El sermón de Dani Alves

BarcelonaDebe de ser una experiencia extraña entrar en el templo y acabar viendo un sermón de Dani Alves. Que se aparte la inteligencia artificial, que la realidad nos sigue sorprendiendo. El ex jugador del Barça hizo un pacto con el Señor en el trullo cuando estaba encarcelado acusado de un delito de agresión sexual. Un caso por el que fue condenado inicialmente pero del que fue absuelto posteriormente al considerarse que no había pruebas suficientemente fiables. Un caso que aún no ha terminado, ya que irá al Supremo. Fue en prisión cuando Alves le dijo a Dios que si lo ayudaba él le entregaría su vida. Ahora es un discípulo de Jesucristo, según explica.

Cuesta ponerse en su piel. Cuesta imaginar qué debes de sentir cuando estás en prisión. Si realmente eres inocente, puedo entender que te aferres a cualquier cosa que te dé esperanza. Si realmente eres culpable, más o menos, igual: si me salvas prometo cambiar, diría. Pero siempre me ha sorprendido la gente que entiende la religión como un pacto personal. Cuando iba a los Salesianos y cuando intentaba entender los Evangelios no me pareció que fuese así, pero quizás es que estas Iglesias evangélicas tiran hacia otro lado. Mucha gente que sufre acaba en templos así, especialmente en Latinoamérica, donde ya le han comido mucho terreno al catolicismo.

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En el deporte nos hemos encontrado a muchos deportistas que militan en esta corriente. Gente convencida de que son tan especiales que Dios les ha preparado un plan como si fuera un asesor de imagen. Creen que están destinados a la gloria porque así lo ha querido el cielo. Siempre me ha parecido un poco prepotente considerar que si triunfas es porque Dios quiere. "I belong to Jesus", dicen, pero luego todos suelen llevar un estilo de vida como Neymar, que haría que Jesucristo se echara las manos a la cabeza. Una aproximación egoísta a la religión, cogiendo lo que les interesa y olvidando otras cosas, como la solidaridad. Ni ayudan, ni son solidarios, ni empatizan con los más necesitados. Solo quieren cerrar un pacto con Dios para creerse escogidos o salvar el culo, como Alves.

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Todo el mundo se merece una segunda oportunidad, de acuerdo. Todo el mundo tiene derecho a creer en lo que quiera. Incluso ateos como un servidor reconocemos valores muy bonitos que hay que seguir en el Nuevo Evangelio. Pero no me da la sensación de que sea el caso de Alves, que ha sido acogido por una de estas Iglesias evangelistas muy conservadoras. No es una sorpresa. Se está construyendo un relato hecho a medida: me han acusado injustamente y Dios me ha salvado. Saldrá convertido en un hombre santo, siempre que no hagamos caso a sus declaraciones en el juicio, donde cambiaba de versión cada dos por tres.