"Ya no es uno de los nuestros": la dolorosa revuelta que afronta Florentino Pérez
Los planes del presidente del Madrid para realizar conciertos y aparcamientos en el Bernabéu han revolucionado un barrio históricamente tranquilo
Madrid"Soy del Madrid y soy del PP. Aquí somos gente de orden, ¿sabes? Y eso que está haciendo Florentino no tiene nada que ver con la orden. Cuando vino aquella chica todo fueron gritos, ruido y suciedad", afirma Lucía. Cuando dice "esa chica" se refiere a Taylor Swift y sus conciertos en el Santiago Bernabéu. Lucía ha pedido un té macha en una cafetería a cuatro pasos del estadio del Real Madrid. En la zona de la calle Padre Damián, caminando hacia el norte, se olvida deprisa que estás cerca del recinto deportivo. Se respiraría calma, si no fuera porque van pasando camiones destinados a las obras del estadio, que aún no ha terminado por completo. Es un barrio acomodado con buenos coches, perros de raza que viven mejor que muchas personas y señores con camisas con la bandera española cosida. Un barrio en el que, hasta hace poco, gustaba tener al Bernabéu al lado. Ahora ya no.
"A mí me gustaba lo que hacía Florentino. Es bueno para el barrio, la ciudad y para España", explica Lucía, acompañada de dos amigas que optan por no hablar del tema. "Ella, ella es la charlatán", nos dice una mientras te dejan sentarte en la mesa. Y Lucía charla. "Se ha pasado. Una cosa es el fútbol, y otra es ir dando conciertos y mil cosas. Ha roto la convivencia en el barrio, parece que crea que puede hacer lo que quiere", añade. "Siempre ha hecho lo que quiere, pero antes no nos cabreaba", puntualiza una de las amigas que decía que no quería decir nada. Los grandes opositores de Florentino son aquellos que antes le admiraban. Lucía, por ejemplo, admite que nunca ha trabajado. Su marido, ya jubilado, era abogado, y sus dos hijos siguieron la carrera del padre. Suelen veranear en la costa de Cantabria. Los opositores al gran macroproyecto de Pérez –convertir al Bernabéu en el escenario de grandes conciertos– son gente como él. Personas que suelen pensar al igual que el constructor en términos de política o economía. "Florentino ya no es uno de los nuestros", espeta Lucía. "Los estadios están para hacer partidos, no conciertos", asegura.
Sacramento Reyes, una de las portavoces de la asociación de vecinos del barrio, lo confirma. Los vecinos organizados son "economistas, empresarios, abogados, publicistas, diseñadores..." que hasta hace poco veían con buenos ojos ser vecinos del club blanco. Gente elegante, gente con sueldos estables y distintas propiedades. Muchos de ellos, socios del Real Madrid. De esos que pueden ir andando al campo y en cinco minutos ya están en la tribuna. "Tener personas con formación nos ha ayudado a plantar cara. De lo contrario, quizás las obras y los conciertos habrían salido adelante", dice en relación también a los aparcamientos. Florentino tenía previsto remodelar toda la zona para realizar dos parkings subterráneos de tres pisos con capacidad para 2.000 vehículos, uno en el paseo de la Castellana y el otro bajo la calle Padre Damián, con un gran túnel que los uniera con el entrada a la altura del número 52 del paseo de La Habana.
Los vecinos se olieron algo e investigaron sobre el plan, ya que se habían escondido detalles camuflados bajo la apariencia de una propuesta para mejorar la movilidad. En mayo, un juzgado de Madrid les dio la razón y afirmó que el Ayuntamiento había escondido información. Básicamente, se venía a decir que estas obras no aportaban nada a la ciudad y sólo beneficiaban al Madrid: “La cuestión del interés público que sostiene a la demandada como justificación de las obras no se sostiene en ningún dato de tráfico que permita comprobar que el proyectado túnel de 650 metros de largo, desde el que se accedería al aparcamiento del Real Madrid, pueda resolver una situación de congestión que justifique la existencia de un interés público, como sí existe un claro interés particular del que saldría beneficiado el citado club de fútbol”, decía la sentencia tal y como informó El País.
