El Barça de Koeman cae como un equipo pequeño (0-3)
El Bayern juega con la propuesta defensiva del técnico neerlandés, en un partido donde los jóvenes marcan el camino en los últimos minutos
Barcelona¿Cuántos golpes más tendrá que recibir el Barça? ¿Cuántas derrotas dolorosas tendrá que sufrir la afición para que Ronald Koeman entienda que, puestos a perder, es mejor hacerlo plantando las semillas de un futuro mejor? El regreso de la Champions era una oportunidad para animarse, pero el Barça jugó con miedo y cayó como un equipo pequeño contra un Bayern que sigue siendo muy superior (0-3). Tan superior que Koeman tuvo que reaccionar haciendo los cambios mucho antes de cuando le gusta hacerlo. Y con jóvenes como Gavi y Demir sobre el césped, el Barça mejoró. Y la afición creyó. Ahora mismo, el barcelonismo, más que ganar partidos, necesita saber que hay futuro. Y el futuro pasa por los jóvenes de la Masia que jugaron con la cabeza alta, mientras algunos veteranos titulares lo hacían mirando hacia el suelo.
Cierto es que nadie le podrá negar a Koeman que es sincero. Su propuesta fue la de quien se sabe inferior. La gran pregunta es qué habría hecho el técnico neerlandés sin tener tantas bajas - tenía muchas, y las bajas condicionan. ¿Habría sido más atrevido o también habría priorizado evitar hacerse daño con una propuesta defensiva, con tres centrales? Preguntas que se lleva el viento. El verano de 2020, aquella noche de Lisboa que el barcelonismo llevará colgada en las espaldas como una llufa durante un montón de años, el Barça no era consciente de ser tan inferior al Bayern. Salió a jugar como un rey contento porque lleva corona sin ver que va desnudo. Y acabó como acabó. El Barça de Koeman, en cambio, es consciente de que no es favorito para ganar la Champions. Y así jugó, sin aspirar a tener la pelota. Sin querer mandar, como lo hacen los equipos que priorizan no salir escaldados. Koeman habría podido escoger ser atrevido de entrada, pero prefirió aceptar la triste realidad en lugar de soñar en reescribirla con un discurso ambicioso.
Sin Ansu Fati, Braithwaite, Agüero ni Dembélé, Koeman hizo debutar a Luuk de Jong en ataque, junto a su compatriota Memphis. Pero jugaban tan lejos del área rival que era como ver a dos felinos encerrados dentro de una jaula del zoo. Es decir, cuando te asustan con un movimiento, recuerdas que no te pueden hacer daño. De vez en cuando les ayudaba otro neerlandés, Frenkie de Jong, pero el Bayern no sufrió mucho en defensa. En cambio, le costó mucho más estirarse en ataque, donde topó contra la solidaridad de un Barça que paró la máquina alemana durante 30 minutos. Después, el Bayern empezó a pasearse por el área de Ter Stegen, en la crónica de una tragedia anunciada. Era como estar atrincherado, escuchando los tambores de guerra de quien se acerca anunciando fiesta. Dicho y hecho. Tras dos ocasiones marca de la casa de Leroy Sané y un Lewandowski que es mucho más que un goleador, Thomas Müller marcó el primero del Bayern. Fue uno de aquellos goles que duelen, a pesar de que se veía a venir, puesto que el chute del futbolista bávaro fue desviado por Eric García. El equipo de Koeman, sin embargo, llevaba demasiado jugando con fuego, cada vez más defensivo, cediendo cada vez más metros a los alemanes. Y si un hombre como Thomas Müller, un futbolista que nunca sabes cómo lo hace pero siempre marca, tiene dos segundos para levantar la cabeza y pensárselo en la frontal, te hará daño.
Un Barça desesperante
El estadio, con cerca de 40.000 personas que se rompieron la garganta animando, pasó de animar para ayudar a su equipo a perder la calma con una puesta en escena que tampoco ayudaba a los jugadores, siempre cerrados cerca del área de Ter Stegen. Y mira que no era el Bayern de Lisboa. El equipo bávaro ha cambiado de técnico, todavía está estudiando las ideas de Nagelsmann y se lo tomó con la calma de quien sabe que es el primer partido de la fase de grupos. El Bayern transmitía calma. El Barça generaba angustia cada vez que la cintura de Leroy Sane o las carreras de Jamala anunciaban tormenta. El Camp Nou quedó condenado a un acto de fe, a celebrar una acción defensiva de Araujo, a desesperarse cuando Sergi Roberto perdía una pelota a 45 metros de un Neuer que le miraba sin trabajo de lejos.
Y Koeman, como siempre, decidió tomárselo con calma con los cambios. A pesar de que había condenado a su equipo a jugar a la contra, seguía con un Luuk de Jong que debe tener muchas virtudes, pero la velocidad seguro que no. En lugar de dar campo a los jóvenes como Gavi, Demir o Nico para que con sus ganas de comerse el mundo animaran a un equipo cada vez más miedoso, no reaccionó hasta que Lewandowski hizo el 0-2. No fue ninguna sorpresa, puesto que Ter Stegen llevaba dos paradas de mérito. Koeman, consciente de que la afición lo empieza a calar, decidió dar minutos por fin a Gavi y Demir y sacar del campo a Busquets y Sergi Roberto, que fue silbado. El Camp Nou perdía la paciencia, pero entendió que había que proteger a los jóvenes. Cada vez que Gavi, todo corazón, intentaba mangar la pelota a rivales que le sacaban una cabeza de altura , recibía el calor de un estadio dispuesto a entregar su corazón a cualquier joven que le ponga ganas. A un jugador que lleve el mensaje de que hay futuro. Puedes perder, pero no hace tanto daño hacerlo si sabes que estás sembrando las semillas con el ojo puesto en los próximos años.
Por suerte, el Bayern acabó jugando con parsimonia, como quien mira el reloj pensando que ya tiene ganas de acabar la jornada laboral. Con jóvenes como Alejandro Balde, que debutó entrando por un Alba lisiado, y un Coutinho que buscó el gol con un chute lejano, el Barça dejó de ser un cordero camino del matadero para ser un equipo con cara y ojos. Cierto es que Lewandowski marcó el 0-3 a falta de cinco minutos, pero el partido sirvió para dejar clara la hoja de ruta para salir de la oscuridad. Un camino donde los jóvenes necesitan espacio para crecer, como siempre pasa en la vida. Ahora hay que saber si Koeman también lo ha entendido. Su propuesta fue la del miedo, la de la carencia de ambición. Todo lo que no necesitan los jóvenes de La Masia.