Puñal en el corazón de un Girona que no puede ganar siempre

GIRONANingún escenario ni rival intimida al Girona, capaz de silenciar al Benito Villamarín en un partido memorable de fútbol acabado de forma cruel. El equipo de Míchel se plantó ante el Betis, le miró a los ojos y le dijo, de forma traviesa, que a jugar pocos le superan. Es la confirmación absoluta de que este estilo está haciendo furor en Montilivi, disgustado por la puñalada final de Pezzella, cuando los gerundenses estaban a punto de sumar la octava victoria consecutiva a domicilio. Que le duela ese empate dice cosas muy buenas. El empate no mancha su imagen. De hecho, la imagen le refuerza. Y que duela, también. No se puede ganar siempre, esto es todo.

Tampoco le afecta la supuesta presión que debería tener por verse en lo alto de la Liga. Esto no distrae los pensamientos de un equipo que tiene las cosas muy claras. Incluso cuando hay percances encuentra soluciones. Pablo Torre, titular, no dejó entrever su falta de minutos en lo que llevamos de temporada. Y Juanpe, que tuvo que entrar superada la media hora, por la lesión muscular de David López, y que se situó al fin en solitario como el futbolista de la historia del club con más partidos en categorías profesionales (234), tampoco no desentonó. Todo funcionaba, hasta el final.

El Betis de Pellegrini es un pedazo de equipo que exigió la atención de los gerundenses. De hecho, no habría sido descabellado que se adelantara, porque Gazzaniga detuvo un fuerte disparo de Willian José y Ayoze mareó a la defensa con una acción individual que acabó por encima del larguero. El resto, salvo cierta angustia provocada por el arrebato final, fue rojiblanca. Cuando todo estaba controlado, el gol de Pezzella dejó a todo el mundo helado. El argentino remató un córner polémico, porque no era córner: en la acción previa, el árbitro interpreta que es Aleix Garcia quien toca el balón, pero es un futbolista local.

La traza de Savinho

Míchel no se separó un pelo del guión de siempre. Y sus futbolistas, encantados, se mostraron tan atrevidos e inconscientes como de costumbre. Había avisado a Yan Couto a los treinta segundos, en la primera aproximación seria. Pero la chispa que encendió lo que debía ser un desenlace precioso fue producida por una asociación en el interior del área rival, que acabó con Ruibal barriendo a Savinho, que ya la había bailado y encaraba a Rui Silva con mirada asesina; la que no había tenido un rato antes, por cierto, con una ocasión defectuosa que acabó en manos del portero.

Pero cuando un futbolista del Girona falla, se levanta y lo vuelve a intentar. Así fue con Savinho, el preludio de la enésima demostración de sangre fría de Artem Dovbyk desde los once metros. El ucraniano, al que no parece que le afecte nada, marcó su undécimo gol de la temporada.

En el segundo tiempo, cuando el Betis quería, pero no podía, dar un paso adelante, el Girona encontró varios caminos para remediarlo, como los contragolpes. Con las bandas rápidas, entre Yan Couto y Savinho alimentaron constantemente el peligro de que el 0-2 estaba más cerca que el 1-1. Falló la finalización, llena de malas decisiones. El remate final de Pezzella, en una jugada envuelta e ilegal, fue un puñal inesperado en el corazón. El Girona podría perder el liderato esta noche si el Madrid gana al Alavés.