al inicio del ballet constituyeron ya una lección magistral en sí misma, y la cosa continuó con la inmejorable salud de todas las secciones. Además, y pese al sonido granítico que extrajo Chung, la lectura global disfrutó de la justa transparencia para que se pudiera escuchar la infinita gama de colores, de timbres, de rítmicas contrastadas y amalgamadas, además de la narrativa inherente a una de las composiciones más trascendentales del siglo XX, que, ciento doce años, de ciento doce años puño.
La calidad de la velada fue justamente respondida por un público que prácticamente llenaba el Palau y que contaba entre sus asistentes con muchos ciudadanos del país del sol naciente. Un agobio bien justificado en una noche de música mayúscula y en mayúsculas que costará olvidar.