Guerreras K-pop: entre admiración y alarma

El consumo televisivo y cinematográfico de fenómenos globales no sólo ha entretenido a generaciones, sino que ha construido cultura compartida e identidad. En los ochenta crecimos con Las Tortugas Ninja, ET o Star Wars; en los noventa, con Harry Potter y Pokémon. La generación Z vivió el estallido de Frozen y los adolescentes se enamoraban con High School Musical. Estos universos, lejos de ser simples entretenimientos, modelan el carácter de cada generación y nos ayudan a comprender sus valores y códigos culturales. Por eso es necesario observarlos con mirada crítica, porque contribuyen a la formación de la autopercepción y de las aspiraciones de las futuras generaciones.

Actualmente asistimos a un auténtico fenómeno con Las Guerreras K-pop, que sigue acumulando récords de visualizaciones después de haber alcanzado, el pasado verano, 33 millones de visitas en un solo fin de semana y entrar en el top 10 de Netflix en 93 países. Sus tres protagonistas, cantantes del universo K-pop, se han convertido en ídolos para muchas niñas. Pero, a pesar de parecer referentes inofensivos o empoderadores, ¿son realmente los mejores espejos en los que reflejarse?

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Que sean heroínas femeninas encargadas de salvar al mundo supone ya un cambio respecto al superhéroe masculino tradicional. Además, se amparan en la amistad para oponerse al individualismo típico del género, aunque la resolución del conflicto siga en base a la violencia. También es relevante que sean heroínas racializadas, habitualmente ausentes en este tipo de relatos, especialmente si recordamos que la película se estrenó en un contexto de deportaciones masivas en Estados Unidos bajo las políticas de Trump.

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Pero la cuestión más controvertida es el ideal de belleza que transmiten, absolutamente alineado con la corriente K-beauty: una filosofía de cuidado personal viralizada que intensifica la presión para lograr una belleza totalmente idealizada. Las protagonistas muestran cuerpos extremadamente delgados, coherentes con las dietas severas que deben seguir muchas artistas de K-pop, que a menudo no superan las 300 calorías diarias y pueden recibir penalizaciones si ganan peso. La industria de las dietas y los productos de adelgazamiento es un sector económico de peso en Corea del Sur, lo que explica que los mensajes centrales de esta cultura sean "sé preciosa" y "sé delgada".

En varios momentos, la película muestra a las protagonistas haciendo ingesta compulsiva de comida basura tras la presión de los conciertos, un comportamiento propio del atraco alimentario. Este patrón también se ha descrito en cantantes de K-pop como resultado de la hambruna acumulada, el estrés crónico, la autoexigencia extrema y la falta de descanso emocional.

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Los chicos desempeñan un papel determinante en la trama, ya que son los antagonistas, lo que acentúa aún más la brecha entre sexos. Sin embargo, las protagonistas pierden el autocontrol cuando ellos se muestran de forma seductora. Un elemento significativo de la K-beauty es que ha roto con la idea tradicional de masculinidad: por primera vez, los hombres normativos no deben ser necesariamente occidentales, ni asociados a la fuerza o la rudeza, sino que pueden cuidarse, preocuparse por el aspecto y buscar una piel perfecta sin que esto ponga en duda su identidad masculina. Ahora bien, esta ruptura no implica liberación: la K-beauty somete tanto a hombres como a mujeres a un sistema ultracapitalista que encuentra en la inseguridad estética una oportunidad para expandir mercados y multiplicar consumidores.

No podemos permitir que los trastornos alimenticios se normalicen ni que la presión estética pulse aún más el acelerador, mientras los casos entre la juventud crecen silenciosamente y nadie levanta la voz.