¿Quién puede disfrutar de la nieve todos los días y cómo puede hacerlo?
Escolares, jubilados, trabajadores liberales y turistas franceses son los esquiadores más habituales del Pirineo leridano los días en los que la ocupación en las pistas no llega al 50%
El Valle de BoíCasi a cuatro horas de viaje en coche desde Barcelona y además de dos, desde Lleida ciudad. La estación de esquí de Boí Taüll, en la Alta Ribagorça, está siempre lejos de todas partes. Sus promotores le llaman estación de pernoctación porque pocas personas se atreven a ir por un solo día. "Hoy tengo fiesta y he decidido acercarme unas horas –asegura un vecino de Barcelona, policía de profesión, que se pasará más horas al volante del coche que con los esquís puestos–. Pero me compensa, porque en días como hoy no hay aglomeraciones en las pistas y podemos esquiar mejor que nunca", asegura.
Sin embargo, este perfil de esquiador es muy poco común en las estaciones de esquí leridanas en un día cualquiera de los meses de enero, febrero y marzo, fuera de los fines de semana y lejos de las vacaciones de Navidad y de Semana Santa. La actividad de esquí en estos momentos nunca suele alcanzar el 50% de la ocupación total. Es obvio. La gente tiene responsabilidades laborales, pero las estaciones se empeñan en mantenerse operativas.
A las nueve de la mañana, todas las pistas de Boí Taüll están abiertas. La nieve a punto, los remontes y telesillas en marcha y las oficinas en plena acción. El rato previo es siempre frenético, en el que todos los trabajadores, sea el día que sea, ultiman todos los detalles para que la apertura sea eficiente. "Cada día empezamos a las ocho en punto, pero si hay pronóstico de mal tiempo nos ponemos aún más bien", explican operarios de mantenimiento de la estación.
En un día de entre semana, sumando a los empleados directos y las empresas de servicios externos (alquiler de material, restauración, instructores), la estación cuenta con un total de 200 profesionales al servicio de los esquiadores. Una cifra que no es mucho mayor los fines de semana (quizás una cincuentena más). Sorprende que una demanda inferior movilice tanto personal y siga siendo rentable.
Nieve en las aulas
¿Quién entra por la puerta de una estación en estos días perdidos? En la inmensa mayoría, los niños. Más de mil cada día. Ésta es la media de escolares que, de lunes a viernes, pasa por las pistas de esta estación pirenaica. La mayoría son de Valencia y Madrid, por una dinámica histórica de acuerdo con las agencias de viajes, pero también hay un buen grueso de escuelas catalanas.
"Aquí en la nieve nos sentimos libres", asegura Julia, una joven de doce años del Instituto Caparrella de Lleida, que pasa en Boí unos días junto a sus compañeros de primero de ESO. Lo llaman la Semana Blanca y, a pesar de la sensación de libertad que manifiestan los alumnos, practican siempre el esquí con monitores calificados. "Es la primera vez que esquío y seguro que volveré pronto con mis padres", comenta Èric, otro estudiante del mismo curso.
En el INS Caparrella tienen como tradición, desde hace más de quince años, realizar un viaje a la nieve para los estudiantes más jóvenes de ESO. Históricamente, se organizaba una salida de un solo día, pero desde la pandemia se decidió alargar su estancia hasta tres días consecutivos teniendo en cuenta la demanda de las familias. "Nuestros alumnos vienen de diferentes pueblos del Segrià, muchos son hijos de campesinos y ganaderos, con pocas oportunidades de ir a menudo a esquiar", argumenta Anna Planell, maestra de educación física del instituto. En el currículo de esta asignatura existe un apartado dedicado a las actividades en la naturaleza y el centro ha decidido concentrar parte de su programación en las salidas al medio "para que tengan un aprendizaje vivencial", precisa la profesora. Aparte del esquí, los jóvenes visitan también elementos patrimoniales, como las iglesias románicas del valle, y se alojan en una casa de colonias de Erill la Vall. "Ayer para cenar me comí tres platos de macarrones", dice con orgullo una de las alumnas del centro entre las risas de sus amigas.
