BarcelonaEn abril de 2016 Josep Maria Bartomeu, entonces presidente del Barça, organizó un acto con los capitanes del primer equipo de fútbol y el entrenador para descubrir la maqueta del nuevo Camp Nou. Un proyecto moderno e innovador que habían ideado los arquitectos catalanes Pascual y Ausió, con la colaboración del equipo de Nikken Sekkei. Mientras se brindaba con cava por la joya de la corona del Espai Barça, en los despachos se vivía una reacción totalmente opuesta: "Este proyecto, tal como está planteado, es absolutamente imposible de realizar".
La frase la dijo William T. Mannarelli, un arquitecto norteamericano que había sido contratado, unos meses antes, para dirigir la construcción del Espai Barça. Era el gran proyecto del mandato de Bartomeu –que había ganado las elecciones en 2015–, que tenía un presupuesto de 600 millones y contaba poder empezar las obras en verano de 2017. Pero estas eran las estimaciones de la junta, basadas en lo que los socios habían aprobado en 2014 en referéndum. En cambio, los técnicos sostenían que no se podía llevar a cabo ni por el precio –porque sería más caro– ni por los plazos –porque duraría más–. El posterior encarecimiento del proyecto y el retraso de las obras –se tenían que acabar en 2021 y hoy todavía no han empezado– les han acabado dando la razón.
Según aseguran al ARA fuentes vinculadas directamente al Espai Barça, tanto Mannarelli como los técnicos que trabajaban en la remodelación del Camp Nou ya advirtieron de todos estos problemas Bartomeu, pero el entonces presidente miró hacia otro lado. Por ejemplo, hay documentos y correos electrónicos en los que alertaban del sobrecoste "que se omitieron". Hasta el punto, aseguran, que "llegó a esconder información a sus compañeros de junta". "Había un problema de base con el proyecto, que necesitaba la aprobación del plan urbanístico [MPGM], y aquí el proyecto se encalló notablemente porque el Ayuntamiento presionó mucho al Barça en las negociaciones. Pero, aunque esto hubiera ido rápido, igualmente no se habría podido ejecutar la obra porque ninguna empresa habría licitado el proyecto", comenta un antiguo trabajador del Espai Barça. Un punto de vista que confirman los actuales gestores del club. De hecho, como explicó el ARA, la directiva actual de Joan Laporta se llevó una sorpresa desagradable cuando entró en el club, porque supo de primera mano que ninguna constructora estaba dispuesta a sacar adelante unas obras que tenían un presupuesto muy por debajo de su precio real.
Ahora bien, los problemas fueron más allá. Según los técnicos, en una de las reuniones consiguieron hacer ver a Bartomeu que se tenía que subir el presupuesto. Pero la primera respuesta del presidente fue otra. "Se ordenó que se retocara el proyecto para abaratarlo", comenta un antiguo empleado. Así fue, explican, cómo se intentó "mutilar" la maqueta ganadora para que las reformas fueran más económicas, por ejemplo ahorrándose dinero con algunas de las estructuras. Y también trataron de recortar utilizando materiales más económicos que los que estaban previstos inicialmente. "Hasta que vieron que era imposible".
Al final "se impuso la lógica", comenta una persona que había estado vinculada al Espai Barça. Se mantuvo el proyecto inicial y se subió el coste. De los 600 millones iniciales se pasó a 815. Este era el precio final que los socios tenían que aprobar en un referéndum previsto para 2020, pero que saltó por los aires a raíz del coronavirus. Después llegaría la dimisión de Bartomeu y, con Laporta en el palco, el proyecto del Espai Barça daría un giro copernicano.
De todas maneras, los 815 finales "tampoco eran reales", según sostienen las fuentes consultadas. "El proyecto seguía infravalorado y su coste era, como mínimo, un 30% superior", apuntan desde el Espai Barça. De hecho, la nueva directiva denunció hace unos meses que ya se habían invertido 125 millones, un 25% del presupuesto inicial de 2014, pero solo se había ejecutado un 5% del total –básicamente, el estadio Johan Cruyff–. "Esto demuestra como estaba de infravalorado el proyecto", dijo en una comparecencia Ferran Reverter cuando todavía era el CEO del Barça. "Bartomeu dijo 815, pero el proyecto habría subido hasta los 1.200, al final. Por más que se quisiera insistir o que se tratara del Camp Nou, ninguna empresa habría trabajado perdiendo dinero", sostiene una persona vinculada muy estrechamente al proyecto durante años.
El rol de William T. Mannarelli, el director del proyecto Espai Barça
Hoy Mannarelli ya no están en el club. Acabó su relación contractual en verano de 2021, al poco de la llegada de Laporta. "Podía haber sido muy crítico con Bartomeu y con el proyecto, pero llega un punto que se acaba convirtiendo en cómplice de todo", dice una persona muy cercana al presidente. Según explicó el ARA, además, la decisión estaba motivada por las dudas sobre las inversiones que había dirigido este arquitecto referentes a la remodelación del Camp Nou y a las obras paralelas.
Antes de ser cesado, sin embargo, Mannarelli se había encargado de hacer llegar un informe extenso y preciso sobre el Espai Barça a todos los miembros que formaban parte de la comisión, renovada después de las elecciones. El arquitecto también había alertado del coste y de algunos problemas. En parte, la directiva de Laporta recogió el guante y retocó sustancialmente la reforma. "Lo primero que hicimos fue mirar el coste real. Nos llevamos una sorpresa, porque sabíamos que subiría el precio pero no nos imaginábamos que lo haría tanto. Después viajamos, vimos otros estadios e hicimos una propuesta definitiva", apunta un miembro de esta comisión. Hoy, de los 600 millones iniciales, el coste total sube hasta un máximo de 1.500. "Habrá gente a favor y gente en contra, pero al menos hemos dicho la verdad", comentan desde la junta.