Sevilla ya no duele en el barcelonismo: una final que durará años
Aficionados y jugadores hicieron fiesta gorda de madrugada, ilusionados con la idea de que esta generación "desvergonzada" viva una era dorada en el club
Enviado especial a SevillaEran las cuatro de la madrugada pasadas en el Hotel Barceló Renacimiento de Sevilla y Joan Laporta seguía de fiesta. Como en los viejos tiempos, acabó todo empapado en cava. La euforia provocada por Jules Kounde dio paso a una noche muy larga en Sevilla, con los familiares de los futbolistas haciéndola gorda junto al incombustible presidente azulgrana. El padre de Pau Cubarsí fue de los que mejor se lo pasaron. Si el hijo es la cordura, el padre es el arrebato.
La final de Sevilla va a durar días. O meses. O años. "Yo estuve en Sevilla contra Steaua", dijo Albert, socio del club de toda la vida de Gelida. Este sábado volvió con su hijo y su nieto, cerrando de algún modo la herida que arrastraba siempre con él. Aquellos malditos penaltis contra el Steaua que aún persiguen de noche a muchos barcelonistas. "Yo no quería penaltis. Suerte de Kounde", añadió tras bromear con que el francés ha visitado Montserrat hace unos meses. Y el gol llegaba pasada la medianoche, el día que la Moreneta celebra su milenario.
Hansi Flick tiene ya su primera gran noche de gloria. Hasta ahora había levantado un equipo maravilloso y había entusiasmado a los barcelonistas, pero le faltaba una noche así. Ya sumaba el triunfo en el Bernabéu que habían visto en directo a pocos barcelonistas y la final de la Supercopa que aún habían visto menos en Arabia, nada que ver con esta final de Sevilla que será recordada años y cerraduras. Por el triunfo, por el rival y por la cantidad de barcelonistas presentes, muchos en familia. Más allá del mal comportamiento de algunos impresentables en el centro de la ciudad, fue un día de júbilo. "Ha sido impresionante ver el estadio así, y ver a tantos aficionados del Barça en la ciudad y el campo. Esperamos repetirlo", dijo el técnico alemán.
Un día que puede marcar el inicio de una época. Éste era el sentimiento dominante entre los barcelonistas que aún de madrugada, rodeaban por las calles de Sevilla, cruzándose con madridistas con la cabeza baja y sevillanos elegantes que salían de bodas. "Cuando Araujo dijo que era el inicio de una nueva era se equivocó de año. Ahora sí", dijo Roger, un barcelonés que no suele perderse ningún final. Laporta, sin querer ser tan explícito, iba en esa dirección cuando destacaba la ambición de este grupo: "Los jugadores eran los primeros convencidos de que ganarían la final. Son muy jóvenes, a veces irreverentes". Lamine Yamal, de hecho, explicó cómo al hotel le había dicho a Ronald Araujo que "no importaba si nos hacían un gol o dos, que ganaríamos, porque este año no pueden con nosotros". Lamine encarna esta bendita irreverencia, con su nuevo peinado, gafas de sol y bailando la música de Skales, el cantante al que él y Balde invitaron a la fiesta de la plantilla. Marc Casadó fue también una de las almas de la fiesta, se llevó una red y verbalizó lo que mucha gente pensó cuando vio que Cubarsí era entrevistado por Televisió de Catalunya: "Este tío es muy bueno, es buenísimo". Ambos celebraron la copa con una bandera catalana en el cuello.
Jóvenes y veteranos, claro. Como Iñigo Martínez, que admitió que "hacía mucho que esperaba poder vivir así finales", ya que la suerte le había dado la espalda con la Real Sociedad y el Atlético Club de Bilbao. "Parecen el patio de una escuela", bromeó Dani Olmo al ver a Balde y Lamine bailando. En la fiesta, ellos fueron poniendo gran parte de la música, aunque Marc Casadó se encargaba de poner el himno y canciones culés de vez en cuando. La directiva azulgrana admitía que les toca ser algo prudentes, pero que veían cómo trabaja este equipo, no pueden evitar hacer volar palomas y confiar en que la Liga también se ganará.
El jefe de Flick, pensando en el Inter de Milán
¿Y la Champions? Flick ya piensa en el Inter. El horario del partido y la prórroga no ayudan a preparar el duelo con los discípulos de Simone Inzaghi, que tienen un día menos para prepararlo, puesto que los cambios de horarios por el funeral del Papa en Italia les han hecho jugar este domingo ante la Roma. Porque el camino de este Barça no se detiene y todo el mundo sueña en el triplete. "Calma, calma", dijo con una carcajada Laporta pasadas las cuatro de la madrugada, cuando terminaba la fiesta. "Flick lo tiene todo controlado", añadió. "Digo a menudo que estoy aquí con mi equipo para crear ambiente en el club, para que los jugadores disfruten y puedan jugar al máximo nivel", dijo Flick, quien añadió: "Que vean a los jugadores que tenemos confianza en ellos. Se trata de eso", y admitió con la boca pequeña que le gustaría verse en la final de Múnic. "Antes toca el Inter, debemos pensar en ellos", insistió tras una final que durará muchos años. Esta generación de jóvenes futbolistas entrenados por Flick quieren que Sevilla no sea recordada sólo como una final emotiva. Quieren que sea el inicio de una era dorada.