La estación de Boí Taüll saldará esta temporada con un volumen aproximado de unos 14.000 escolares, una cifra considerablemente superior a la del pasado año (12.500). "Suerte tenemos de este público", admite el responsable comercial, Andreu Velilla. Gracias a los escolares, se puede llegar a una actividad que supera el 40% de lo que se registra en un fin de semana, un índice que puede dar por satisfechos a los promotores. "Teniendo en cuenta que igualmente debemos pagar las nóminas de los trabajadores y mantener la nieve en condiciones constantemente, nos sale a cuenta abrir las puertas todos los días", concluye el jefe de marketing.
Las reservas de los centros educativos, que suelen cerrarse a principio de curso, salva cualquier mala temporada. "Aunque tengamos poca nieve, una decena de pistas que abrimos en condiciones para los escolares es suficiente, porque estamos hablando de una mayoría de esquiadores debutantes", argumenta Velilla, recordando que la estación cuenta con un total de 43 pistas de esquí alpino.
Además del personal necesario para tener lista la nieve, los servicios y todas las infraestructuras, el esquí escolar moviliza en esta estación a más de un centenar de monitores, todos contratados por escuelas externas. El objetivo final es que el niño se lo pase bien esquiando. "Tenemos que encontrar mecanismos para que los niños se sientan a gusto y no asocien las caídas con algo malo", opina Manel Lapedra, un monitor de Boost, una escuela ubicada en el propio Vall de Boí y que tiene especial interés en que la afluencia escolar persista. Lapedra nació en Taüll y ha crecido con los esquís puestos. "Estas montañas son el patio de mi casa", bromea.
La Escola Vall de Boí es otra de las históricas de la zona. Su director, Manel del Pozo, explica que todo el personal debe tener claro con qué público trata. "No sólo los monitores, sino también los que gestionan los remontes, la cafetería y los puntos de información deben saber entender a este público, porque si lo tratamos mal, ya lo hemos derramado –argumenta– los niños son ahora la madre de los huevos". Del Pozo reconoce que el niño es un cliente complejo y difícil. "Si queremos en la estación, debemos estar preparados", asume.
La apuesta por el esquí escolar está bien estudiada en Boí Taüll. Los primeros propietarios de la estación de esquí ya arrancaron con esa mentalidad a finales de los años ochenta. Creyeron de forma inédita en el público escolar y la historia les ha dado la razón, porque el resto de estaciones catalanas también han abierto sus puertas de una manera u otra.
Boí Taüll fue impulsada con capital 100% privado durante la temporada 1988-1989 y puesta en marcha definitivamente en 1991. En 2004, el grupo inmobiliario Nozar se apoderó de la mayoría de las acciones y llevó a cabo inversiones importantes, pero la crisis de la construcción de 2008. En 2014, la Generalitat asumió la propiedad de las instalaciones y, a partir de 2019, también su gestión a través de la división turística de Ferrocarriles de la Generalitat (FGC). La decisión de la administración pública estuvo públicamente fundamentada por una cuestión de territorio. "Un abrupto cierre de la estación, sin haber configurado una alternativa económica a la comarca para los meses de invierno, habría acelerado la destrucción de puestos de trabajo que la comarca ha sufrido desde el inicio de la crisis económica y de los que todavía no se ha recuperado, lo que supondría la reaparición de dinámicas de pérdida de población", indicaba el informe9.
Días de público familiar
Aparte de los grupos escolares, en la estación también llegan otros perfiles minoritarios de clientes particularmente vinculados a los días más tranquilos del calendario esquiable. Se trata de jubilados, teletrabajadores y, sobre todo, familias con niños, aquellos que "no les supondrá ningún descalabro si se pierden algún día de clase", piensan sus padres. Es el caso de Alejandro Rey y Paula Pastor, que han venido de Madrid con dos niños de ocho y seis años a pasar unos días en el Vall de Boí. Cada año van a esquiar al Pirineo, normalmente a Andorra, pero esta vez se han decantado por la estación leridana. "Y estamos muy contentos", manifiestan.
El cliente familiar está particularmente dominado por padres aficionados desde jóvenes al esquí que ahora quieren también arrastrar a sus hijos. "Nuestra pequeña hace el ronso, pero confiamos en que le acabe gustando", explica Gemma Vidal, una madre de Lleida ciudad que observa cómo su hija de cuatro años pone cara de manzanas agrias junto al monitor. "Intentamos venir tres veces durante el invierno –explica Vidal–,nos guardamos siempre los días de vacaciones y venimos ahora porque nos encanta. El año pasado, sin saberlo, vinimos durante los días de Carnaval y entonces fue inviable, porque con los niños todo es más complicado, ellos están aprendiendo y necesitan más espacio", añade Vidal, quien asegura que cada verano tiene las reservas hechas de hoteles y forfaits para el siguiente invierno.
