Barça

El Barça demuestra ante medio mundo su impotencia (1-2)

Sin ideas ni liderazgo, el equipo de Koeman cae derrotado contra el Real Madrid en un nuevo clásico doloroso

BarcelonaSeguir al Barça se ha convertido en un acto de fe, en una agonía. En un ejercicio de masoquismo donde aguantas las heridas en espera de un placer que no siempre llega. El clásico contra el Madrid, en lugar de ser un día para animarse con el futuro, ha sido un nuevo acto de penitencia. Una nueva herida en una tortura que se alarga demasiado. El barcelonismo carga la cruz de seguir a un equipo sin ideas, que habría podido hacerse todavía más daño si el Madrid hubiera estado más acertado en ataque (1-2). Esta es la triste realidad. El gol del Kun Agüero, cuando faltaban 20 segundos, ha sido como una broma que no hace gracia, cuando ya no había nada a hacer.

No podemos criticar a Koeman por esconder la realidad pues en sus ruedas de prensa se ha encargado de preparar a los socios para el próximo batacazo, encargándose él mismo de encontrar un buen titular para su proyecto: es lo que hay. Y lo que hay es un equipo, tácticamente y colectivamente, inferior al Madrid. Triste espectáculo. Tan triste, que en ocasiones el socio queda con la mirada perdida en el horizonte, sin ganas ni de enfadarse. Cuando un equipo con cara y ojos se cruza con el equipo azulgrana, toca ruido de quebradiza en el estadio. En el fútbol de primer nivel jugar con pasión no sirve para tapar las grietas. Y el Madrid de Ancelotti ha aprovechado las decisiones de Koeman para exprimir sus ataques verticales. Por suerte para el Barça, tampoco tenía el día de cara a portería. En lugar de de dos, habrían podido ser más goles.

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Es cierto que Sergiño Dest habría podido cambiarlo todo si en lugar de de chutar a la segunda grada hubiera acompañado la pelota al fondo de la red cuando los aficionados ya se levantaban de la silla para gritar un gol que nunca ha llegado, pero era un espejismo. Courtois no ha tenido mucho trabajo, más allá de cazar centradas laterales. Y el Madrid poco a poco ha hecho suyo el partido en un estadio donde últimamente se está acostumbrando a no caer derrotado. Koeman de hecho encadena tres clásicos perdidos. Mala señal.

Y mira que el Barça ha salido animado el día que más de 85.000 personas llenaban de nuevo el Camp Nou. Como un piso de estudiantes que arreglan y limpian todo el día que los padres les vienen a ver de visita, el Barça ha intentado regalar a los aficionados que volvían al estadio su mejor cara. Con el 4-3-3 de los últimos días donde Dest hace de extremo, con Gavi debutando en un clásico enfrentándose a Modric, un jugador que debutó en Primera cuando el futbolista azulgrana tenía 1 año de vida. Se llevan 17 años. Koeman ha apostado por Mingueza de lateral derecho, dejándolo solo ante Vini Junior. Y el brasileño le ha ganado siempre los duelos. Al conjunto de Ancelotti no le hacía falta la pelota para mandar. Cada contra desnudaba la pobreza táctica de un Barça que ha acabado haciéndose daño en una contra donde Alaba, un central, ha cruzado todo el terreno de juego solo. Nadie le ha seguido, en una especie de suicidio colectivo azulgrana.

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Benzema perdona

Koeman, consciente de que el partido iba mal, ha seguido insistiendo en rezar por Coutinho, haciéndolo entrar por Mingueza en el descanso. A Dest le tocaba bailar con Vinicius. Y al brasileño le tocaba intentar demostrar por qué razón el neerlandés es todavía la única persona que confía en él. Countinho se ha convertido en la gran metáfora para explicar la deriva de los últimos años de un club que huía hacia delante, hundiéndose más en el barro de las deudas y las decisiones sin sentido. Y ahora, cómo no, cuesta cambiar el rumbo de una nave a la deriva demasiado tiempo. El Barça es un borrador mal escrito, una declaración de intenciones de aquellas de fin de año que nadie cumple, la sombra de tiempos que fueron mejores. Y derrotas como estas hacen daño pues ni tanto solo llega la promesa de un futuro mejor. Un naufragio colectivo donde ni tanto solo la chispa de Ansu Fati o el arrebato de Gavi ha permitido soñar. Aquellos que encendieron el corazón del barcelonismo hace poco, como Memphis, ahora también son castigados en el rincón. Más allá de Busquets, poca cosa. Entrada la segunda parte, era evidente que el estadio encaraba una derrotada anunciada, a pesar de que se intentara conjurar los malos espíritus animando a un equipo que ha repetido en la segunda parte los pecados de la primera. Dejarse el alma al salir al terreno de juego, mientras el Madrid esperaba el momento justo para hacer daño. Un escenario donde Benzema, ahora mismo, no tiene rival. El francés se ha puesto el vestido más estiloso para jugar el clásico, mientras el Barça iba quemando sus naves con centradas laterales. El Kun, que ha entrado por Ansu, no ha podido cambiar muchas cosas. Luuk De Jong, que ha disfrutado de 10 minutos, ha perdido las pelotas que ha tocado. Como si cada sustitución, en lugar de mejorar el equipo, sirviera para evidenciar la triste realidad de un Barça que ha pedido penal a los 94 minutos sobre Piqué, en la jugada donde Lucas Vázquez ha acabado por marcar el 0-2 que tanto tiempo se llevaba esperando. No era una sorpresa.

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EI Barça ha seguido colgando pelotas hasta el final, hasta que Agüero, cuando el partido ya estaba muerto, ha marcado su primer gol vestido de azulgrana. El recurso de quien no tiene ideas, de quien no tiene magia. El recurso de un Koeman que en el clásico ha perdido el crédito recuperado contra el Valencia y el Dinamo. Su destino parece este, andar por la cuerda floja hasta que se acabe la paciencia de Laporta. El día del clásico, aquel donde más de 600 millones de personas miran por televisión el partido, el Barça ha quedado desnudo otra vez. Impotente, sin ideas.