Crítica musical

Veinte años después, música para más de 190 muertes

Teodor Currentzis dirige el 'Réquiem' de Mozart en L'Auditori dos décadas después de los atentados del 11-M en Madrid

MusicAeterna

  • Dirección: Teodor Currentzis. Con Elizaveta Sveshnikova (soprano), Egor Semenkov (tenor), Andrey Nemzer (contratenor), Alexey Tikhomirov (bajo) y Olga Pashchenko (fortepiano).
  • Programa: 'Concierto para piano y orquesta núm. 24 en do menor, K. 491' y 'Misa de réquiem en re menor (K 626)' de Mozart

El lunes cumplió veinte años que, el 11 de marzo del 2004, tras una jornada teñida de sangre por los atentados islamistas en Madrid, Ibercamera celebró el único concierto en una Barcelona que, por respeto a las víctimas y en señal de luto, cerró salas de fiestas y de espectáculos. Pero aquella velada en L'Auditori tenía sentido, porque se interpretaba la Sinfonía núm. 6, Trágica, de Gustav Mahler. Veinte años después, el mismo día, se celebró un concierto promovido por la misma empresa y con un programa que también podría sonar a homenaje a los más de 190 muertos de Madrid. Porque el Réquiem de Mozart es la respuesta que el músico de Salzburgo, el último año de vida, da a la idea de la muerte, "la mejor amiga del hombre" según había escrito cuatro años atrás en una carta dirigida a su padre.

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Mozart siempre fue un gran hombre de teatro, y no sólo por sus óperas. Éste es el punto de partida de la lectura de Teodoro Currentzis, que busca el efectismo teatral (no dramático) de una obra que se puede leer como relato sobre la muerte. Y entiendo perfectamente que haya quien no le compre el concepto, porque además Currentzis lo escenifica con histrionismo y ego descontrolados, aunque algo es incuestionable: la calidad del corazón y la orquesta es mayúscula y sin fisuras. Y con una diferencia cualitativa en relación a cuatro solistas que no pasaron de discretos, salvo el contratenor Andrey Nemzer. También fue interesante que se añadieran la antífona gregoriana al principio y la versión adaptada para corazón y orquesta de la Marcha fúnebre para un funeral masónico, además del inicio de la fuga que Mozart había planeado como conclusión del Lacrymosa.

Por todo ello, quedó sin encanto el Concierto para piano núm. 24 en do menor, que la (por otra parte) excelente pianista Olga Paschenko interpretó con un fortepiano copia del instrumento Walter que Mozart tenía en su casa. La discreción de la primera parte se debió a la problemática acústica de un recinto inmenso como L'Auditori, poco adecuado para la discreta proyección sonora de un instrumento que tuvo que amplificarse. Y, pese a la excelencia de la intérprete, la pieza no lució y Currentezis tampoco parecía demasiado cómodo con la opción elegida.