El Barça de Xavi va por el buen camino (1-1)
Bajo la lluvia, suma un empate en el campo del Sevilla después de un partido en el que mereció mejor suerte
BarcelonaBajo la lluvia de Sevilla, el Barça demostró tener muy claro cuál es su puerto final y que sabe cómo llegar hasta él. Plantando cara a un rival que quería demostrarse a sí mismo que puede ganar la Liga, el equipo de Xavi se llevó un punto de gran valor (1-1). Más por la forma de jugar que por el resultado en sí. En vez de pensar en evitar la derrota, en perder los papeles llorando por las bajas, el Barça hizo frente a un gran rival a pesar de salir con un montón de jugadores que no hace mucho miraban los partidos de la Primera División por televisión.
El empate de Sevilla fue una invitación a soñar. A analizar el buen primer tiempo, familiarizándose con estas caras jóvenes que simbolizan un futuro prometedor. La idea está ahí. Y el Sevilla lo descubrió en una primera parte en la que no tuvo el control del partido. Si sus primeros partidos en el banquillo Xavi los sacó adelante con un poco de suerte, el partido del Ramón Sánchez Pizjuán sirvió para mostrar al mundo que el equipo juega con una idea cada vez más definida, un concepto de juego ofensivo, un sistema trabajado. Un proyecto en construcción al que solo le falta acabar de tener a todos los intérpretes sobre el escenario. Especialmente a alguien que marque goles. Al técnico, sin embargo, no le tiembla el pulso cuando comunica las alineaciones. Los galones se ganan en cada entrenamiento, la titularidad es para quien más la merece. Así, repitió casi el mismo equipo que había derrotado al Elche, con la vuelta de Piqué para ayudar a sacar limpia la pelota. Y en ataque, repitiendo por segundo partido consecutivo, Ferran Jutglà, este delantero con ojos de hurón que no tiene ningún tipo de miedo de chutar a puerta cada vez que la pelota le cae a los pies. Gavi y Abde tampoco se asustaron. Más bien al contrario. Y mira que el reto era grande, contra este Sevilla.
Era uno de los partidos más importantes de la temporada y el Barça salía a jugarlo con un montón de chicos que ahora hace unos meses lo daban todo ante gradas medio vacías de campos de Segunda B. La puesta en escena era de lujo. Bajo un diluvio, el Barça relegó al Sevilla a un papel secundario, imponiendo las normas del partido. Como en el patio de la escuela, cuando las normas del partido las ponía el niño que llevaba la pelota, el Barça se hizo con la posesión e hizo sudar de lo lindo a un Sevilla que se jugaba mucho. Ganar significaba cerrar el año a solo tres puntos del Real Madrid, el líder. Y los blancos todavía tienen que jugar en el Sánchez Pizjuán.
El Barça, sin embargo, no podía distraerse pensando en qué se jugaba el rival. Cada punto perdido ahora mismo complica más las matemáticas si se quiere oír el himno de la Champions la próxima temporada. Cada partido llega cargado de demasiada presión para un club en el que parece que esté prohibido fallar. Pero en vez de angustiarse, el Barça entendió el partido mejor que el equipo de Lopetegui. Solo faltó acabar de tener la chispa para romper la última línea defensiva andaluza. El juego del Barça era bello, pero no mordía. Y en casi la primera ocasión de los sevillanos, en un córner, una preciosa jugada de pizarra de Lopetegui sorprendió a la defensa azulgrana cuando mejor jugaba el equipo de Xavi. Cuando todo el mundo esperaba el remate de cabeza de un jugador alto, la centrada de Rakitic encontró al más bajito del Sevilla, el Papu Gómez, que dejó boquiabierto a Ter Stegen.
Recuperando la pelota rápidamente gracias al sacrificio defensivo de un medio del campo liderado por Busquets y un Gavi enchufado como siempre, el Barça jugó un señor primero tiempo en el que, por instantes, se podía olvidar toda la oscuridad de los últimos meses. Era un equipo con cara y ojos, fácil de reconocer, con una identidad. La realidad, sin embargo, no puede maquillarse. Y de vez en cuando Dembélé hacía una de las suyas, perdía la pelota, y recordaba a todo el mundo que todavía queda mucho trabajo por hacer. Tampoco Frenkie De Jong acaba de encontrar su lugar, convirtiéndose en todo un reto para Xavi, que trabaja para sumarlo a la causa. Con mucho control y poca chispa, el gol solo llegó con la misma arma que el de los locales: una jugada de córner. Si el Sevilla había golpeado por debajo, el Barça golpeó por arriba con un vuelo sin motor impresionante de Araujo, salvador al marcar el empate justo antes del descanso.
La roja a Koundé, clave
El último partido del año era un partido de desgaste entre dos proyectos que necesitaban el triunfo para creer en ellos mismos a pesar de las bajas. Si Xavi añora a Pedri y Ansu, Lopetegui no tenía a Jesús Navas, Lamela y Acuña. La segunda parte, sin embargo, parecía ir decantándose hacia el lado de los anfitriones, más agresivos y valientes después del descanso, hasta que en una jugada sin importancia Alba hizo una falta a Koundé. Y el defensa francés perdió el control y lanzó la pelota que tenía entre las manos contra la cara de Alba. Roja de manual y un poco de aire para respirar para un Barça demasiado corto de efectivos para afrontar un calendario tan exigente.
La roja a Koundé dio alas a un Barça que, de nuevo, perdió a un jugador por lesión, en este caso Eric Garcia. Cada partido, palos en las ruedas en forma de problemas físicos para un equipo sin puntería. Solo Dembélé, capaz de lo mejor y de lo peor, se quedó a un palmo de batir a Bounou con un chut que acabó en el palo. El Sevilla, sin embargo, supo ligar corto los ataques de un Barça que se esforzó, pero que solo lo tenía como recurso dar minutos a Luuk de Jong. El partido, que parecía destinado a ser un viaje al matadero no hace tanto tiempo, acabó convertido en una declaración de intenciones de un equipo decidido a demostrar que hay futuro. Y que los primeros frutos se podrán recoger dentro de pocas semanas. El Barça anda por el buen camino.