Barça

Joan Laporta se queda sin paraguas

La renuncia de Xavi Hernández colocará al presidente del Barça en el centro de la crítica si la cosa empeora

BarcelonaCuando José Luis Morales marcó el último de los cinco goles del Villarreal en Montjuïc, un sector de la grada de animación azulgrana cantó "Barça sí, Laporta no". Estos pocos críticos –de un estadio con más de 46.000 personas, la segunda mejor entrada de la temporada– aún no sabían que Xavi Hernández renunciaría al banquillo del Barça el 30 de junio, a un año de que acabe su contrato acabado de mejorar y renovar. Sin embargo, se adelantaron a una tendencia que el barcelonismo visita cíclicamente cuando la pelotita no entra: buscar a los culpables en el palco. En ese momento, el presidente ejecutivo azulgrana miraba al césped con la misma cara de palo que sus compañeros de junta, comprobando que el paraguas encarnado por un mito como Xavi dejaba caer gotas de tormenta sobre su mandato.

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Tras cumplir con los flashes pospartido sin hacer mención alguna a su futuro como entrenador, el ex jugador egarense se citó en una de las dependencias del estadio con Laporta, que previamente se había reunido con su gabinete de crisis para analizar de nuevo una situación que, debido a la crisis económica cronificada que vive el Barça, poco remedio tiene más allá de la mirada larga y los discursos coherentes con la realidad. En consecuencia, las fuentes oficiales volvieron a difundir máxima confianza en Xavi, que cuando se encontró con el presidente, y como después contaría en rueda de prensa, sintió la necesidad de comunicar que se irá al final de esta temporada porque cree que es "lo mejor para el club". El técnico, que hace solo unos días decía que ya estaba planificando el próximo curso, vio en el descalabro ante el Vila-real el pretexto idóneo para dar un paso al lado, aunque ya lo tenía en la cabeza desde la dolorosa derrota contra el Madrid en la Supercopa.

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"La decisión es irrevocable, no cambiará ni que se gane la Liga de Campeones. Ser entrenador del Barça te desgasta la energía y la salud mental", argumentó Xavi, que pondrá punto y final a su primera experiencia en un banquillo europeo con un mínimo de dos títulos en el saco, el orgullo de haber hecho debutar a jóvenes como Lamine Yamal y Balde y la satisfacción de haber reenganchado a la culerada al equipo tras la pandemia. Quién sabe si en los meses que le quedan de gobierno desde el banquillo será capaz de plasmar la idea futbolística que tan bien representaba en tiempo de jugador. Quizás sabiéndose fuera a partir del 1 de julio, y por tanto liberado de las prisas por ganar que ha sufrido –y se ha creído– desde el primer día, puede dar un abrazo más sincero al juego de posición, un manual más añorado que practicado en el Camp Nou desde que Pep Guardiola lo sublimó.

El relevo de Xavi: el entrenador que se pueda (y no el que se quiera)

Mientras Xavi se abría en canal en rueda de prensa para anunciar –y diferir– su adiós, la noticia llegaba hasta Fuenlabrada, donde el Barça Atlètic ganó por 1-2. El entrenador del filial, Rafa Márquez, visto como una solución interina a media temporada, no desperdiciaba la oportunidad para postularse: "A una propuesta como esta no se le puede decir que no". Sin embargo, que Xavi haya puesto una fecha a su salida en principio descarta al mexicano para el corto plazo y sitúa a Laporta y su junta –con Deco y Alejandro Echevarría como principales asesores– en la tesitura de encontrar una solución ilusionante después de llegar a un acuerdo para rescindir el contrato del egarense y de su staff de confianza. La empresa no será fácil, porque el Barça, pese a las palancas activadas solo para poder reforzar al equipo con veteranos como Lewandowski y Gündogan y apuestas dudosas como Ferran Torres, Raphinha y Kounde, sigue en la ruina, abocado a seguir vendiendo patrimonio para cuadrar las cuentas, devolver la deuda y compensar el exilio en Montjuïc fruto de las prisas por construir el nuevo Camp Nou.

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A media temporada no hay dinero para echar a Xavi y apostar por alguien que no sea Márquez, que es más inexperto. Pero de cara al verano, si no hay un remedio económico que afecte al patrimonio o al modelo de propiedad del Barça, también será difícil que Laporta confíe la reconstrucción a un entrenador elegido por deseo en vez de por eliminación. Sea como sea, será una reválida clave para un presidente que ha vivido cómodo en el cobijo de una apuesta de consenso que no era la suya. A partir de ahora, cuando lluevan las críticas, serán él y su gestión los que se mojarán.