Acoso sexual en el entorno laboral: lo que podemos aprender de los escandinavos

Según la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer del año 2019, el 40,4% de las mujeres mayores de quince años sufren acoso sexual en algún momento de la vida. El 17% de estos episodios se producen en el entorno laboral y los perpetran un superior (6,5%), otro trabajador (12,5%), una superior (0,3%) u otra trabajadora (0 ,9%). De esta forma, el beso de Rubiales y los abusos de profesores universitarios serían ejemplos del primer caso.

Los comportamientos de acoso sexual toman diversas formas. Dirigir miradas lascivas o hacer gestos obscenos es acoso sexual. Los datos de 2019 indican que el 30% de las mujeres han sufrido estas conductas, aunque según datos del CIS del año 2023 el 26% de los varones y el 18% de las mujeres no las definirían como tal. Son acoso sexual las bromas obscenas o los comentarios groseros sobre el físico. Aquí la incidencia es de un 16% y, de nuevo, el 21,2% de los varones y el 11,2% de las mujeres no lo ven así. Más consenso existe (casi del 100%) en calificar de acoso sexual los acercamientos físicos ofensivos, que han sufrido el 17,5% de las mujeres, o las demandas de favores sexuales a cambio de mejoras laborales, con una incidencia del 2 ,1%.

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Estas cifras muestran que el acoso sexual en el entorno laboral tiene una incidencia significativa (en torno al 7%), afectaría a unas 228.867 mujeres en Cataluña y lo perpetran mayoritariamente hombres. Además, un par de estudios recientes del Quarterly Journal of Economics demuestran que los costes económicos son significativos.

Un estudio utiliza datos de Suecia y documenta que el 13% de las mujeres han sufrido acoso sexual en el ámbito laboral (en Suecia estas conductas son más frecuentes o hay mayor sensibilización). En los trabajos en los que más del 80% de los trabajadores son hombres, esta tasa sube hasta el 25%, mientras que está por debajo del 10% cuando menos del 20% lo son. El estudio también revela que el 4% de los hombres son víctimas de acoso sexual y que, al igual que en el acoso hacia las mujeres, la tasa aumenta en entornos en los que hay más trabajadores del sexo opuesto, como los hogares de niños (20%) o en el sector de la enfermería (17%). Según el estudio, las trabajadoras víctimas tienen una probabilidad un 25% mayor de cambiar de trabajo y buscar de nuevo en entornos con más mujeres, que consideran más seguros, pero en los que los salarios son también más bajos. La probabilidad de cambiar de trabajo también aumenta entre los varones víctimas, hasta el 15%. Por tanto, el acoso sexual contribuye a la segregación ocupacional, una causa importante de la persistencia de la brecha de género en el mercado de trabajo actual.

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Un estudio sobre Finlandia enlaza información sobre denuncias a la policía por agresiones sexuales en el entorno laboral con datos administrativos sobre el mercado de trabajo. Según los datos, el 4% de los hombres y mujeres sufren agresiones sexuales, y el 84% de los agresores son hombres. El estudio revela importantes costes asociados a las agresiones sexuales. Así, cinco años después del episodio, la probabilidad de que el agresor tenga trabajo se reduce en 12,3 puntos porcentuales si la víctima es un varón y en 7,1 puntos si es una mujer. Para las víctimas, la probabilidad de trabajar disminuye en 7,5 puntos entre los hombres y en 9,1 entre las mujeres. Por tanto, cuando la víctima es una mujer, los costes son mayores para ellas y las represalias menores para ellos, probablemente porque los agresores suelen tener más poder que las víctimas en estos casos. El estudio concluye que, después de un episodio de violencia sexual, el porcentaje de mujeres en la empresa disminuye. Ocurre especialmente en las empresas dirigidas por hombres, ya que en las dirigidas por mujeres las represalias son más contundentes.

Ante esta evidencia es necesario eliminar la violencia de género en el entorno laboral. Por eso una primera recomendación es seguir el ejemplo escandinavo y desarrollar herramientas para poder cuantificarla. Segunda, es necesario sensibilizar a la población sobre todas las formas que pueden tomar los comportamientos de acoso sexual. Tercera, es importante simplificar los procesos de denuncia, proteger a las víctimas y ser contundentes con los agresores. Y, por último, estudios de otros países sugieren que el liderazgo femenino puede contribuir a allanar el camino hacia la erradicación de las violencias de género en el entorno laboral.