“En cada rodaje siento la misma ansiedad que de joven”

Marion Cotillard, premio Donostia de un Festival de San Sebastián que abre con una carta de amor al cine

San SebastiánUn festival de cine con la ambición que tiene el de San Sebastián necesita sobre todo el público y las películas, pero también invitados de altura que hagan hervir la sangre de los cazadores de autógrafos. En la edición que arranca este viernes, la cuota se cubre en parte con Marion Cotillard, actriz de belleza felina y elegancia clásica que recibe el premio Donostia por una carrera ya bastante larga con Oscars (La vie en rose), blockbusters (Origen) y cine de autor (Dos días, una noche). Pero Cotillard no ha venido solo para lucir su glamur de marca –es la imagen actual de Chanel nº 5, poca broma– sino con un documental bajo el brazo, Bigger than us, que viaja por el mundo en busca de adolescentes activistas de causas como el ecologismo, la justicia social o el acceso a la educación. “No sé si es responsabilidad mía hacerlo, pero siento la necesidad de usar mi fama para poner el foco sobre personas y problemáticas como las del documental”, ha explicado.

Antes de recoger su premio, la actriz ha celebrado la buena racha de las cineastas en los Oscars y en los festivales de Canes y Venecia. “Ya hace un tiempo que la subordinación de las mujeres se ha vuelto insostenible –ha dicho–. A raíz del Me Too estamos viendo una gran revolución y soy muy feliz de vivir este momento”. Sin perder nunca la sonrisa perfecta, ha recordado que “si hay más papeles femeninos, se hablará más de los problemas de las mujeres”. También ha recordado sus inicios como actriz y la gente que la ayudó: “Tengo muy buenos recuerdos, pero no olvido la ansiedad que sentía para querer estar a la altura. De hecho, en cada nuevo rodaje siento la misma ansiedad que de joven”. ¿A quién admiraba la pequeña Marion Cotillard antes de hacerse actriz? “A Greta Garbo. Era la actriz preferida de mi madre y veíamos juntas sus películas. Me fascina y me emociona la mezcla de masculinidad y feminidad que había en ella”.

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La inauguración supera la censura

La luminosa presencia de Cotillard ha servido para compensar el vacío dejado por Zhang Yimou y el equipo de la película inaugural, que no han viajado a Donosti para acompañar la presentación de Un segundo. Después de la comprensible ausencia de Woody Allen en la inauguración del año pasado, la del cineasta chino pone nuevamente de manifiesto la dificultad de organizar un festival internacional en plena pandemia.

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Pero tampoco es exactamente una sorpresa que Zhang Yimou no venga a presentar un film que ha estado marcado por la polémica desde que, hace dos años, unos días antes de la proyección en la Berlinale, se retiró de la programación por “motivos técnicos”, un eufemismo de la censura gubernamental ejercida por el gobierno chino. Un año después, a punto de inaugurar el Golden Rooster & Hundred Flowers –el festival más importante de China–, la proyección se volvió a cancelar in extremis. El motivo de tantas trabas es seguramente que la película está ambientada en la época de la Revolución Cultural, y a pesar de que el Partido Comunista ha reconocido que fue un periodo desastroso para el país, sigue siendo un tema sensible para el régimen de Xi Jinping. Y desde 2018, la regulación de la industria audiovisual cuelga directamente del departamento de Propagandapdel Partido Comunista chino.

A simple vista, Un segundo no parece exactamente material subversivo, sino una fábula sensible sobre el poder casi religioso de la imagen cinematográfica. La protagoniza un hombre que se ha fugado de un campo de trabajo para ver la fugaz aparición de su hija en el boletín informativo que se proyecta antes de una película. En la persecución, se cruza con una chica huérfana con la que acaba estableciendo una previsible relación paternofilial, pero lo más interesante del film es lo que remite al hecho cinematográfico, tanto la restauración de un rollo de celuloide en el que participa todo un pueblo como, sobre todo, las escenas de la proyección del film, con el público amontonado delante y detrás de la sábana que hace de pantalla. Un segundo es la carta de amor de Zhang Yimou a la experiencia cinematográfica compartida y, en este sentido, una inauguración más que adecuada para un festival que lucha para recuperarla cueste lo que cueste.