Barça

La extemporánea ofrecida que rechazó Josep Samitier, la primera estrella del Barça

El hombre langosta desestimó una propuesta que cuadruplicaba su salario en el equipo barcelonista

BarcelonaHa pasado ya más de un siglo del debut con el primer equipo, pero hoy en día su nombre todavía resuena entre los culés. Josep Samitier, la gran estrella mediática del Barça de la década de los veinte, sigue formando parte del panteón de los dioses barcelonistas. El adjetivo "mediático" va a cuento porque, además de ser un futbolista gigante que lideró la primera edad de oro azulgrana, también tuvo una proyección inédita para un jugador de esos tiempos. Innumerables portadas de revistas, publicidad, películas e incluso amistad con ídolos de otros terrenos del mundo del espectáculo, como Carlos Gardel o Maurice Chevalier, son la prueba de que este jugador traspasó los límites del rectángulo de juego para convertirse en un icono de la sociedad catalana de principios del siglo XX.

Los iniciados en la historia del Barça recordarán que el hombre langosta –así se llamaba a Samitier– debutó en el club en 1919, con tan sólo diecisiete años, y que rápidamente se hizo un hueco en la alineación titular, primero como centrocampista –la delantera de los primeros años veinte era como. Su trayectoria se prolongó hasta la Navidad de 1932, catorce temporadas en las que no paró de acumular títulos de campeón, tanto en el ámbito catalán como en el estatal. Pero no fue todo un camino de rosas porque durante su periplo los altibajos frecuentaron debido a su carácter excéntrico, que con demasiada frecuencia le hacía actuar como un verdadero chuman. Se abatió con el más granate del Espanyol y de la Europa –los dos grandes rivales de la época–, dedicó gestos ofensivos a su propia afición durante un partido ante el Everton, hizo giras con otros clubs sin permiso del Barça, pero también echó cuatro goles al Madrid a Chamartín y marcó uno al Espanyol en el Espanyol. de un eslalon más visto hasta entonces.

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Así pues, de Sami ya se ha escrito casi todo, pero de vez en cuando aún surgen cosas nuevas que contar. En este sentido, lo que pocos culés sabrán es que Samitier estuvo muy cerca de dejar al Barça en el momento más álgido de su popularidad para ir a jugar nada menos que en Estados Unidos, donde había deseo de ver estrellas con reconocido prestigio en el Viejo Continente. Efectivamente, en 1926 el jugador catalán recibió una oferta para fichar por los Wanderers de Brooklyn, en Nueva York, una propuesta, sin duda, tentadora. Este equipo había sido fundado en 1894 y formó parte del núcleo creador de la National Association Football League, una competición primigenia de aquel país que se extinguió en 1899.

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La época más provechosa del club vendría en los años veinte, compitiendo en el American Soccer League (ASL), un campeonato formado en 1922 tras la fusión de varios torneos de menor importancia. Los Wanderers acostumbraban a finalizar entre los cinco primeros de la clasificación y en 1926 incluso llegaron a proclamarse campeones de una competición de edición única, la Internacional Soccer League, disputada durante el verano de ese año entre tres equipos de la misma ASL y cuatro de los mejores clubs de Canadá. A partir de los treinta la estrella de los Wanderers empezó a declinar, pasó un rosario de disoluciones y refundaciones, hasta 1948 en que, víctima de problemas financieros, fue vendido a nuevos propietarios, y se convirtió a partir de entonces en el Hakoak de Brooklyn, una entidad de filiación hebrea.

Nat Agar, un magnate con ganas de juerga

Detrás de los mejores años de los Wanderers había un personaje singular, el magnate Nat Agar (1888-1978), nacido en Inglaterra y que fue el artífice del intento de llevar a Samitier a la ciudad de los rascacielos. A inicios del siglo XX, Agar emigró a Estados Unidos y allí se vinculó rápidamente al mundo del soccer neoyorquino: fundó clubes y se convirtió en una persona clave en el mundo federativo americano. En paralelo a esta actividad, también era futbolista, no en vano jugó en varios clubs de la ciudad hasta colgar las botas precisamente en los Wanderers de Brooklyn en 1925, club del que era propietario desde tres años antes. La fama en toda Europa que ya tenía Samitier en esa época fue la razón por la que Agar intentó convertirlo en un reclamo para los aficionados americanos.

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La oferta que recibió la estrella azulgrana, si hacemos caso de lo que publicó la prensa en su día, consistía en un sueldo de 150 dólares semanales, contrato por nueve meses –la duración de la temporada– y viaje transoceánico en primera clase. ¿Pero era mucho dinero esa cifra que le ofrecían? Si lo transformamos a pesetas en función del tipo de cambio de la época, equivaldría aproximadamente a 1.050 pesetas semanales, o sea, 4.200 al mes. Él en el Barça estaba cobrando unas 800 pesetas mensuales, delgadas aparte. Formaba parte del tridente de jugadores mejor pagados, junto a Piera y Sagi, ya los que durante la temporada se uniría Alcántara. Por tanto, la oferta americana poco más o menos multiplicaba por cuatro lo que percibía en el Barça.

Finalmente, sin embargo, el astro catalán prefirió más la comodidad de seguir jugando en Can Barça que los dólares de Agar y la aventura americana, por lo que se quedó en la entidad azulgrana hasta diciembre de 1932, fecha en la que él y Piera fueron despedidos del club en medio.

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