"Una cosa es tener un estadio de fútbol, como siempre. El estadio lleva aquí toda la vida, los vecinos sabíamos dónde veníamos. Y algo diferente es ir transformándolo todo, cortando árboles, haciendo túneles y conciertos", explica Reyes . Cuando en 1943 se empezó a realizar el nuevo estadio del Madrid, esta zona estaba en las afueras de la ciudad. La Castellana ya estaba, pero era una zona llena de descampados donde todavía se podían ver pastores paseando cabras. Alrededor del estadio, fue surgiendo un barrio residencial a medida que la capital española se iba haciendo mayor. Si en el otro lado de la Castellana se hicieron más oficinas, en el lado del estadio hay bloques de pisos, colegios y una iglesia. Un barrio tranquilo, ya que los turistas que visitan el campo bajaban en el metro de la Castellana, viendo el campo, y se marchaban sin entrar en las calles de los alrededores. Todo cambió con los planes del club de modernizar el estadio y, especialmente, realizar conciertos y aparcamientos que debían permitir a los aficionados aparcar justo debajo del campo.
Por su parte, Immaculada Ramos, secretaria de la asociación de vecinos, fue de las primeras en organizar manifestaciones en la calle que reunían a unas 200 personas en el 2022. "El Florentino ha pasado de cuidar a la ciudad a priorizar recibir turistas y tener clientes. Quiere conciertos cada tres días, quiere que el estadio no pare nunca", dice. "Una cosa es tener un partido de fútbol cada 15 días y una muy diferente es tener eventos casi todos los días. Piensa en los conciertos: hay que sumar los ensayos, los días anteriores. El día del concierto, el gentío que llegaba antes , los teloneros y más de dos horas de concierto. Es mucho más ruido que el fútbol, donde se cantan goles, se anima... pero nunca es un ruido tan fuerte y continuado. hace que los cristales de algunas casas se muevan", razona.
Vecinos que litigan porque tienen dinero para hacerlo
En algunos conciertos se han alcanzado los 95 decibelios, cuando los niveles permitidos para actividades exteriores en áreas residenciales son de 55 de día y 45 de noche. Sacramento Reyes también se queja del ambiente posterior a los shows, con mucha gente que se queda haciendo botellón. Por otro lado, los vecinos afirman que con los conciertos también crecieron la inseguridad, los atracos y los destrozos del mobiliario urbano. "A veces aprovechamos que hay partido para marchar el fin de semana fuera de la ciudad, pero los conciertos son cada tres o cuatro días, entre semana. Acabas prisionero en tu casa", explica a ARA Lucía, ya dejando la cafetería y mirando de reojo el nuevo aspecto del estadio. "Parece una nave espacial, me gustaba más antes", añade.
Los vecinos recibieron como una gran victoria el anuncio de que se suspendían los conciertos previstos en el estadio para lo que queda de temporada. Todos añoran el pasado. "Llevo más de 50 años en el barrio", dice Lucía. "Llegué hace 60 años", recuerda Immaculada Ramos. "Antes decías que vivías cerca del Bernabéu y te sentías orgullosa. No queremos conciertos aquí", añade. De hecho, la mayor parte de recintos donde se realizan conciertos en Madrid son en barrios populares más humildes, en el sur de la ciudad. En algunos casos, el ruido en espacios como el Palacio Vistalegre o la Caja Mágica también supera los límites permitidos, pero al ser barrios con gente trabajadora sin recursos, no han logrado organizar denuncias y procesos judiciales de alto coste económico, como sí han hecho los del Bernabéu, en el norte de la capital.
Los vecinos de los alrededores del estadio madridista han llegado a denunciar en el juzgado de instrucción número 53 de Madrid que el club celebró los conciertos posteriores a la remodelación del estadio con una licencia caducada desde 2001, algo que el club niega. Aquellos vecinos de toda la vida del Bernabéu, los mismos que no hace tanto miraban con una carcajada a Pérez cuando le veían pasear por la zona, ahora se han convertido en su enemigo en una lucha en los juzgados. Y Florentino, por primera vez en mucho tiempo, está perdiendo. Unas derrotas que también pueden acabar por afectar al bolsillo del club y la de Madrid, si los grandes promotores de conciertos deciden cambiar de ciudad y recinto en un futuro cercano.