Festival Griego

'The second woman': el ridículo masculino frente a una rubia espantosa

María Hervás protagoniza una 'performance' de 24 horas en el Teatre Lliure

'The second woman'

  • Autoría y dirección: Nat Randall y Anna Breckon
  • Traducción: Neus Ribas y Jonathan Holloway
  • Interpretación: María Hervás

¿Qué pasa si pones un macho en una jaula (o una habitación) con una hembra rubia espantando a quien podrá dar un tímido, o no, beso; con quien podrá bailar más o menos agarrado; compartir un whisky y unos fideos de arroz, y salir con veinte euros en el bolsillo?

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Esto es lo que quiere averiguar la performance escénica de 24 horas seguidas y posible candidata a un récord Guinness The second woman, una propuesta nacida en Australia de la mano de las artistas independientes Anna Breckon y Nat Randall que cautivó a la prensa británica: “Quería quedarme seis horas y acabé devorando catorce, y feliz”, escribió el periodista de The Telegraph. ¿Quieres decir que hay por tanto? En nuestro caso, no podíamos llegar tan lejos y visitamos a la mujer y sus acompañantes en el Teatre Lliure la medianoche del sábado.

Ella es la actriz madrileña María Hervás y ellos los cien partenaires que, detrás de otro, ya lo largo de 24 horas, entran en su habitación. Ella tiene un texto muy breve fijado. "¿Cómo estás?", les pregunta.

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Y lo que no sonríe como un bobo confiesa nervioso. Y también sonríe. "¿Tú no crees que sea inteligente?", pregunta. "Excesivamente complejo", responden. "Te quiero... Creo que ya te puedes ir", les dice mientras abre la cartera y les alarga veinte euros. Y es que es ella quien manda.

Todos los invitados que vimos, hombres de entre 25 y 50 años completamente desconocidos para nosotros, los aceptó. Pero un colega crítico que sí estuvo muchas horas me comentó que a uno lo rechazó. Y hubo una especie de hippie que se saltaba el guión, al que despidió rápidamente. Ella manda. En cambio, a uno con pinta de Jesucristo Superstar le incorporó rápidamente al juego. Y una sorpresa: en un momento dado, en lugar de un invitado, entran tres invitadas y la cosa giró hacia otro lado.

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Es verdad que cada escena, de unos trece minutos, es diferente tanto por los modos de los invitados como por las reacciones de la actriz y las posibles improvisaciones de cada uno. Si es necesario dar un portazo lo hace. Cambia la expresión, la coquetería, y sobre todo cambia el baile; como el caso de la divertida coreografía con el señor de la camisa floreada a quien incluso perseguía dando vueltas por el pequeño espacio provocando carcajadas entre el público. Ciertamente el público se reía bastante. Y a mí me parecía estar en la pista de un circo con los payasos cuando invitan a alguien del público a participar en una de sus entradas (números). Todos, salvo los profesionales, somos ridículos en una pista. Claro. O en la habitación de casa de muñecas de la rubia de vestido rojo. Y creo que sí, que bajo una carpa más íntima la propuesta sería más atractiva y sortearía los problemas de visionado por la mala disposición de la caja escénica y de la pantalla. Sin embargo, seguro que para María Hervás la experiencia ha sido descomunal. Cada vez comía un poco de los fideos y bebía dos vasos de falso JB. ¡Cuatrocientos vasos! Bravo por la resistencia.