De las palancas a la costumbre de ganar 1-0: la historia de la primera Liga de Xavi y Laporta
El equipo azulgrana, más regular que sus rivales, se proclama campeón cuatro jornadas antes del final de la competición
BarcelonaLa última vez que el Barça ganó la liga española, la sociedad mundial todavía no sabía qué era un coronavirus ; la reina de Inglaterra y Kobe Bryant estaban vivos y en Europa no había ninguna guerra tan cruel como la de Ucrania. A finales de abril de 2019, el conjunto dirigido por Ernesto Valverde, con Leo Messi y Luis Suárez como puntas de lanza, vencía al Levante en el Camp Nou y se proclamaba campeón doméstico por segunda vez seguida.
En aquel momento, el equipo, a pesar de que no enamoraba por su juego, aspiraba a levantar el triplete. Pero diez días más tarde empezaría a caer en desgracia en la vuelta de las semifinales de la Champions, en Liverpool, donde recibió un 4-0 doloroso y profético. A corto plazo, aquella derrota fundió al equipo, que perdió la Copa contra el Valencia; y más adelante, a mitad del curso siguiente, derivó en la destitución del Txingurri. Meses después, ya con el covid presente, la crisis deportiva, resumida con el 2-8 contra Bayern y el burofax de Messi, dejó a la vista que el problema del club también era económico e institucional. La quiebra multiorgánica planeaba sobre Arístides Maillol.
En consecuencia, la presión social derribó a Josep Maria Bartomeu en octubre de 2020. En marzo de 2021, los socios eligieron a un viejo conocido, Joan Laporta, para intentar salir del pozo. Han pasado dos años y tres meses de aquel paso por las urnas, y el Barça, como institución, sigue sufriendo una severa crisis financiera. Tampoco ha mejorado en transparencia y gobernanza. Y en el césped, el primer equipo masculino, que perdió primero a Suárez y después a Messi por el camino, sigue sin ser competitivo en Europa, donde el Real Madrid –para más inri– luce un dominio hiriente.
Imposible sin las palancas
Vale la pena recordar de dónde viene el Barça – habrá tiempo para analizar hacia dónde va– para dimensionar como es debido la importancia de la Liga que los culés ya están celebrando. Una Liga, la 27a de la historia del club, sentenciada a cuatro jornadas del final de la competición con una gran superioridad sobre los rivales. Una Liga que es de todo menos "barata", como ya quiso dejar claro Xavi Hernández, primer responsable técnico del éxito, cuando alguien lo insinuó.
Y es que para tener argumentos para lucharla y levantarla, el club vendió patrimonio por valor de 800 millones de euros. Sin las célebres palancas, Laporta y Mateu Alemany no habrían podido elevar el nivel de la plantilla con fichajes de la talla de Lewandowski, Kounde, Raphinha o Christensen, futbolistas vitales en la consecución del objetivo. Una de las máximas del presidente ejecutivo era que el Barça no podía permitirse ninguna más "temporada de transición". Y dicho y hecho: el equipo ganó la Supercopa en enero y acaba de confirmar la Liga.
La importancia de irse líder al Mundial
El camino hacia el título empezó con un empate a cero en casa contra el Rayo Vallecano que se convirtió en anécdota teniendo en cuenta la racha de resultados que la siguió: siete victorias consecutivas con 20 goles a favor –nuevo de un Lewandowski en estado de gracia– y solo uno en contra. Solo el Real Madrid discutía el dominio del Barça. De hecho, los blancos interrumpieron la secuencia de victorias con un triunfo por 3 a 1 en el Bernabéu en plena plaga de lesiones y en medio del fracaso europeo contra el Inter de Milán. Era la jornada 9 y las dudas se apoderaban del equipo de Xavi. Pero el egarenc encontró una clave táctica para sumar solvencia y control en su equipo. Con un cuarto mediocampista en el esquema, después de la derrota en Chamartín, el Barça acumuló cinco triunfos seguidos –dos de ellos agónicos por la mínima en Mestalla y el Sadar– que lo instalaron en el liderato justo antes de la parón del Mundial.
De vuelta de Catar, el equipo ha mantenido la velocidad de crucero gracias a la solvencia defensiva, personificada en Ter Stegen, formidable este curso, Araujo, un coloso en el eje, y Christensen, erigido en el fichaje más rentable de la temporada por encima de Lewandowski, que ha ido de más a menos, de Raphinha, transferible a pesar de sus excelentes números, y de Kounde, lateral derecho de circunstancias. La falta de alternativas creativas a Pedri y Dembélé, lesionados durante algunos meses, han hecho del Barça un equipo más temible sin pelota que con pelota, más sufridor que no brillante, como bien demuestra el hecho que haya ganado 11 de los 34 partidos disputados por 1-0 o 0-1.
La primera Liga sin Messi desde el 2005 la ha ganado una plantilla que Xavi ha sabido gestionar desde el compromiso. Como muestra, el agónico 2-1 contra el Madrid en el Camp Nou lo decidieron dos actores secundarios como Sergi Roberto y Kessie. El preparador de Terrassa ha sido firme con las suplencias de Piqué, que se retiró en noviembre, y Jordi Alba, desplazado por la sorprendente irrupción de Balde, a la vez que ha resistido las presiones por defenestrar a Busquets, que se ha mantenido como el ancla en medio del campo hasta el final de sus días en el club azulgrana. Su éxito era obligatorio por el esfuerzo económico que llevaba en la mochila, pero no por eso deja de tener mérito. No en vano, está a punto de firmar una merecida renovación.