Don Carpenter (1931-1995) es uno de los mejores novelistas americanos de todos los tiempos y, sin embargo, su página de Wikipedia ocupa veinte veces menos espacio que la de Philip Roth (las he medido). Ignorado durante gran parte de su carrera por la crítica seria y la intelligentsia (lo que él llamaba East Coast mafia), el autor firmó diez grandes novelas, un libro de relatos y al menos un guión genial (Día de paga, de 1973, con Rip Torn de protagonista).
No paraba de llover, su debut, es un libro carcelario espectacular, y eso que Carpenter sólo pasó "una sola noche en el calabozo" (si alguien pedía una prueba irrefutable del poder de la imaginación, ésta puede servir). Se publicó en 1966, pero se trata de una obra completamente no-de los-sesenta, dura y madura, lo contrario de la mitomanía pueril de Jack Kerouac, por decir alguien. "Un viejo en el cuerpo de un joven", como lo describió Jonathan Lethem.
Tras trasladarse a Hollywood, Carpenter firmó tres excelentes novelas sobre el show business y la industria cinematográfica angelina. Un par de cómicos versa sobre lo que anuncia el título, la amistad entre dos entretenedores, pero también puede leerse como un canto al oficio ya haber nacido con un don (en este caso, ser gracioso).
No sé cuál western, John Wayne decía de otro pistolero: "Es tan bueno que no necesita probarlo". Podría decirse lo mismo de Don Carpenter. Su lenguaje es preciso, efectivo, modesto; el autor nunca presumía, nunca hacía filigranas, pero la clavaba, palabra tras palabra. Se trata de literatura popular de la mejor especie: sin clichés ni grandes teorías, pero llena de verdad y compasión.
Carpenter era un escritor nato, alguien para quien la prosa narrativa era el lenguaje por defecto, además de la forma principal de comprender el mundo. "Si pudiera expresar mis opiniones sobre el universo sin utilizar la ficción, lo haría", dijo. Entre sus fans se encuentran George Pelecanos, Richard Price y, de forma aún más relevante, yo mismo.
Su gran amigo Richard Brautigan se suicidó en 1984. Un divorcio traumático y una trágica cadena de enfermedades (tuberculosis, diabetes y glaucoma) provocaron que Carpenter se disparara un disparo en 1995, a los 64 años, en su casa de Mill. Dos décadas más tarde salía a relucir el manuscrito en el que el novelista estaba trabajando en el momento de la muerte, Los viernes en Enrico's. Después de un pequeño proceso de pulido por parte de Jonathan Lethem, el mundo fue obsequiado con una nueva obra maestra del autor, directa desde el más allá.
Kiko Amat