Ningún club europeo se parece tanto al Barça como al Benfica: ¿por qué?
El rival de los azulgranas en la Champions es una asociación viva con debate y problemas en los despachos
Enviado especial a LisboaHace una semana, la joven portuguesa de 20 años Cristina Gomes Loureiro, de un pequeño pueblo llamado Carrazedo, cerca de Braga, se encontró con su cara en las televisiones nacionales. Unos días antes había decidido hacerse socia de Benfica y resultó ser la número 400.000. El rival del Barça es el club con más socios en todo el planeta.
Benfica no es sólo amado en Lisboa. Donde hay portugueses, un pueblo que ha emigrado mucho, hay socios del Benfica. En las tierras africanas que fueron colonia portuguesa, como Angola o Cabo Verde, también. El equipo encarnado es un gigante polideportivo con una masa social que no deja de crecer. Un club difícil de gestionar y controlar, con una vida social y política que por momentos, consigue que los problemas que vive el barcelonismo parezcan poco. Su estructura ya es bastante compleja de entender. Los socios deciden el presidente, que como ocurre en el Barça no cobra un sueldo, cada cuatro años. "En Benfica siempre se ha mostrado un orgullo por un club democrático. De hecho, pudieron votar a sus presidentes también en tiempos de dictadura, algo que siempre quieren recordar sus aficionados", dice el periodista Pedro Barata, del diario Expreso. Sin embargo, en este caso puedes presentarte tantas veces como quieras, encadenando mandatos en una entidad que gestiona diferentes empresas. Los socios votan a un presidente y una directiva que vota los acuerdos en una asamblea de 800 socios. La empresa que gestiona el fútbol profesional cotiza en bolsa. Fue la primera de las diversas filiales que controla el club, a veces con participación en el accionariado de otros inversores, como ocurre con las que gestionan el parking del estadio Da Luz, una aseguradora, una productora audiovisual, una clínica o secciones fuera del fútbol. Esta compleja estructura incluye filiales en Estados Unidos o Luxemburgo y permite al Benfica invertir en diferentes sectores para buscar mayores ingresos.
Un auténtico gigante en manos de un ex jugador. Cuando Joan Laporta vaya a almorzar con la directiva portuguesa este miércoles, se encontrará de nuevo con uno de los mejores futbolistas de la historia, Rui Costa. El elegante centrocampista que brilló en el Milan y la Fiorentina, época en la que fue relacionado más de una vez con un posible fichaje por el Barça, fue elegido en el 2021 presidente del club de su vida. Jugó los primeros años de su carrera y, ya retirado, también hizo de director deportivo, creando un equipo magnífico con nombres como Aimar, Saviola, Ramires o Reyes. En esa época, en el fútbol europeo se decía que como director deportivo, Costa mantenía el buen gusto que había tenido como jugador. En el 2020, el ex jugador fue vicepresidente de la directiva de Luis Filipe Vieira, el presidente que iniciaba su sexto mandato. Nunca nadie ha mandado tanto tiempo a Benfica como Vieira, un hombre hecho a sí mismo que pasó de ser albañilería a tener un imperio de la construcción. Vieira, escogido por primera vez en 2003, conectaba con el socio del Benfica, normalmente personas humildes, con su estilo, sus gritos y un talante cercano.
Pero detrás de la risa agradable de Vieira y su historia de superación se escondía un hombre dispuesto a todo. En 2021 se supo que era investigado por fraude fiscal, blanqueo de capitales y estafa, tanto en sus empresas como especialmente en la gestión de Benfica. Vieira habría negociado vender el 25% de la empresa que gestiona el fútbol profesional en el magnate estadounidense John Textor, el actual propietario del Lyon francés, el Crystal Palace inglés y el Botafogo brasileño. No informó a la Federación, a la comisión mercantil portuguesa ni a los socios. Pero cobró un millón de euros por adelantado. El presidente acabó detenido junto a su socio José Antonio dos Santos, propietario del 16% del Benfica de fútbol. Con el tiempo, salieron nuevos escándalos, como Vieira habría cobrado comisión en más de 50 fichajes de jugadores. En un caso, se embolsó 2,5 millones con sólo tres jugadores.
