"Las personas tenemos identidades múltiples y es absurdo que sólo se acepte una opción posible"
Los hijos de inmigrantes luchan contra el estigma de ser considerados extranjeros en su propia tierra
Barcelona"Me llamo Zeynabu Said Xixons, mi padre es saharaui, mi madre catalana y yo nací en Manresa". Lo repetía enseguida y rápido ya de pequeña, cada vez que alguien le preguntaba: "Y tú, niña, ¿de dónde eres?". Si sólo respondía "de Manresa", entonces el interlocutor no acababa de estar convencido con la respuesta. "Sí, sí, vives en Manresa, pero ¿de dónde están tus padres?". La pregunta le siguen haciendo cuando dice su nombre o cuando ven que sus rasgos físicos son característicos del norte de África. Probablemente las preguntas no sean malintencionadas, pero cuestionan su identidad. "Si he nacido, crecido y vivido toda mi vida en Manresa es obvio que soy de Manresa, ¿no? Y, en todo caso, ¿por qué constantemente debo dar explicaciones sobre el origen de mi padre?", pregunta retóricamente Zeynabu.
Mohamed Amrani, de padres marroquíes, en cambio, siempre contesta: "Yo soy de Roses". "Sé perfectamente que no se espera esa respuesta, pero quiero normalizarlo". Al final, sin embargo, de tanto preguntárselo, ellos mismos, como catalanes e hijos de inmigrantes, también se han cuestionado cuál es, realmente, su lugar en el mundo, especialmente durante la adolescencia, la edad en la que se construye la propia identidad.
FA, cuando iba al instituto, se sentía muy cercano a su origen marroquí, que es el de sus padres, aunque él ha nacido y vivido siempre en Barcelona. "Te dicen que ser musulmán es ser machista, vivir de las ayudas sociales y solo pensar en tener hijos. Yo me he esforzado mucho por demostrar que esto no es verdad", explica. Sin embargo, tiene claro que durante toda su vida tendrá que aguantar las agresiones verbales: "El moro de mierda, vete en tu país me lo he oído muchas veces y, al final, he aprendido a normalizarlo porque aquí me lo dirán siempre". Hace ya hace años que ha superado la adolescencia y, ahora, con 27 años, está convencido de que es "ciudadano del mundo" y que, por mucho que digan, su ciudad es y será un hombre y que solo yo yo educador, entre otras muchas cosas, ¿y qué?" Reflexiona que los insultos son la excusa para que discursos destructivos provenientes de la comunidad de origen puedan decir: "¿Ves cómo, por mucho que vivas con ellos, no te quieren?" tanto como pudo, el origen de su padre. "Quería aclararme el pelo y decía a mi familia que cuando tuviera. 18 años me cambiaría el nombre por Maria. Si la idea que te llega es que la cultura magrebí es la barbarie, y la occidental, la civilizada, es lógico que yo me avergüenzara del origen de mi padre. Por eso me ha costado mucho sentirme orgullosa de mi parte saharaui. Ahora me doy cuenta de que, en realidad, me hace más rica porque conozco y tengo más cerca dos culturas".
Ni de un sitio ni de otro
"Un hijo de inmigrantes tiene un dilema entre la cultura de origen y la de acogida", argumenta el director del servicio de atención psicológica de inmigrantes del Hospital Sant Pere Claver de Barcelona, Joseba Achotegui. "Por eso tienen una identidad más compleja que debe conseguir integrar los valores de ambas culturas, algo que no siempre es fácil". Según Achotegui, los hijos de inmigrantes sufren más problemas psicológicos y trastornos mentales que sus padres porque, pese a que el proceso de inmigración es difícil, su identidad está ya construida.
"Yo a menudo me he sentido incomprendida, tanto por mi madre, que nunca ha sufrido insultos, como por mi padre, porque él está de allí. Yo, en cambio, soy medio de cada lugar, no soy ni de uno ni de otro", dice Zeyna. Ella, además, asegura haber sentido la presión familiar: "Fui la primera graduada universitaria por parte paterna. El día de la graduación me dio las gracias: él había abandonado su tierra precisamente para darnos estas oportunidades y veía que su esfuerzo no había sido en vano".
Sin embargo, la situación en Catalunya, según Achotegui, es mucho más positiva que en otros países europeos: "Hay que reconocer que aquí se ha trabajado mucho para incluir grupos de origen diferente. Piensa que en Francia se habla incluso de cuarta generación de inmigrantes, un término que no tiene". Por su parte, Montserrat Ribas, experta en análisis del lenguaje, considera que "el término de segunda, tercera o cuarta generación quiere decir que una parte de la población de un país nunca puede quitarse de encima el estigma del inmigrante, pese a no haberlo sido nunca". "La frustración puede llegar cuando los hijos de inmigrantes se dan cuenta de que, por sus orígenes, se les cierran puertas. Y un chico de 20 años lo que quiere es tener un trabajo y una novia de aquí, y no siempre lo tienen fácil", añade Achotegui.
Sin embargo, los tres testimonios entrevistados coinciden: han crecido en un entorno sano, en el que la familia y los amigos les han apoyado. "He tenido la suerte de conocer a gente guapísima, con la mente muy abierta y unos grandes valores humanos", asegura FA El Mohamed añade que su posición, además, le permite ver el mundo desde dos perspectivas que, al fin y al cabo, "se parecen". "Todos somos mediterráneos, nos gusta hacer vida en la calle y compartir con la familia y los amigos. Quiero las dos tierras y voy a trabajar por la cooperación y la convivencia entre las dos", insiste.