Mala Rodríguez: «No me gusta nada la palabra 'víctima'»
BarcelonaMaría Rodríguez (Jerez de la Frontera, 1979) es Mala, pionera del hip hop español desde que publicó el disco Lujo ibérico (2000), y hoy todavía marcando el paso en álbumes como el lacónico Mala (2020). Ahora se explica en el libro de memorias Cómo ser Mala (Temas de Hoy), conjunto de música, amor, sexo, dinero y sobre todo la necesidad de entender quién es.
¿Hay recuerdos que te ha dolido poner en el libro?
— ¡Por supuesto! Ha sido la terapia de mi vida. A nadie le gusta recordar ciertas cosas. Pero en realidad ha sido muy bueno porque he hecho un Marie Kondo, he arreglado muchas cosas.
En Cómo ser Mala analizas tu carrera desde el punto de vista artístico, hay partes más íntimas y familiares, algunas más dolorosas que otras, y también hablas de tu extraña relación con el dinero.
— Supongo que esto del dinero es por la educación.
¿Por eso dices que "no hay educación financiera para los que venimos de bajo"?
— Somos autodidactas. He visto tantos documentales de jugadores de baloncesto que se arruinan... Aun así, hoy en día la gente está bastante más informada y creo que ya no es como hace quince o veinte años.
Durante un tiempo tuviste un negocio de compraventa de coches en San Diego, California, que fue muy productivo. Dices que había "un margen de ganancias bastante inquietante". ¿Cómo te metiste en este negocio?
— Me hice amiga de la persona que me había vendido un coche. Hubo tan buena vibra que me explicó cómo iba el negocio. Se trataba de comprar coches súper reventados pero de buena calidad, repararlos en Tijuana y ponerlos a la venta en la web Craigslist. Me lo pasé súper bien. Era como entrar en otro mundo. Así es mi vida, siempre me pasan cosas sorpresivas.
¿Te imaginabas que se podía ganar tanto dinero de la compraventa de coches?
— No, porque en España el margen es bastante más reducido. Además, San Diego tiene Tijuana al lado, y ahí puedes hacer las reparaciones. Esto te permite jugar con un margen bastante más divertido.
A lo largo del libro, y aunque hay momentos dolorosos, nunca renuncias al humor.
— Es que mi vida es divertida. Me esfuerzo por divertirme, porque si no me aburro. Tengo este problema. Hay gente a la que le gusta estar todo el rato protegiéndose de cosas, y yo me protejo de la monotonía.
Es muy divertido cuando explicas el reencuentro con el sexo después del divorcio y recuerdas una serie de lugares en los que has follado. Dices que lo has hecho "incluso en una cama escuchando a Coldplay".
— Es que llegó un momento que entendí que había follado con muy poca gente y pensé que esto no podía ser. Quería que la lectura del libro fuera trepidante, morbosa, como un diario; que una vez acabado de leer pienses que has estado conmigo en un montón de lugares y viviendo un montón de cosas. Quería que fuera un ejercicio narrativo realmente original, no unas memorias convencionales y aburridas. Esta parte sobre el sexo yo la veía como una escena... Digo que no le he hecho nunca una mamada a nadie en un baño y a partir de aquí recuerdo que he hecho cosas mucho más divertidas.
A menudos quitas hierro y romanticismo a las cosas, como cuando dices que follar en una piscina es incomodísimo.
— Me gusta este tono. Soy bastante cómica. El humor esconde dolor, y creo que a menudo tiro mucho más hacia la comicidad. Me cuesta mucho más ponerme romántica; hay veces que cuando hay gente que se pone muy sentimental y emocional, soy la típica que quizás te da un golpe de bastón.
Esto no te impide reflejar momentos muy duros, como cuando explicas que un día, al principio de tu carrera, estás a punto de colapsarte y llanas a la familia para que te vayan a recoger a Málaga.
— Fue un toque de atención, y la respuesta fue muy bonita. No me estaba enterando muy bien de lo que estaba haciendo, y mucha gente en Sevilla estaba diciendo que me había perdido. He sido siempre bastante deportista y tenía una vida muy tranquila, pero a estas edades experimentas con todo. Y era o todo o nada, un poco radical. Llamar a la familia y que vinieran todos con los coches hizo que me sintiera tan protegida y tan agradecida... Fue un toque de atención y una cosa muy buena porque realmente cambié mucho. Me di cuenta de que estaba bien tener una carrera musical, pero que si quería que durara y perdurara tenía que cuidarme, cuidar mi cabeza, mi cuerpo y mi espíritu.
Otro momento clave es cuando narras el divorcio y descubres que te habían estado anulando.
