BarcelonaAcorralado por los más de 20.000 firmantes de una moción de censura emprendida después del burofax de Leo Messi, Josep Maria Bartomeu dimitió como presidente del Barça ahora hace un año. La renuncia cayó en martes, solo 24 horas después de que el propio implicado se aferrara a la silla y dijera que no tenía "motivos para dimitir". En una despedida sin preguntas ni presencia de ningún periodista en la sala de prensa del Camp Nou, Bartomeu responsabilizó al gobierno de Catalunya de su salida. Entendía que el poder político le estaba haciendo la cama permitiendo que los socios culés pudieran votar en el plebiscito sobre su mandato, previsto para el día 1 de noviembre, el domingo de esa semana. Tanto él como sus colaboradores habían hecho lo imposible para estirar los plazos antes de poner las urnas, recurriendo incluso a la Guardia Civil para ensuciar todo el proceso de validación de firmas partidarias del voto de censura. La última bala fue el argumento sanitario, pero ni la secretaría general del Deporte ni el entonces vicepresidente Aragonès concedieron cobertura legal para atrasar la votación 15 días más. "Se han lavado las manos ante una situación incómoda sin pensar en las consecuencias", denunció el hoy exmandatario.
Un año después de la dimisión del gobierno de Bartomeu (2015-2020), el club sigue sumido en una crisis multisectorial. A pesar de la victoria de Joan Laporta en las elecciones del 7 de marzo, los efectos de la mala gestión de la junta anterior y las consecuencias de la pandemia de covid-19 todavía se notan a todos los niveles. "Desastre deportivo, agujero económico y descrédito institucional. Ha quedado todo constatado. Por eso hicimos la moción de censura", dice al ARA Marc Duch, impulsor del mecanismo jurídico para forzar la dimisión de la junta y posterior miembro de la candidatura de Víctor Font en los comicios. "El periodismo no supo fiscalizar la gestión de Bartomeu y prefirió vivir de complicidades con el poder. Esto provocó que la peor crisis en el club desde 1908 estallara sin saber de dónde venían los batacazos", lamenta el articulista e historiador Frederic Porta.
Crisis deportiva
El Barça malvive en la Champions y sufre en la Liga
El primer equipo del Barça, la clave del proyecto deportivo de la entidad, se mantiene con Ronald Koeman en el banquillo. La elevada factura de su despido y la falta de consenso entre la junta y la dirección deportiva en cuanto a un posible relevo mantienen al neerlandés en el cargo a pesar del mal inicio de curso de los azulgranas, resumido con un parcial de cuatro derrotas, diez goles en contra y solo un a favor en los cuatro partidos ante rivales de primer nivel (Bayern, Benfica, Atlético de Madrid y Madrid). Koeman, que hace unos días salió del Camp Nou abucheado, dirige una plantilla sin Leo Messi, al que no se pudo inscribir por el elevado gasto salarial, ni Antoine Griezmann. También acusa las dificultades de adaptación de Memphis Depay, fichaje estrella para la delantera. "Costará levantar el proyecto deportivo. Hay una buena hornada de jóvenes, pero se necesitarán buenos técnicos para hacerla crecer", asegura Duch, que critica la falta de un plan en este sentido por parte de la nueva directiva.
Crisis económica
La sombra de la sociedad anónima
El Barça aprobó en la última asamblea "los peores números de su historia", dijo el presidente Laporta. 481 millones de euros de pérdidas en el ejercicio 20/21 y una deuda disparada hasta los 1.350 millones contemplan el club, que se ha puesto en manos de su acreedor estrella, Goldman Sachs, para iniciar la reconstrucción. En junio los socios aprobaron una operación de casi 600 millones para refinanciar las obligaciones a corto plazo. Y hace unos días dieron luz verde en busca de un máximo de 1.500 millones para hacer el Espai Barça, un proyecto patrimonial que la nueva gerencia ve imprescindible para competir con los grandes clubes de Europa. "Vamos tarde", se insiste desde la planta noble.
En paralelo, hay mucho trabajo por hacer en materia salarial, con contratos vigentes fuera de mercado que se arrastran de los años de Bartomeu, en los que, según Porta, "se dio el poder al vestuario pagándole mucho más de lo que merecía". En concreto, según el presupuesto 21/22, se impone un ahorro de 147 millones más. "El déficit se ha disparado y cada vez veo más negro que se evite la conversión en sociedad anónima deportiva", añade el periodista, pesimista ante la posibilidad de tener que cambiar el modelo de propiedad. Por su parte, Duch observa "falta de valentía, contundencia e imaginación en la reducción de gastos", pero a la vez celebra el trabajo del vicepresidente económico Eduard Romeu y del CEO Reverter: "Hasta en el momento es muy notable, una nota de color y brillantez viniendo del gris de donde veníamos".
Crisis institucional
La duda de las responsabilidades
Un año después de la dimisión de Bartomeu y medio después de la amplia victoria de Laporta en las urnas, el socio del Barça todavía no sabe si los responsables de la "nefasta gestión" (en palabras del CEO Reverter) del antiguo gobierno acabarán en los tribunales. "Lo queremos hacer bien, no como ellos hicieron con nosotros", decía al ARA la vicepresidenta Elena Fort, que en 2010 sufrió la acción de responsabilidad que Sandro Rosell puso en marcha contra el primer mandato de Laporta. El mandatario barcelonista descarta este mecanismo once años más tarde porque sospecha que "el covid lo perdonará todo" en la justicia. Con todo, pondrá en manos del socio las conclusiones del informe forensic que se está haciendo para estudiar irregularidades en la facturación con sobrecostes en áreas como el Espai Barça, que ha originado gastos muy elevados a pesar de estar todavía al inicio. Si prosperaran las acciones, se unirían a la causa abierta por el Barçagate, en el que están imputados Bartomeu y los ex-ejecutivos Jaume Masferrer, Òscar Grau y Román Gómez Ponti.
"Será difícil recuperar también el crédito institucional del Barça. Tocará acertar mucho, no hay demasiado margen. Ahora la percepción internacional que hay es que somos un gigante caído", lamenta Duch, en un paralelismo doloroso con lo que pasó hace unos años en el Milan. Por su parte, Porta pone énfasis en la idea de que las consecuencias del mandato de Bartomeu, muy presentes en la actualidad, "son indisolubles del gobierno de Rosell, en el que se hizo lo imposible para acabar con la herencia recibida". "Ahora estamos con la soga al cuello y solo nos queda poner una vela a San Gamper para que obre el milagro", bromea el periodista.