En Charles Portis (1933-2020) lo definían como "el Mark Twain de nuestra era", pero su nombre raramente aparece en las listas de Novelas Que Debes Leer Antes de Morir. Es una situación paradójica, porque el libro que yo planeo tener en mis manos cuando me llegue la hora es precisamente uno de los suyos (en realidad, si puedo ser franco, no tengo la menor intención de que la parca me sorprenda leyendo).
Portis nació en Arkansas y sirvió como marine en Corea. A su regreso, trabajó para el diario local y después para el Herald Tribune. Era un periodista insólito (su mesa no tenía teléfono) y uno rinconteur impenitente; Tom Wolfe le presentaba como "el hombre más divertido que he conocido en mi vida". En 1966, el futuro autor dejó el trabajo y se encerró en una cabina de pesca para escribir su debut, Norwood. Tanto ésta como las cuatro novelas siguientes son trepidantes, insólitas y muy, muy divertidas. El humorista Roy Blunt Jr. dijo sobre él: "Charles Portis podría haber sido Cormac McCarthy si hubiera querido, pero eligió tener sentido del humor".
Portis escribía con voces frescas, auténticas, en un estilo rítmico y desprovisto de faramalla. "Nadie suena como él", afirmó Nora Ephron. En Valor de ley (1968), su único superventas (adaptado al cine dos veces, una de ellas por los hermanos Coen), la anciana Maddy Ross relata cómo, a los catorce años, decidió vengarse del asesino de su padre. El tono es socarrón e impávido, una anécdota chocante contada con cara de póquer. En la misma línea, con Ray Midge, protagonista deEl perro del sur (1979), el escritor consiguió que alguien que agolpa las monedas en la barra "según su valor" y que posee "veinte metros de libros", acabara siendo fascinante, e hilarante, página tras página, en una delirante cruzada para recuperar a la mujer, camino de la Honduras Británica.
Charles Portis era "un modelo de valentía artística" (Dwight Yoakam): vivía sólo para escribir novelas, y no le entusiasmaba promocionarlas (existen muy pocas fotos de autor, y menos entrevistas). No era un amargado de la escuela Salinger: le gustaba socializar, pescar y beber con sus amigos de Arkansas, a donde volvió para establecerse. Su ejemplo es inspirador.
Aunque la cultura seria sigue rechazando la entrada de Portis en el panteón literario, entre sus seguidores (Portisheads?) se cuentan, además de los llamados, George Pelecanos (que le considera "una figura mítica"), Conan O Brien (para quien Masters of Atlantis es "una de las pocas novelas de risa en voz alta que he leído") y, muy especialmente,
Kiko Amat