— Fue extraño, pero lo explico sin rencor. Cero rencor. No me gusta nada la palabra víctima. Cojo lo que me llega y lo transformo. Quizás en el escenario era más libre, sí. Como artista no me sentí anulada, porque siempre sentí que tenía mi libertad. Lo que pasaba es que quizás me estaba viendo reducida en otros campos, y no me gustaba nada aquella camisa, me apretaba muchísimo.
No rehúyes las contradicciones, como abortar a pesar de no estar a favor del aborto. Tampoco te ves encabezando ninguna lucha ni pretendes cargar al hombro todas las tragedias del mundo.
— Es lo que pienso. Tampoco me ha gustado nunca hacer mítines en los conciertos. Cuando he visto a otros artistas haciéndolo, me da mucha pereza. Bastante mitin hago cada vez que escribo una canción, y bastante que tengo con mis cosas. Es humano tener contradicciones, no tenerlas sí sería extraño. Es que no me lo creo, que alguien no las tenga.
¿Quién es la Isa que aparece en el relato paralelo a las memorias?
— Es una amiga de la infancia. Una de las cosas más bonitas del libro es que está lleno de mujeres malas, que no soy yo todo el rato, que somos nosotros. Todas estas mujeres han hecho que sea como soy.
¿Tan importante fue el viaje de iniciación en Barcelona que hiciste con Isa?
— El primero que hice para el libro fue este relato. Tenía que empezar por algún lugar, y recordé que cuando estaba en el colegio quería escribir una novela que fuera un viaje en un tren. Además, siempre tuve una fijación con el tren Estrella que iba de Sevilla a Barcelona, porque para mí ir hacia arriba era una cosa literal: yo quería ir hacia arriba. Así que empecé a escribir recordando ese viaje. Me gusta mucho esta María adolescente que aparece en el libro y que está convirtiéndose en la Mala. Y conmigo estaba Isa. Me gustó tanto cómo quedó el relato que encontré el estilo y la forma en la que quería escribir el libro. Me dio la pauta.
Dices que vives en Barcelona porque tiene un buen aeropuerto y porque es la ciudad donde vive tu mánager. ¿Por algo más?
— Vine a Barcelona por eso, pero la verdad es que tengo mucha vida, aquí. De hecho, mis hijos son de aquí. Ya no es Barcelona, sino el lugar donde siento que he hecho una vida en comunidad, y me gusta. A pesar de que no descarto viajar y seguir haciendo locuras.
Dices de C Tangana: "Es como tu vecino: friendly, bajito, guapo, nada agresivo [...]; es el chico que quieres presentar a tu madre. Como un meme de gatitos", y añades que "representa a la media española". ¿Tú que representas?
— Una minoría.
Bueno, una minoría bastante numerosa.
— No lo sé. Quizás yo sería como las fotos que te guardas en Instagram pero a las que no das like.
Cuando hablas de Bad Gyal, la valoras por lo que está haciendo y admites que tú a su edad no podrías haber hecho lo que hace ella.
— Pero no porque no me dejaran, sino porque yo no era así. Yo no quería ser deseable. Tenía otras cosas en la cabeza. Después he hecho todo un recorrido hasta encontrar mi propio erotismo y estar en paz con mi cuerpo. Hay gente que me ha dicho que se hacía pajas conmigo cuando yo estaba muy, muy delgada, hacia el año 2007, y yo en ese momento me sentía tan mal conmigo misma, vomitaba, tenía problemas, no me gustaba. El canon estético puede ser tan bestial y anorreador. Me encanta que Bad Gyal no tenga esta sensación de opresión de ningún canon, ni ella ni otras muchas porque hay muchísimas chicas y todas están felices con su cuerpo. Me parece que todo ha ido hacia mejor. Tenemos que empoderarnos, la palabra es esta, pero también podríamos decir apoderarse, apropiarse de una misma. Es un momento bonito, el que estamos viviendo las mujeres. Está yendo todo a mejor.
Como en todas las memorias, hay momentos para recordar a los que ya no están, como el DJ y productor de hip hop Jota Mayúscula, que fue tan importante al principio de tu carrera.
— Sí, Jota me dio muchas alas a la hora de aceptarme. Siempre te decían que si hacías rap en español tenía que ser de determinada manera y con tal acento, pero Jota me veía como soy: una chica de Sevilla con mis orígenes y mi ascendencia. Me decía que no tuviera miedo de mostrarme como soy. Gracias a él empecé a fijarme en cómo era yo y a aceptarme. Cuando murió me provocó mucha tristeza. Sentí que me habría gustado hablar más con él antes de que se fuera. Nos cuesta aceptar la muerte, pero en realidad la muerte es simplemente que dejas de estar aquí y te marchas a otro lugar que no sabemos dónde está. Hay cosas que me dan más miedo que la muerte en si; por ejemplo, el sufrimiento. Pero la muerte... Si mañana viniera alguien y me metiera un disparo, mira, ya está, se ha acabado. Tampoco nos pondremos tan dramáticos.