En memoria de Joan Uriach: empresario pionero, humanista y enamorado del país

BarcelonaJoan Uriach, empresario visionario y figura clave en el sector farmacéutico catalán, nos ha dejado a la edad de 95 años. Fue mucho más que un líder empresarial: su trayectoria ilustra un compromiso constante con la innovación, el progreso social y la cultura y el país, tres pilares que definieron tanto su vida profesional como personal.

Juan era una persona de una calidad humana excepcional. Con un carácter afable, cercano y generoso, sabía crear vínculos sólidos con todos aquellos que le rodeaban. Era un hombre amable, familiar y de un espíritu siempre constructivo y optimista, que aportaba serenidad y rigor a cualquier situación. Esta naturaleza, unida a una mente brillante, le convirtió en una figura admirada dentro y fuera de su empresa.

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Como empresario, Joan fue el gran modernizador de la empresa familiar, la compañía farmacéutica Uriach, fundada por su bisabuelo en 1838. Durante las décadas de los años sesenta y setenta, bajo su dirección, la empresa va dar un salto cualitativo extraordinario. Su visión empresarial le llevó a entender, antes que muchos, que el mercado catalán necesitaba abrirse a la exportación para crecer y dejar atrás el proteccionismo.

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Para exportar debía innovarse, y Joan fue pionero en la creación del primer departamento de investigación del sector farmacéutico catalán, lo que permitió desarrollar productos que se convertirían en iconos, como los Lipograsil, Utabon y, sobre todo , la famosa Biodramina. Este último éxito le valió el apodo de doctor Biodramina. Tal y como él mismo se definía, "el abuelo era tendero, mi padre era comercial y yo he sido investigador industrial".

Ocupó cargos relevantes, como la presidencia de la patronal farmacéutica española y europea, y contribuyó decisivamente al prestigio de la industria farmacéutica catalana, que, en palabras de Albert Esteve recogidas por este mismo diario, "no se entendería sin Joan Uriach".

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Pero su aportación no se limitó al ámbito empresarial. Joan Uriach siempre creyó (y afirmó repetidamente) que el dinero no lo era todo. Era un catalán enamorado del país y su cultura, como demuestran su pinacoteca de pintores catalanes o la excepcional biblioteca de la Fundación Uriach, una de las principales bibliotecas privadas europeas dedicadas a las ciencias de la salud, con más de 12.000 volúmenes, entre ellos el primer libro de cirugía escrito en Cataluña, que data del siglo XVI. Aparte, el dr. Uriach se implicó en el fortalecimiento de instituciones clave como el Palau de la Música y el Liceu. Recibió la Cruz de Sant Jordi en 1987 y presidió el Consejo Social de la Universidad Autónoma de Barcelona entre 1993 y 1997, con la voluntad de fortalecer el vínculo entre universidad y sociedad.

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Personalmente, guardo con especial cariño el recuerdo de uno de los últimos encuentros que tuve con él. Fue un almuerzo organizado por su hijo Joaquim en el restaurante del Palau de la Música, hace poco más de dos años. Juan ya no podía andar y hablaba con cierta dificultad, pero mantenía una mente lúcida y un espíritu jovial que llenaba la sala. Cuando llegó el momento de elegir el postre, Joan pidió con convencimiento a un gintónic. A los pocos minutos, el camarero le sirvió un gin-tonic inmenso, bien presentado en una gran copa globo. Tan inmenso era el gin-tonic que su hijo Joaquín, algo inquieto, le preguntó: "¿Quieres decir, padre?" Y Joan, con una sonrisa pícara, respondió: "Por supuesto que quiero decir, hijo. Quiero un buen gintónic como éste, porque me sienta de maravilla, y además, como soy farmacéutico, sé perfectamente por qué me sienta tan bien ". Efectivamente, de aquel gintónic no quedó ni una gota, y es que Juan, siempre lleno de vida, tenía (y contagiaba) una capacidad única para saborear y disfrutar de los pequeños grandes momentos.

En estos últimos tres años, el país ha perdido a cuatro grandes empresarios: Marian Puig, Toni Vila Casas, Isak Andic y Joan Uriach. He tenido el privilegio de tratarlos a los cuatro. A pesar de tener personalidades y estilos bien diferenciados, compartían tres rasgos esenciales: eran valientes y decididos, promovieron la innovación y el cambio cuando era necesario; tenían una clara vocación social, entendiendo a la empresa como un agente positivo de transformación de la sociedad; y mantenían un compromiso firme con sus raíces: con el país y la cultura. Ojalá su legado sea imitado por las próximas generaciones de empresarios catalanes y de todas partes.

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Descansa en paz, Joan Uriach. Siempre te recordaré.