Eureka

El chocolate premium catalán que se hace entre viñedos: ¿de dónde sale Simón Coll?

La compañía se internacionalizó a partir de 1986

En la plaza Joan Sala está Freixenet. En la avenida Jaume de Codorníu, su rival: Codorníu. Un poco más allá, en la calle Sant Isidre, están los cavas Catasús Casanovas. También puedes encontrar Gramona, Juvé & Camps y los cavas Torre-Blanca. Con poco más de 12.000 habitantes, Sant Sadurní d'Anoia es la meca del cava catalán. Ahora bien, en medio de los viñedos, botellas y tapones de corcho no sólo han crecido marcas de espumosos. Este municipio del Alt Penedès también ha sido la cuna de la marca centenaria catalana más famosa del sector de los chocolates premium: Simón Coll. Allí nació en 1840, pero hoy sigue viva: la compañía tiene dos fábricas en el municipio, un centenar de trabajadores y una facturación que ronda los 25 millones de euros. ¿Quién plantó los cimientos de este imperio chocolatero?

Fue un emprendedor de 1840. Se llamaba Simón Mestres y era hijo de una familia de viticultores del territorio. Su hermano heredó el negocio de sus padres y él se embarcó en una aventura diferente: abrió una tienda de ultramarinos. Venía de todo, pero su olfato de comerciante olió, especialmente, el chocolate. Se especializó. Empezó dejando volar la imaginación, ideó recetas propias y el producto enseguida se hizo famoso en la comarca. Su hijo, Miquel Mestres, tomó el relevo y empezó a envasar el chocolate bajo el nombre de Simón. Era todavía un proceso artesanal, pero a principios del siglo pasado ya se había mecanizado. "Es a partir de ese momento que empezamos a hablar de la primera fábrica de chocolate", explica la empresa.

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En la década de 1950 al frente de la empresa ya estaba la cuarta generación de la familia. Aparte de chocolatero, tenía una gran pasión por la pastelería. Con él los chocolates de la marca dieron un salto adelante. Por un lado, mejoró la fórmula y logró que el chocolate tuviera una textura mucho más fina que las de la competencia. Por otro, apostó fuerte por la publicidad. "Inició las primeras acciones de comunicación y promoción, con iniciativas como los álbumes de cromos coleccionables", recuerda la compañía.

En 1972 el timón pasó a Xavier Coll, hijo de Miquel y quinta generación. Ese mismo año se consumó uno de los movimientos clave de la empresa: la compra del histórico Chocolate Amatller, fundado en 1797 y que había sido líder del sector durante décadas. La incorporó a su catálogo, manteniendo su nombre. "Tenía una fuerte personalidad y una gran identidad gráfica", justifica la empresa. Hoy todavía la comercializa. "Esta incorporación consolidó la percepción que los consumidores tenían de Simón Coll como una empresa ligada a marcas con legado histórico y un componente cultural importante", analiza Carolina Luis-Bassa, directora del master de marketing de la UPF-Barcelona School of Management.

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La internacionalización

A partir de 1986 los chocolates de Simón Coll empezaron a viajar fuera. Hoy sus ventas se reparten a partes iguales entre Cataluña, el resto de España y los países extranjeros: desde Europa, Australia y Japón hasta Corea y Estados Unidos. También apostaron fuerte por crear productos de chocolate específicos para la época de Navidad y para Pascua. En 2004 al frente de la empresa entró la sexta generación de la familia, capitaneada por Maria Coll, y que acabó de posicionar el producto en el canal gourmet. En 2012 la empresa inauguró el centro de visitas Espai Chocolate Simón Coll, en Sant Sadurní d'Anoia. Dos años más tarde, en medio del paseo de Gràcia de Barcelona, ​​inauguraron la Casa Amatller.

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En el 2018, exactamente en el mismo sitio donde Simón Mestres fundó el obrador hace más de 180 años, la marca abrió un nuevo espacio para la divulgación y la investigación en el campo del cacao. En 2021 Simón Coll aceleró en el ámbito del retail con la apertura de su primera tienda propia en formato pop-up, en el centro comercial Diagonal Mar. "El éxito de la compañía radica en la mezcla de tres ingredientes clave: contar con la fuerza del legado familiar y la tradición, tener una cartera de productos diversificada y de primera calidad, e innovar constantemente para realizar un producto de gran consumo sin perder su toque artesanal", diagnostica Luis-Bassa. Para la experta los chocolates de Simón Coll saben el paso de generación en generación. "La conexión emocional que han creado con los consumidores es esencial", concluye.

Las fechas clave
  • 1840<p>Simón Mestres abre una tienda de ultramarinos y se fija en el chocolate</p>
  • 1950<p>La cuarta generación de la familia automatiza el proceso sin perder el toque artesanal</p>
  • 1972<p>Con la quinta generación, la marca compra los chocolates Amatller, líderes del sector</p>
  • 1986<p>La marca pisa mundo: sus chocolates comienzan a exportarse</p>
  • 2012<p>La sexta generación inaugura el Espai Simón Coll y la Casa Amatller.</p>
  • 2023