Crítica de teatro

'Sísif fa no fa': buenas notas para una partitura poco cohesionada

Carles Pedragosa protagoniza un montaje lleno de ideas pero que Jordi Oriol no logra llevar a la cima

'Sísif hace no hace'

  • De Jordi Oriol. Con Carlos Pedragosa
  • Teatro Libre de Gracia
  • Hasta el 11 de febrero

El impío Sísifo fue condenado por los dioses a arrastrar eternamente por una pendiente una piedra que, poco antes de llegar arriba, rodaba de nuevo hacia abajo. Un castigo y una repetición estéril que para Albert Camus venía a representar el absurdo de la vida humana pero que, como es el caso, puede ser un aliciente para construir un espectáculo como el que Jordi Oriol y Carles Pedragosa acaban de estrenar en el Teatre Lliure.

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Es una creación con la que la compañía Indi Gest quiere alejarse de la magnífica Trilogía del lamento (La caída de Amlet, El apestado y La mala dicción). Pero es difícil dejar atrás el bagaje acumulado, las siempre clarificadoras influencias/referencias y la personalidad creativa; por lo que este Sísifo supura a Indi Gest por los cuatro lados con un regusto del gran Carlos Santos, con el que Oriol hizo en el 2017 al TNC un particular homenaje a Joan Brossa, otro de los fantasmas invitados junto con algunas ideas del profesor del TBO Franz de Copenhague e incluso un homenaje a la zanahoria de Beckett.

I Sísifo lo hace, sí, lo hace, pero con menos fortuna que en espectáculos anteriores. Oriol juega con la definición de lo que hace: de si es teatro o no, de si es o no poesía visual, de si es poesía textual o no, o si es escena híbrida, que es el nombre que le dan a lo que no saben cómo bautizar a los que necesitan ponerle nombre a todo ello (y con ello tiene toda la razón). ¿Pero por qué importa el nombre? Lo que importa es la cohesión de los materiales que se acumulan sobre el escenario sea para crear una o muchas imágenes, sea por mujer un sentido o sea sólo por jugar a sorprender, que hay de todo en la propuesta.

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Una propuesta que jugando con el concepto de principio y de final arranca con un supuesto problema técnico que, como la piedra de Sísifo, reaparece a lo largo de la función. El pianista va llenando el tiempo con recortes literarios y reflexiones parafilosóficas y frases musicales, con el tritón del diablo incluido, mientras sortea el peligroso dinamismo de un abigarrado espacio escénico. Un conjunto de acciones que nacen y mueren aisladas a pesar de la sorpresa de alguna de ellas y el esfuerzo del pianista y actor cómplice de Oriol en la Trilogía. A la interpretación de Pedragosa, que hasta ahora no había asumido un trabajo textual de esta magnitud, le falta un recorrido emocional (y eso es cosa del director) que le aleje del hacer teatro y nos lo haga cercano y, sobre todo, creíble .