Una simpática comedia de Jordi Galceran con sorpresas para pasar un buen rato

La estética del cartel y de las banderolas que anuncian la nueva obra de Jordi Galceran es muy explícita porque nos remite al cine de serie B del Hollywood de los años cincuenta y al subgénero del cine de terror de casas encantadas. Y, ciertamente, Turismo rural es una comedia de terror que reproduce el conocido argumento de una pareja que llega a una casa solitaria en medio de la nada. A esta pareja no se les ha estropeado el coche, como suele ocurrir, sino que han alquilado una habitación para cumplir el objetivo de pasar un fin de semana romántico y que la chica quede preñada en el mismo lugar donde su hermana fue fecundada. Pero como en el caso de quienes se dirigen a una casa perdida buscando ayuda, la joven pareja enamorada vivirá una serie de sustos que además pondrán a prueba su relación. Sin embargo, sustos más en la línea de las comedias de terror que podían vivir Bud Abbott y Lou Costello que en los de Nicole Kidman en Los demás.

Galceran tiene ojo para captar situaciones que afectan a casi todo el mundo y convertirlas en material de teatro. ¿Y hoy en día quien no ha hecho turismo rural? Y con la situación y su ingenio innato levanta una simpática comedia con sorpresas para pasar un buen rato. Turismo rural es más interesante, en mi opinión, que su anterior obra, FitzroySin embargo, a diferencia del excelente casting de aquella, no me parece que en ésta hayan acertado del todo con el reparto. Ivan Labanda es un buen actor que ha hecho buenos papeles en los musicales, últimamente, pero que no destaca por su vis cómica. Mireia Portas, que sí tiene vis cómica, y mucha, clava sus gags dentro de una cierta timidez, pero podía dar más de sí. Lluís Villanueva y Anna Güell hacen una buena pareja y es con ellos que el humor (y el terror) fluyen con soltura. Muy bien también el joven Joel Cojal y las aportaciones sonoras imprescindibles de Jordi Bonet.

Sergi Belbel es el director talismán de Galceran, pero mucho me parece que en Turismo rural no ha terminado de encontrar el tempo idóneo. Lo digo porque la función tendría más fuerza y ​​gracia si la pareja enamorada se apuntara al gran guiñol de sus compañeros.