"No fue una sorpresa, era una figura oscura y ya en el 2015 habían salido informaciones", dice Barata. El presidente acabó con una condena de detención domiciliaria y tuvo que entregar su pasaporte. Inicialmente, intentó seguir en el cargo, pero acusado y encerrado en casa, se vio obligado a dimitir. Y así Costa llegó a la presidencia en la primavera del 2021. Ese mismo año organizó elecciones y las ganó cómodamente, con un 84,48% de los votos, por delante del empresario Francisco Benítez. "Costa no habla en público, prefiere utilizar otros altavoces. Llegó como candidato del vieirismo y mantuvo muchas cosas, como ser poco amigo de dar explicaciones y tener muchas conexiones con Jorge Mendes", razona Barata. Ahora, este próximo octubre afronta las nuevas elecciones.
Los paralelismos entre el Barça y el Benfica
En teoría, Rui Costa se presentará, pero no se sabe si va a ganar. En estos cuatro años se peleó con Vieira, que tras ser condenado apeló en casos todavía pendientes, intentando no tener que pagar multas millonarias. El ex jugador ha querido desmarcarse de quien había sido su protector, para vender una imagen moderna y limpia del club. El resultado ha sido una guerra civil en toda regla dentro y fuera de los despachos de Benfica. A Costa le llegaron a dimitir a más de 15 personas entre directivos y trabajadores. De hecho, en el 2024 salió adelante una reforma de los estatutos en la que por ejemplo, dejaba sin derecho de voto a las Casas do Benfica, una especie de peñas esparcidas por medio mundo que tenían derecho a 50 votos. Fue una forma de dinamitar parte del poder que todavía tiene Vieira sobre las peñas. Las elecciones tienen un sistema que premia la fidelidad: quien lleva entre 1 y 5 años como socio dispone de un voto, pero quienes llevan entre 5 y 10 ya tienen cinco votos por persona. Si llevas entre 10 y 25 años el valor por persona es de 10 votos y quien lleve más de 25 años, 20 votos. Las elecciones, por cierto, se realizan con una pantalla, digitalmente, pero hay que ir a los puntos de votación. En las últimas se instalaron 25 en todo Portugal. Muchos socios no pueden votar. En 2021 votaron unos 38.000.
Este octubre toca pasar de nuevo por las urnas y Vieira, ya en libertad, no deja de hablar. Públicamente, dice que no quiere hablar de candidatos por respeto a Costa, aunque admitió que no comparte su forma de hacer. En la sombra, se reúne con posibles candidatos. Y sus hombres de confianza no paran quietos. La gran pregunta ahora es si Vieira se atreverá a presentarse con 75 años a unas elecciones que serían un duelo fratricida contra Rui Costa. O si lo delegará en un hombre de confianza en unos comicios que pueden llegar a tener hasta a cinco candidatos. "Rui Costa es un ídolo, debería ganar, pero hay cierto malestar. Alejó esa imagen de club popular para hacer algo más moderno, con espectáculos de luces y DJ en el estadio que no siempre gusta a la gente. Bernardo Silva [jugador del Manchester City], por ejemplo, es un gran aficionado del club", lleva el escudo arriba. .
Como ocurre en Barcelona, si la pelota entra, la junta sale reforzada. Y el Benfica lucha por el liderato con Sporting y Oporto, en una lucha a tres bandas similar a la de la Liga española. También está vivo en la Copa, como el Barça. Y se la juega en la Champions. En muchas cosas, ambos clubs se parecen. También al tener una vida social complicada, con expresidentes juzgados, escándalos y elecciones bien movidas.