Quizá el teatro de los sueños sea Montilivi, que alucina con la nueva hazaña del Girona

GeronaEra el minuto 91 cuando Iván Martín lo rasgó todo con una parábola en la escuadra. Toda la ciudad celebró el gol. Martín corrió hacia la esquina, rodillas en el césped, entre las risas de sus compañeros, que se le echaban encima sin piedad. Y Montilivi acabó botando de alegría al firmar un triunfo brillante y al límite ante el Atlético (4-3) en una oda al fútbol en Girona, una ciudad que se había quedado sin el título honorífico de campeón de invierno que nunca hubiera imaginado que antes de empezar su partido estaría pendiente del resultado de alguien (en este caso lo estuvo del Madrid) para saber si lo sería. Dos palos previos del Mallorca provocaron pensamientos impuros, pero Rüdiger, a doce minutos del final, recordó cuál suele ser la realidad cuando el conjunto blanco está implicado en la trama. En cualquier caso, los de Míchel han cerrado colíderes una primera vuelta casi perfecta con 48 puntos, uno menos que en toda la pasada temporada.

Fue eléctrico desde el principio. En dos minutos, el Girona pudo marcar dos goles. Solo hizo uno, lo suficiente para conseguir que el estadio, que sigue incrédulo ante la respuesta de un magnífico equipo, se volviera loco. Fue Valery, el chico de L'Escala, quien ya había marcado un golazo al Atlético en una eliminatoria de Copa en el 2018, y quien fue inteligente, tras una asistencia de Pablo Torre, para desafiar a la gravedad hasta encontrar el espacio suficiente para ajustar el disparo, frente a la mirada de Oblak, que ya se había señalado unos segundos antes, cuando Dovbyk envió fuera un regalo de Savinho.

Con una gran versión de Savinho a la derecha para que Valery pudiera jugar a la izquierda, y con Yan Couto detrás, Míchel volvió a plantear su valentía. Ésta es la filosofía, haya quien haya delante. Torre, en su segunda titularidad seguida en la Liga, sabía detectar la zona en la que podía hacer daño. Un toque de espuela y un disparo rechazado por la defensa demostraban soltura. "Ver jugar al Girona da gusto", decían los comentaristas madrileños desde los pupitres de preferente. Lo sabe todo el mundo.

Entonces, el varapalo. Ni avisaron, los de Simeone, sinónimo de grandeza. Un contragolpe cogió en frío la defensa y Morata envió el balón al fondo de la red. El linier, primero, señaló fuera de juego; pero el VAR arrojó agua al vino correctamente. El delantero sería determinante más adelante. 1-1 y volvamos a ello, que no ha sido nada. Menos aún si Savinho está en modo show: el brasileño hizo lo que quiso con Lino, siendo el dueño del ataque gerundense. Pero el gol es mérito de Iván Martín, el hombre que jamás pierde. Martín sólo no ha jugado en la única derrota del Girona en Liga, así que no conoce la derrota. Tachó el balón a Koke, su disparo lo desvió Oblak, y Savinho tan sólo tuvo que ejecutar. Qué jugador, Savinho.

La defensa gerundense, blanda

Y qué primera parte, en la que se vieron cinco goles. Blind hizo el tercero, aprovechando una jugada de estrategia. Volvía a descontar, dejando a la luz la inconsciencia y la falta de contundencia defensiva de un equipo que con el 3-1 fue a por el cuarto, Morata, que incluso hacía el 3-3, en fuera de juego. Girona y Atlético, el segundo y el tercer clasificados de la Liga, ofrecieron un espectáculo sublime a un ritmo altísimo y trepidante, sin respiro. De los mejores duelos que Montilivi ha visto nunca.

El Atlético se soltó y subió un grado más el listón, con cinco ocasiones consecutivas saliendo de los vestuarios, negadas entre la falta de puntería y un inmenso Gazzaniga, frustrado cuando Morata va celebrar su hat trick. El Girona, que estuvo prácticamente diez minutos sin salir de campo propio, se había quedado sin respuesta. Y sin aliento. O eso es lo que parecía, porque la traca final fue inmensa y la aparición de Iván Martín, un regalo del cielo. Había pasado un cuarto de hora y el estadio aún lo celebraba. Nadie se movía. Quizás el teatro de los sueños no sea Old Trafford. Quizá el teatro de los sueños sea Montilivi.