El Girona se niega a traicionar sus ideales en Bilbao y sale escaldado

GIRONALa supervivencia del Girona en San Mamés ha durado 42 minutos. Y demasiado que ha sido, visto el pobre rendimiento de los de Míchel, incapaces de mirar hacia la portería contraria. El Athletic ha dominado de principio a fin. Los gerundenses resistieron lo que pudieron, hasta que una entrada a destiempo de Miguel dentro del área no admitió discusión. Esta vez, a diferencia de la primera vuelta, el guardameta Gazzaniga, que se ha hartado de detener goles cantados, no ha sido suficiente para evitar la primera de las tres dianas de Sancet. Aún tuvo margen para hacer el segundo antes del descanso en una primera parte flojísima del conjunto catalán, que no despertó en ningún momento (3-0).

Era una prueba de fuego para el Girona, que volvió a enseñar su cara oscura y poco vistosa. A diferencia de otros días, en los que una versión modesta y un golpe de suerte ha tenido suficiente para ir sumando puntos, se ha encontrado por delante a un Athletic que va como un cohete en la Liga. Son ya catorce las jornadas consecutivas sin perder del equipo de Valverde, que la última vez que salió derrotado fue el 6 de octubre en Montilivi. Tres penaltis parados por Gazzaniga y un gol de Stuani en el noventa y nueve fueron los motivos.

Pero eso no ocurre a menudo, claro. Y cuando delante hay un rival con cara y ojos, nadie le basta con un juego de mínimos. Esto, en la Catedral, no sirve. Los gerundenses, por no tener, apenas han tenido ni la pelota. A excepción de un contragolpe mal dirigido por Tsygankov al inicio, no han hecho nada con peligro. El primer saque de esquina a favor ha llegado a la segunda parte, con el duelo sentenciado. La imagen ha sido triste.

Y la autopista en la espalda de la defensa, gigante. Un factor que los puñales ofensivos locales han utilizado para obligar al Girona a retroceder más de lo que suele retroceder. A Francés, sustituto de Arnau, roto en el calentamiento, el campo se le ha hecho inmenso. Más inseguros de lo habitual fueron Juanpe y Krejci que, además, no dieron ni una en cuanto a la salida del balón. Pérdidas tras pérdidas han hecho presagiar que, tarde o temprano, el Athletic acabaría marcando. Era cuestión de tiempo.

Lo ha alargado Gazzaniga, sublime en dos remates antes y después del primer gol, de Williams y De Marcos. No contó con la pifia de Miguel, cuando llegó tarde y pisó Jaureguizar. Ya no podía retrasarse más lo inevitable. Y eso que el argentino, pícaro, ha intentado poner nervioso a Sancet en el lanzamiento de los once metros, con el recuerdo a la memoria del hat trick de intervenciones de la primera vuelta. Ha habido un instante, de hecho, en el que ha sobrevolado la sensación de que volvería a hacerlo. Pero no, Sancet ni ha temblado. Ha hecho un disparo perfecto, frotando la escuadra.

El Girona hacía rato que pedía a gritos el descanso. Ni así lanzaba balones lejos, para no perder más. Y ni teniendo el paso por el vestuario a la vuelta de la esquina, ha mantenido las fuerzas: el propio Sancet, en tiempo añadido, ha rematado un centro de Berenguer para decir que aquello ya había terminado. Los de Míchel no puntuarían en San Mamés. No con ese nivel.

Los regalos penalizan

La segunda parte, directamente, ha sobrado. A unos ya otros ya les estaba bien cómo iban las cosas. Así que el Athletic no ha hecho mala sangre del resultado, y el Girona ha dado un pequeño paso adelante, más para no irse avergonzado que para intentar revivir. Seguro que más de uno ha pensado en Arthur, lo que debería ser la solución a los males futbolísticos de los rojiblancos, que sufren muchísimo cuando no controlan el duelo. Y este año, ocurre a menudo. Falta regularidad, consistencia. Y sentido común para gestionar el ataque, parte que a menudo queda aislada de las demás.

También debería dejarse de regalar goles, como en el tercero y definitivo de Sancet. Jugando con fuego, al final te quemas. Pero el Girona cree que haciéndolo de otra forma, le daría la espalda al estilo que tantos éxitos le ha dado. Si han llegado hasta aquí, es arriesgando. No porque ahora no salga tan perfecto como salía, dejará de hacerlo. Traicionar los ideales ni se prevé.

Arthur Melo elige Girona para salir de un pozo de años inestables y malos hábitos