El Barça se ha convertido en una cuestión de fe. O eres feligrés, o no. O comulgas, o no. Que Bartomeu ha dejado el club hecho unos zorros lo escribo de primeras, como punto de partida, y así los mariachis van preparando la guitarra y el violín porque el ruido de ahora, el estruendo después de solo tres partidos de Liga y uno de Champions, le pertenece única y exclusivamente a Joan Laporta. El sopapo ante el Bayern estaba en todas las quinielas y a nadie le ha pillado por sorpresa, ni siquiera a Laporta que dirigió un vídeo a la afición en el que parecía estar secuestrado y pidiendo rescate, y en el que afirmó que “lo que está pasando es uno de los escenarios que contemplábamos”, al tiempo que solicitaba paciencia al personal porque esto lo va a arreglar él. ¿Cómo? Pues no se sabe. 

No hay ni una pista del plan que al parecer tenían previsto, no se sabe cuál es la idea, la hoja de ruta, el mapa a seguir más allá de un único argumento que remite a la fe, a la confianza ciega hacia su persona, una suerte de pensamiento mágico en el que no se admiten ni permiten disidencias y en el que hay que repetir como mantra 'Bartomeu caca'. 

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Que Koeman no era el entrenador que él quería quedó claro desde el día uno. Que comenzó su proyecto diciéndole que estaba buscando otras opciones y que no le echó porque no pudo, también. Y que esto va a acabar como el rosario de la aurora no se paga en las apuestas. Fue él quien debilitó la figura del entrenador con su irrupción en una reunión con periodistas en la que quiso marcar liderazgo para terminar unos días después reculando en el programa Onze de TV3 admitiendo que se había excedido. Y justo cuando él, la voz cantante, da un paso atrás para poner paz, los mariachis salen a hacer ruido y a ganarse el aplauso de los fans. Más papistas que el papa. Y ya tenemos, otra vez, las trincheras ahí bien colocaditas con el detalle insignificante de que en una de ellas está el entrenador que Laporta no echó porque no pudo, que está en la primera línea de fuego y al que están dinamitando sin que sepamos ni siquiera qué alternativa hay, cuál es el plan, la idea, la ruta, el mapa. Lo arreglarán. Así, sin más.

Enhorabuena a los premiados en el concurso conmigo o contra mí. Y mucha suerte. La van a necesitar teniendo en cuenta que no hay nada más a lo que agarrarse. Y un aplauso a los mariachis, que se lo han ganado.