Enric Masip: el alma libre del Barça de Laporta
El impacto de la leyenda del balonmano azulgrana, muy leal al presidente, va más allá de temas deportivos
BarcelonaPara celebrar su primer año de mandato, Joan Laporta invitó a decenas de periodistas a un desayuno. El Barça colocó al presidente en la zona central de una mesa rectangular llena de los alimentos que suele haber en los bufetes continentales de los hoteles y le puso un micro delante porque todos los asistentes, también los de las puntas, escucharan su diagnóstico meses después de la traumática salida de Messi y empezaran a vislumbrar la "recuperación económica" de la entidad a golpe de palanca. Mientras desgranaba los temas de actualidad y respondía a las preguntas que le hacían, Laporta tomaba bocadillitos y se los comía. Entre reflexión y reflexión, repitió la operación tantas veces que, desde uno de los extremos de la sala, una persona de su máxima confianza hizo mímica para que le quitaran la fuente de enfrente. Esta persona es Enric Masip, miembro del departamento de presidencia del Barça desde las elecciones del 2021. Una figura con ascendiente sobre el mandatario.
Dos años y medio después de ese episodio, la leyenda del balonmano azulgrana —su camiseta con el 5 está retirada en el Palau— volvió a utilizar el lenguaje no verbal. Fue el pasado sábado, cuando hacia el final del segundo punto de la asamblea anual, el senador Jaume Llopis, crítico con la gestión de Laporta y su equipo, intervino para reflexionar vastamente sobre la situación económica del club. Contrariado por lo que este exprofesor universitario y exintegrante de la comisión del Espai Barça estaba exponiendo, Masip llamó la atención del secretario de la directiva, Josep Cubells, para que interrumpiera un discurso que le pareció demasiado largo. "No es que dijera que no le dejaran hablar, sino que hiciera la pregunta ya. No quería vetarle ni cortarle. Esto es algo que se dice para buscar mierda", argumentaría después en el canal de Twitch Jijantes, cuando su imagen haciendo unas tijeras ya se había viralizado.
"Quienes nos han acusado de no ser democráticos son los mismos que quieren hostiarnos y atacar al presidente", añadió Masip, que cerró su intervención con el comunicador Gerard Romero con toda una declaración de intenciones: "Soy igual que cuando jugaba. Voy de cara a barraca y a defender a los míos". Este último valor, la lealtad, es el que ha convertido al granollerense en uno de los ejecutivos con mayor peso en el día a día del Barça "familiar" y presidencialista que propugna Laporta. Mientras que el penúltimo, la sinceridad, le ha llevado a generar alguna tensión desde que rubricó el contrato anual —de seis dígitos— para volver a trabajar en el club de su vida. "Masip opina de todo porque fue deportista de élite, pero también porque se siente protegido por el presidente", manifiesta en este sentido un empleado azulgrana en el ARA. Una reflexión que cuadra con el frente común que el exjugador hizo con Rafa Yuste, otro inseparable de Laporta, por cuestionar el fichaje de Ez Abde. O con la licencia autoatorgada de ser el único ejecutivo que si tiene ganas de conceder una entrevista, sea en Barcelona o en Madrid, descuelga el teléfono y habla sin tapujos.
Apoyo a Albert Luque, uno de los investigados del caso Rubiales
Esta vocación de alma libre también le invita a tener agenda propia en las redes para diversos propósitos. Hace unas semanas, usó Instagram para apoyar a su amigo Albert Luque después de que la Audiencia Nacional le imputara por coacciones a raíz del beso no consentido de Luis Rubiales en Jennifer Hermoso. Pero es en X (antes Twitter) donde más se prodiga para visibilizar sus simpatías. Si no hace mucho era habitual leer sus críticas al urbanismo táctico de Ada Colau ya los problemas de tráfico que se derivaban, ahora comparte tuits de temas divulgativos o de actualidad. Sobre los segundos, últimamente hay retuits proisraelíes y de perfiles que pertenecen a Aliança Catalana, la formación de extrema derecha que gobierna Ripoll. Este mes de octubre también ha difundido discursos de Rocío Monasterio, dirigente de Vox, y de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso (PP), defendiendo a Alfonso Pérez, un exfutbolista contrario a la equiparación del fútbol femenino con el masculino. Unas filias, en especial estas últimas, que generan incomodidad y preocupación en algunos sectores de un club que lidera desde hace más de un lustro la apuesta por el femenino.
Con todo, Masip tiene la aprobación y confianza de Laporta para aportar su experiencia y su punto de vista al Barça actual. Es la pata deportiva del gabinete de presidencia —en la que también están Manana Giorgadze, Jordi Finestres, Benny Megreli y Mercè Garriga— y eso le ha permitido influir en la toma de decisiones del balonmano azulgrana. Nada más llegar, defendió la salida del entrenador Xavier Pascual y del director deportivo David Barrufet, a los que sustituyeron a dos personas de su cuerda, Carlos Ortega y Xavier O'Callaghan. También medió para que Iñaki Urdangarin, que continúa con la camiseta retirada en el Palau, hiciera prácticas no remuneradas en el club. Su poder también ha ayudado a poner a otro excompañero, Andrei Xepkin, al frente de La Masia, y un exjudoka de su confianza, Joel González, en el vestuario del primer equipo de fútbol en calidad de director de la oficina del jugador. Asimismo, hace oír su voz en la planificación del equipo de Xavi Hernández porque es miembro de la comisión deportiva junto con Laporta, Yuste, Deco, el directivo Joan Soler y el recién llegado Bojan Krkic. Su relación con el entrenador egarense, por cierto, no pasa de cordial. Si habla de él, suele ser fríamente.
Pero el impacto de Masip va más allá de los balones y porterías. Como conoce el entorno del Barça, también asesora internamente en términos institucionales. Al trabajar en la banca, se atreve a dar su punto de vista sobre temas económicos. Como sabe lo que es emprender, pone su agenda a disposición de la búsqueda de proveedores. Y como le gusta cuidar la línea, intenta que Laporta no coma más de la cuenta y haga deporte. A golpe de apoyo incondicional, se ha ganado el derecho a tratarlo como si fuera su padre.