Una triste ceremonia de evocación de la maternidad
Mario Banushi recuerda su infancia con unos cuadros silentes, poéticos y oscuros
Mami
- Idea y dirección: Mario Banushi
- Intérpretes: Vasiliki Driva, Dimitris Lagos, Eftychia Stefanou, Angeliki Stellatou, Fotis Stratigos y Panagiota Υiagli
- Mercado de las Flores - Festival Grec
- 23 de julio de 2025
La infancia es el territorio de los sueños. De los que se tienen cuando es niño y los que se recuerdan cuando es adulto. La infancia alimenta la imaginación surfeando entre lo visible y lo incomprensible construyendo realidades imaginadas. Y cuando esta infancia está marcada por la ausencia de la figura materna, como en el caso del joven director griego Mario Banushi (26 años), no es de extrañar la búsqueda de la memoria imposible a través del arte.
Mami significa madre en albanés. La nacionalidad de la madre de Banushi, que le dejó con la abuela para ir a trabajar a Grecia ya la que veía de vez en cuando. Banushi habló de su madre en el primer espectáculo que estrenó, Ragada (brecha en griego), de su madrastra en Goodbye, Lindita y del padre a Taverna Miresia. Mami, la palabra que nunca pronunciaba, es el exorcismo con el que convoca a todas las madres. Una ceremonia sobre la maternidad construida a partir de una serie de cuadros silentes que bordean la ternura cuando hay que cambiarle los pañales a la madre vieja –como Romeo Castellucci en Sur le concept du visage du hilos de Dieu, de 2011–; que evocan el encuentro sexual entre los jóvenes en cuadros de plástica renacentista; que muestran la dureza de la separación y la soledad y el duelo por la pérdida de una casa simbólica. Y todos ellos abrazados por una exquisita banda sonora y una textura onírica, en un espacio escénico realista de un rincón de mundo perdido en el que ladran unos perros lejanos.
Un ritual de evocaciones personales abiertas a la interpretación de los espectadores, marcadas por la desnudez de los cuerpos, la lentitud de los movimientos, la irrupción de arañas, la lujuriosa pelea de dos machos o la inmersión en una bañera de agua –estilo Suz/o/Suz de La Fura dels Baus–; todo en una permanente oscuridad. Parece que no existe ninguna alegría, ningún color. Al contrario: hay tristeza, melancolía, en esa mirada de un notable valor poético y una cuidadísima estilización plástica que en algunos momentos celebra la belleza pero que, en otros, nos deja algo indiferentes.