Raphinha quiere que el Barça vuelva a ser uno de los grandes de Europa
El brasileño, con un 'hat-trick', desnuda a los bávaros y permite al Barça volver a comer a la mesa de los grandes de Europa (4-1)
BarcelonaEl corazón del Barça vuelve a latir fuertemente en Europa. Lo hace al ritmo de Raphinha, que destrozó al Bayern de Múnic con un hat-trick que quedará instalado para siempre en la autoestima azulgrana, tantas veces herida por los bávaros en los últimos años. Los tres goles del brasileño y otro de Robert Lewandowski son mucho más que una goleada reparadora del orgullo castigado en una última década de batacazos en la Champions, son una carta de presentación inmejorable: el Barça quiere volver a sentarse en la mesa de los grandes de Europa (4-1).
La metamorfosis de un equipo miedoso en los últimos años en la Liga de Campeones se está completando a una velocidad endemoniada gracias a Hansi Flick. En la prueba más exigente hasta ahora para su equipo, el alemán afianzó su apuesta y demostró a todo el mundo que este Barça va en serio. Fútbol directo y valiente. Da igual quien haya delante. Sin miedo, en sólo un minuto, el Barça brindó una alegría a su afición con un tanto de un Raphinha descomunal. Bien, Robert Lewandowski y muy bien Fermín, devuelto al once, buscando la espalda de Kimmich para encontrar la primera carrera del brasileño.
La alegría llegaba muy temprano. Pero el Bayern, que aún no imaginaba el despiadado relato que acabaría teniendo el partido, quiso contestar. Lo intentó con un desmarque de pícaro de Harry Kane, señalándola con el dedo a Olise justo donde la quería, ganándole la espalda a Cubarsí, que si tiene alguna pega ese prodigio de 17 años es que no es especialmente veloz . Por suerte, Iñaki Peña estuvo atento a una de las instrucciones técnicas de antes del partido: con la defensa adelantada, el guardameta también tenía que dar pasos adelante. Así, su salida fue decisiva para arrebatarle el balón a un Kane que no estuvo del todo fino en el control. Era un aviso para navegantes del guión que tocaría tragarse los siguientes minutos: los bávaros se harían con el dominio del balón y al Barça le tocaría sufrir. Por suerte, sólo durante un rato.
El gol tan tempranero de los azulgranas no intimidó a un Bayern que impresionaba por el físico imponente de sus futbolistas y la delicadeza de los fines estilistas que tiene en las bandas. La insistencia visitante era tal que el temor a que el gol del empate no tardaría en llegar se extendió rápidamente por las pobladas gradas de Montjuïc, donde los silencios fueron ganando terreno al éxtasis inicial. Si el fuera de juego salvó a los azulgranas de encajar el primer gol del Bayern en un santiamén, a la siguiente que tuvo Kane, a bocajarro, no falló. La línea defensiva del Barça seguía alta, como su técnico les pide, pero los alemanes sabían cómo castigarla.
Reacción llena de orgullo del Barça
Así llegó el empate, con Olise haciendo un desplazamiento de derecha a izquierda que Gnabry recogió y convirtió en un centro preciso que Kane no desaprovechó. El gol del empate y los minutos que le precedieron alimentaron a los fantasmas europeos. Pero nada de eso, porque si algo ha demostrado tener este equipo es un orgullo que pasó de las venas de los jugadores en el corazón de cada uno de todos los seguidores azulgranas que aman y acompañan a este equipo.
Con el empate, el Bayern demostró ser un equipo que va a trompicones, porque la reacción del Barça se les fue comiendo poco a poco. En un duelo jugado en muy pocos metros, con los dos equipos plantando la defensa arriba, tanto que casi los centrales de uno y otro equipos podían encajar las manos, los de Flick empezaron a conectar con sus futbolistas diferenciales. Pedri, que se hartó de correr, empezaba a dejar de perseguir sombras para poder servir pasadas. Lamine Yamal ya dejaba detalles de su calidad, mientras Lewandowski estaba fino descargando balones y alimentando a un Fermín que, entre líneas, es un regalo.
El hambre del futbolista del Campillo le permitió servir un nuevo balón de gol. Esta vez, a un Lewandowski que por fin marcaba en un partido grande y lo hacía cuando más lo necesitaba su equipo. El tanto del 2-1 fue una transacción veloz del Barça: Cubarsí por Lamine Yamal, éste por Fermín y, tras superar a Kim, asiste al polaco ante la salida de Neuer y de Upamecano. La acción no estuvo exenta de suspense. Los jugadores del Bayern la protestaron con vehemencia porque para ganar la posición en Kim, Fermín empujó ligeramente al coreano. Un empujón tan ligero como posiblemente sancionable, pero esta vez el colegiado Slavko Vincic, que tanto enfadó al Barça ante el Inter hace dos temporadas, decidió que la moneda caería de cara.
Raphinha, un león que sale de la jaula
La diana fue una inyección de vitaminas por un Barça en la que lo mejor aún debería llegar porque Raphinha, como si fuera un león liberado de una jaula, se encargaría de catapultar a su equipo. El brasileño, que había abierto la lata, tenía reservado otro as en la manga antes de la conclusión del primer tiempo. En una recuperación, un Casadó que crece partido tras partido a pasos agigantados, detectó el desmarque travieso de Raphinha por la izquierda y lo que pasó a continuación deja el relato futbolístico para ser poesía: conducción y remate con el lado menos hábil y entre las piernas de Upamecano.
La fiesta se desataba. El Barça vuelve a rugir en Europa y lo hacía dejando con un palmo de narices a un Bayern que aún tenía que recibir un nuevo guantazo de un Raphinha icónico. El brasileño completaría su noche más especial desde que viste de azulgrana rubricando un hat-trick y enseñándole a todo el continente qué es el Barça de Flick con un contragolpe delicioso. Pedri encontró la carrera de Lamine Yamal, éste detectó el enésima desmarcada incansable de Raphinha y le sirvió un caramelo para que controlara con el pecho, se orientara la pelota y cruzara un remate imposible por Neuer.
Cantaba y cantaba y bailaba y bailaba feliz Montjuïc viendo cómo, casi 10 años después, su equipo volvía a derrotar al Bayern. Nada podrían hacer ya los bávaros por mucho que Kompany quemara todas las naves que tenía en el banquillo. El Barça, seguro en defensa, se divertía y se sentía mayor, sumando efectivos como Olmo y De Jong a la fiesta. Todo el mundo quería participar en un orgulloso festín a la espera de visitar el Bernabéu con los colmillos afilados