Otro nicho de negocio para muchas estaciones pirenaicas, sobre todo las de Andorra y Baqueira Beret, es el público francés. Las regiones del sur del país galo tienen las llamadas vacaciones de invierno, que se alargan durante el mes de febrero, y que permiten atraer a esquiadores y, obviamente, a familias enteras.
"Hay también muchos jubilados, que optan por forfaits de temporada. Ya no vienen específicamente un día, sino que los ves muy a menudo", añade Andreu Velilla.
"Los meses de enero a marzo han sido históricamente complicados, pero últimamente ha mejorado", opina Xavi Ubeira, el director comercial de Baqueira Beret, donde frecuenta el público escolar de Vall d'Aran, además de los aficionados a las competiciones deportivas, que también se celebran durante este primer trimestre del año para atraer aún más público esporádico.
Tecnología para vencer el cambio climático
Todo el mundo está de acuerdo: cada vez hace más calor en el Pirineo. La cota de nieve ha ido subiendo paulatinamente con el paso de los años y cuesta que haya nieve natural en la falda de las montañas (la cota mínima de Boí Taüll se encuentra a unos 2.000 metros de altitud). El cambio climático se enfrenta a golpe de tecnología. "Los cañones nos están salvando", admite Andreu Velilla.
Boí Taüll es una de las estaciones que disfruta, por su posición geográfica, de las mejores condiciones para esquiar de toda Cataluña, pero igualmente se siente castigada por el aumento de las temperaturas y la caída de las precipitaciones. Los cañones de nieve (ahora tienen 150, el doble que hace cuarenta años) son cada vez más eficientes y reutilizan la misma agua acumulada del valle.
"El miedo al cambio climático siempre está ahí, pero no puede condicionarnos, ya vendrá lo que tenga que venir", manifiesta Josep Maria Ramon, el jefe de mantenimiento de Boí Taüll y uno de los trabajadores históricos de la zona. Hijo del valle, pronto cumplirá 64 años y se lo conoce todo palmo a palmo. "Antes, todos los pueblos que estaban en la cota de 1.500 metros quedaban nevados y ahora ya no -recuerda-, los cañones están siendo una gran ayuda". Josep Maria Ramon ha visto en su larga carrera que el turismo ha salvado el Pirineo. "Estoy muy contento de cómo ha evolucionado, nos ha llevado mucha vida y los pueblos han cambiado positivamente", manifiesta con orgullo.
"Si garantizamos el producto (la nieve), nos vendrá toda esa gente que solo busca kilómetros esquiables", admite Xavier Perpinyà, director técnico de FGC Turisme y exresponsable de la estación de La Molina, y asegura que no se trata de gastar más agua o electricidad, sino de producir nieve más rápido y eficiente. "Las estaciones de esquí somos los pastores modernos", declara Perpiñán, quien argumenta que los empresarios son los primeros interesados en preservar el medio natural. La optimización de la producción de nieve ha permitido dar calidad a las pistas, sobre todo en los días laborables, e incluso alargar las temporadas de esquí. Los expertos recuerdan que años atrás era casi impensable esquiar antes de Navidad. "Ahora muchos se enfadan cuando no pueden hacerlo por el puente de la Purísima", advierten fuentes del sector turístico.
Perpiñán advierte que ahora la gente exige calidad. "Ya no nos interesa crecer, sinotenerlo todo bien cuidado", concluye. En el Pirineo catalán se esquía mucho, pero las estaciones son conscientes ya hace tiempo que, para rentabilizar sus instalaciones, deben ampliar su oferta. Trineos, áreas infantiles, tirolinas, excursiones con raquetas, el freeride (forapista), talleres de iglúes o salidas en motos de nieve son algunas de las variables para incrementar la afluencia de turistas (y no sólo de esquiadores).
De hecho, los expertos indican que la tendencia del mercado turístico que viene marcada por el contacto con los espacios naturales y el Pirineo catalán, con unas temperaturas más agradables que en otras cordilleras europeas, se está reivindicando más que nunca. "A la que comienzas ofreciendo nuevas propuestas, se genera una dinámica que hace crecer la demanda", asegura Juli Alegre, jefe de promoción de Ara Lleida, el patronato de turismo de la Diputación.