Historia

"Si la priora hubiera hecho su trabajo, no tendríamos todos esos escándalos"

Ocho años de excavaciones y una riquísima documentación permiten saber qué ocurría tras los muros del monasterio de Alguaire

BarcelonaTan sólo quedan algunos muros de piedra bastante dañados del monasterio femenino de Santa Maria de Alguaire (1250-1699). A simple vista, nada hace pensar que en la sierra del Convent (Segrià) había una iglesia monumental y un claustro y que vivían una treintena de monjas hospitalarias, la mayoría provenientes de la alta nobleza, que tuvieron bastante poder. Pero después de ocho años de excavaciones, y gracias a toda la documentación conservada, podemos saber cómo era antes de convertirse en escombros. Una parte de todo lo excavado puede verse en una exposición en el santuario de la Virgen del Merli, en Alguaire.

La historia del monasterio esconde muchísimos capítulos interesantes. "Sabíamos que había existido este monasterio, pero no imaginábamos su magnitud", explica Maria Soler, una de las directoras de la intervención y profesora medievalista de la Universidad de Barcelona (UB). "Las monjas probablemente tenían mayor libertad que las mujeres que vivían fuera y que debían casarse. Eran mujeres que gestionaban sus tierras, negociaban y tenían relación con reyes, obispos, autoridades y comendadores de la orden", añade.

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El monasterio lo fundó la marquesa de Guardia en 1250 y tenía, entre más propiedades, los castillos de Benviure, de Llorac y de l'Ametlla de Segarra. La marquesa tenía una libertad de acción insólita para la época. era viuda y sus dos hijas no tuvieron descendencia. commendatrix y esto es interesante porque la orden de San Juan de Jerusalén era militar y estaba muy masculinizado", explica Soler.

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Dentro de los muros hubo luchas de poder, sobre todo en el siglo XVI. En 2021 se abrió la tumba de Jerónima de Gort (1527-1601), que estaba enterrada en un lugar prominente de la iglesia, justo al lado del corazón de monjas. "La tumba la encontramos entera, con la caja de madera y las vestimentas mortuorias, los rosarios y los anillos. No había nada de lujo, pero estaba enterrada como las mujeres poderosas. Llevaba el velo de monja, que se ha restaurado , doblado sobre el pecho. Era de un material finísimo que no hemos podido identificar y en uno de los bolsillos del velo había un polvo dorado que creíamos que había sido una estampita. Toda ella estaba envuelta por cintas entrelazadas", detalla Soler.

Las denuncias por escándalo

Lo interesante es la documentación que se ha encontrado con relación a esta priora que denunció a sus compañeras porque tenían un comportamiento, en su opinión, bastante escandaloso. Su denuncia fue muy oportuna para una Iglesia católica que estaba aplicando las reformas decididas en el concilio de Trento (1545-1563). Entre todos los cambios que se hicieron, hubo uno que afectó mucho a los conventos: la imposición de la clausura. Muchas priorías no estaban de acuerdo. De hecho, en Santa María de Vallbona de las Monjas, por ejemplo, Jerónima de Pons Icart, que fue abadesa entre 1601 y 1603, está enterrada al pie de la escalera por sus conflictos con las autoridades eclesiásticas: se opuso abiertamente en la clausura.

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Muchos otros monasterios femeninos, como el de San Daniel de Girona, el de San Juan del Páramo y el de San Pedro de las Puelas de Barcelona, ​​vieron cómo la autonomía de las prioras o abadesas se va ir limitando entre los siglos XIII y XVI. Las autoridades eclesiásticas masculinas aislaron cada vez más a las monjas del mundo que les rodeaba. En Europa ocurrió lo mismo, pero también hubo resistencia, como en los monasterios femeninos de Yorkshire que no querían aceptar una clausura estricta y perpetua.

En Santa María de Alguaire, el proceso comenzó en 1581 y corrió a cargo del gran prior de Cataluña, fray Agustín de Anglesola, a quien acompañaban un cortejo de frailes curas y frailes caballeros sanjuanistas. Debían investigar las acusaciones de Jerónima de Gort sobre los comportamientos "demasiado relajados" de las monjas. Agustín de Anglesola era partidario de la aplicación estricta de la clausura. En cambio, la priora, que en ese momento era Jerónima de Montgay, lideraba el bando reticente a la aplicación de una medida que las aislaba y limitaba su poder de acción. Desde su fundación, las monjas de Santa María de Alguaire habían gozado de cierta libertad y algunas pasaban períodos largos fuera de los muros del monasterio.

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Jerónima de Gort denunció que había visitas de hombres a horas intempestivas. La que poco tiempo después se convirtió en priora, señalaba la monja Aldonça Mediona: "Muchas veces tiene en su celda a Josep Marles y eso lleva siete u ocho meses". La religiosa también denunciaba a Ana Castro: "Acoge bandoleros, entre ellos uno que se llama Barberet... La señora priora deja entrar a mucha gente mala, entre ellos Massaguer, que está relacionado con un robo que ha habido en el monasterio. Si la priora hubiera hecho su trabajo, ahora no tendríamos todos estos escándalos. El día de la Ascensión se paseaban por el monasterio mujeres de la mano de hombres y la priora no hizo nada. Jerónima de Gort mencionaba también que dentro del monasterio se organizaban "bailarugas". En 1586 fue elegida priora. "Fue el premio por denunciar a sus compañeras", asegura Soler.

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En ruinas después de la Guerra de los Segadores

A lo largo de su trayectoria, el monasterio vivió muchas vicisitudes. Sufrió la irrupción de la Guerra Civil catalana durante la segunda mitad del siglo XV, pero aún fue mucho más intenso el embate de la Guerra de los Segadores que en 1640 obligó a la comunidad de monjas a trasladarse al palacio episcopal de Lleida . El hecho de estar en medio del frente y las dificultades económicas hicieron que finalmente se trasladaran a Barcelona en 1644. En 1651 la peste entró en la ciudad y las religiosas regresaron a Alguaire. Sin embargo, el edificio estaba muy dañado y se tuvieron que realizar muchas reparaciones que se han podido detectar con la investigación arqueológica. "Temían hacerse daño porque podía caerles el techo", detalla Soler. Finalmente, a pesar de que el obispado de Lleida se opuso, se marcharon en 1699 a Barcelona, ​​en el palacio del Gran Prior de Cataluña. Fueron también en Sant Gervasi de Cassoles, entre 1880 y 1976, y en 1976 se trasladaron al monasterio de Valldoreix. Por último, desapareció en 2007 por falta de vocaciones.

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Pero tuvo un pasado espléndido. "Las excavaciones nos han permitido ver que fue mucho más monumental de lo que pensábamos. La iglesia medía 36 metros de largo y 24 de ancho, era de planta latina y tenía tres entradas", explica Soler. El monasterio fue fortificado durante la Guerra de los Segadores. Se saben algunos detalles gracias a los grabados que se han conservado del ingeniero francés Sébastien de Pontault, señor de Beaulieu, donde son visibles dos recintos de murallas construidos durante la guerra, así como los edificios principales: la iglesia, el claustro y la casa conventual. La iglesia contaba con una sola nave, dotada de pilares decorados con columnas de media caña y capiteles. Con la ayuda de drones se ha localizado el claustro, que debe empezar a excavarse. Se sabe gracias a la documentación que tenía dos plantas y forma rectangular. Comunicaba con la iglesia, la sala capitular y el refectorio, así como con las estancias de la priora y las monjas. El monasterio también tenía biblioteca, archivo y escribanía.